Con el final del verano, nuestra piel queda expuesta a las secuelas de la exposición solar, el cloro de las piscinas y el uso continuo de protectores solares; factores que pueden provocar que el cutis se sienta más cargado, apagado y con los poros obstruidos. Por eso, es fundamental realizar una buena limpieza facial en otoño para restaurar el equilibrio de la piel.
Sin embargo, hay muchos mitos circulando sobre este proceso que no sólo no ayudan, sino que a menudo lo complican. Desde Germaine Goya, uno de los centros de estética más exclusivos de Madrid, desmontan cinco mitos comunes sobre la limpieza facial que deberías dejar atrás para que tu piel se mantenga sana y luminosa.
Mito 1: “Lavarse la cara en la ducha daña la piel”
Al contrario de lo que se cree, lavarse la cara durante la ducha no tiene por qué ser perjudicial. De hecho, puede ser un truco muy eficaz si lo haces bien. El vapor que genera el agua caliente ayuda a abrir los poros, lo que facilita la eliminación de impurezas y permite una limpieza más profunda. Además, este momento es ideal para exfoliar el cutis una o dos veces por semana, cuando los poros están abiertos y la piel es más receptiva a los productos. Eso sí, no te excedas con la temperatura del agua, ya que un calor excesivo puede deshidratar la piel. Recuerda, la clave está en aprovechar el vapor sin abusar del calor.
Mito 2: “Hay que lavar el rostro dos veces al día, siempre”
Este es un consejo que puede no ser aplicable para todo el mundo. La frecuencia con la que debes lavar tu rostro dependerá del tipo de piel que tengas. Las pieles secas, por ejemplo, no requieren más de una limpieza diaria. De hecho, lavarlas más de una vez al día podría eliminar sus aceites naturales y empeorar la sequedad. En cambio, si tienes la piel grasa o propensa al acné, lavar el rostro dos veces al día —por la mañana y por la noche— es una buena práctica para controlar la producción de sebo y mantener los poros limpios. Lo importante es conocer tu tipo de piel y ajustar tu rutina de limpieza a sus necesidades.
Mito 3: “Usar una toalla para secar el rostro es malo”
Secar el rostro con una toalla no es dañino, siempre que tomes ciertas precauciones. El problema no es la toalla en sí, sino el cómo y con qué lo haces. Utilizar una toalla sucia o demasiado áspera puede irritar la piel o transferir bacterias, lo que podría derivar en problemas como el acné o la inflamación. Lo ideal es utilizar una toalla limpia, suave y exclusiva para tu rostro, y secar la piel con pequeños toquecitos en lugar de frotar. Esto ayuda a evitar irritaciones, especialmente en pieles sensibles o propensas a la rosácea. En definitiva, no es el uso de la toalla lo que debe preocuparnos, sino asegurarnos de que sea la adecuada.
Mito 4: “Si no me maquillo, no necesito limpiar mi cara”
Este mito es más común de lo que parece, pero es completamente falso. Aunque no utilices maquillaje, la piel del rostro sigue estando expuesta diariamente a factores externos como la polución, el polvo, el sudor e incluso las partículas del aire acondicionado o la calefacción. A lo largo del día, estas impurezas se acumulan y obstruyen los poros, lo que puede provocar brotes de acné, puntos negros o una textura irregular. Por eso, una limpieza nocturna es esencial para eliminar esa suciedad invisible y permitir que la piel se regenere durante la noche. Piensa en la limpieza facial como un paso imprescindible en tu rutina de cuidado, más allá del maquillaje.
Mito 5: “Las pieles sensibles no deben usar productos limpiadores”
Este mito ha llevado a muchas personas con piel sensible a evitar por completo los productos limpiadores, temiendo que puedan irritar aún más su cutis. La realidad es que las pieles sensibles necesitan una limpieza adecuada, pero con productos específicos. Lo importante es elegir limpiadores que estén formulados para este tipo de piel: suaves, sin fragancias agresivas y con ingredientes calmantes como el agua de avena o el aloe vera. Además, es fundamental evitar frotar demasiado la piel durante la limpieza, ya que la fricción puede agravar la sensibilidad. Un buen limpiador debería ser lo suficientemente eficaz como para eliminar impurezas sin necesidad de ejercer demasiada presión. Encontrar el producto adecuado hará toda la diferencia para una piel sensible.