Si bien pasar las Navidades en casa, rodeado de familia, mercadillos y amigos, es un plan que nunca falla, a veces estos días invitan a lo extraordinario: a cambiar de escenario, cerrar el año de forma inolvidable y abrir las puertas a nuevas aventuras.
Ya sea paseando por los canales de Ámsterdam, brindando junto al Mediterráneo o perdiéndote entre los mercadillos de Budapest, cada destino de esta lista promete una Navidad diferente, llena de magia y, sobre todo, de momentos inolvidables. Porque, ¿qué mejor manera de despedir el año que atreviéndote a descubrir el mundo?
1. Amalfi, Navidad azul
Pasar la Navidad en Amalfi es vivir una tregua luminosa entre el invierno y el Mediterráneo. Aquí la Navidad huele a limones y sabe a tradiciones que no se olvidan. Las calles empedradas se llenan de luces que se reflejan en las fachadas blancas y ocres de un pueblo que parece haber sido construido a mano, pieza a pieza. La catedral de San Andrés, imponente en la Piazza Duomo, se viste de gala, y en cada rincón se siente el eco de villancicos italianos. Pero lo mejor es que, en Amalfi, la Navidad tiene el color azul del mar: basta con un paseo por la costa al atardecer o una visita al pequeño mercado navideño, donde la simplicidad se mezcla con una elegancia sin artificios.
Para alojarte, Amalfi tiene joyas que parecen sacadas de una postal. El Santa Caterina Hotel es un clásico de la costa, construido sobre un acantilado con vistas infinitas al mar. Sus terrazas de limón y su estilo refinado pero acogedor hacen que te sientas en un refugio único, lejos del mundo. Si buscas algo íntimo y lleno de encanto, el Monastero Santa Rosa Hotel & Spa, un antiguo monasterio convertido en hotel boutique, ofrece una paz casi celestial: su spa, con una piscina infinita al borde del acantilado, es un lugar donde diciembre parece detenerse. Y para quienes prefieren estar en el corazón del pueblo, el NH Collection Grand Hotel Convento di Amalfi es un monumento a la historia y el lujo: un antiguo convento del siglo XIII con claustros que cuentan historias y vistas que parecen un milagro.
2. Roma, la Navidad eterna
Pocas ciudades brillan más en Navidad que Roma. La Plaza de San Pedro, con su imponente árbol, y los belenes vivientes que cobran vida en Trastevere son apenas una pincelada del encanto que invade la ciudad. Los mercadillos navideños, como el de Piazza Navona, añaden un toque mágico con su mezcla de dulces típicos, decoraciones y artesanías.
Para redondear la experiencia, nada mejor que alojarse en el icónico Anantara Palazzo Naiadi, un majestuoso palacio de mármol del siglo XIX que ofrece una ubicación envidiable: desde aquí se puede caminar hasta la Fontana di Trevi, la Plaza de España y otros puntos emblemáticos que en estas fechas lucen decorados con elegancia deslumbrante. Un alojamiento que combina historia y lujo en pleno corazón de la Ciudad Eterna.
3. Budapest: vino caliente y espíritu navideño
Budapest en Navidad parece salida de un cuento. Sus mercados navideños, como el de la Plaza Vörösmarty, están llenos de artesanías, delicias como el kürtőskalács (el famoso chimney cake) y vino caliente especiado. En la Basílica de San Esteban, un espectáculo de luces proyectado en su fachada transforma las noches en una experiencia inolvidable.
El Danubio se convierte en un espejo helado que refleja las luces doradas del Puente de las Cadenas y el Parlamento, esa joya gótica que parece haber nacido para brillar en diciembre. Las calles huelen a castañas asadas y kürtőskalács, un pan dulce que se enrolla como un abrazo. Y luego está la ciudad de noche, cuando las luces se mezclan con el vapor de los baños termales al aire libre, como los del Széchenyi, donde metes los pies en agua caliente mientras el aire frío te acaricia la cara.
Para hospedarte en esta joya del Danubio, tres hoteles que no son solo un lugar para dormir, sino una experiencia en sí mismos. El Four Seasons Hotel Gresham Palace es una obra de arte Art Nouveau frente al río: columnas de mármol, techos de vidrio y una elegancia que no entiende de épocas. El Aria Hotel Budapest, en cambio, combina diseño contemporáneo con un homenaje a la música, sus habitaciones inspiradas en géneros musicales y una terraza que te regala vistas de toda la ciudad mientras brindas con champán. Y el New York Palace, que parece salido de un cuento, con su café del siglo XIX, todo dorados y frescos, donde tomar un café es como asistir a un recital. Estos hoteles no son solo para pasar la noche; son para formar parte de la historia de Budapest, aunque solo sea por unos días.
4. Ámsterdam, entre luces y canales
Pasar la Navidad en Ámsterdam es entrar en una especie de carrusel de luces que gira entre canales y bicicletas. Huele a chocolate caliente en cada esquina, el suelo está lleno de hojas que no se han rendido al invierno, y las fachadas estrechas y altas, con sus tejados puntiagudos, parecen decoradas a mano. El mercado navideño de Museumplein es un espectáculo, con patinadores dando vueltas sobre el hielo mientras tú sostienes un vaso de glühwein caliente, ese vino especiado que te envuelve más que el abrigo.
Si buscas un clásico donde hospedarte, el Hotel De L’Europe, que parece un palacio flotante junto al río Amstel es el indicado, con una decoración clásica que te transporta a otra época. Si buscas algo más moderno, el Pulitzer Amsterdam, en pleno centro, está formado por 25 casas del siglo XVII conectadas entre sí, como si el tiempo hubiera decidido quedarse atrapado entre sus paredes. Y si prefieres lujo contemporáneo, el Conservatorium Hotel es una obra maestra de arquitectura moderna dentro de un edificio histórico: techos altos, diseño impecable, y un spa que es como vivir la Navidad dentro de una nube.
5. Oporto, la ciudad sin prisa
Pasar la Navidad en Oporto es como meterse en una novela de azulejos azules y callejones que bajan al río Douro. Las mañanas saben a café y pastel de nata en alguna terraza, envueltos en mantas, mientras el sonido de las campanas de la Sé da paso a la vida en el centro histórico. En la Ribeira, los balcones parecen pelear por quién lleva más luces, mientras las barcazas descansan en el agua con la misma tranquilidad con la que cae la tarde. La Navidad en Oporto no es estridente, es cálida: un paseo por el mercado de São Bento, un brindis con vino de Oporto mirando las bodegas de Vila Nova de Gaia, o simplemente perderse en la ciudad, que siempre sabe encontrarte.
Si hablamos de dónde hospedarse hay que hablar del InterContinental Porto – Palácio das Cardosas, que está en el corazón de la ciudad, con vistas a la Avenida dos Aliados, y su estilo clásico y elegante te hace sentir como parte de la aristocracia portuguesa. El Torel Avantgarde, por otro lado, mezcla lujo con arte moderno: cada habitación está inspirada en un artista, y el resultado es una explosión de color y diseño con vistas al río. Y, para los románticos empedernidos, el Pestana Vintage Porto, en plena Ribeira, parece colgado sobre el Douro: sus habitaciones te regalan una postal desde la ventana, y su restaurante es el lugar perfecto para una cena que se alarga porque el tiempo aquí, como en la ciudad, no tiene prisa.