En el universo de Carrie Bradshaw, los tacones son declaraciones de intenciones, gritos de independencia y, a veces, hasta suspiros de amor. Durante más de dos décadas, Manolo Blahnik fue el apóstol de la feminidad urbana, y su principal evangelista fue Carrie Bradshaw.
Ella no necesitaba un taxi, necesitaba unos Manolos. Se perdía en Nueva York con ellos, huía de novios, corría por calles empedradas y, en su momento más icónico, le pidieron matrimonio con unos Hangisi azul zafiro. Nadie quiso a unos tacones tanto como ella. Pero los tiempos cambian…, y las suelas también.

La nueva pasión de Carrie Bradshaw tiene hebilla y pedigrí
Fue en la secuela And Just Like That donde el personaje de Sarah Jessica Parker sorprendió a sus fans al incorporar los salones Flower Strass de Roger Vivier a su repertorio. Valorados en más de 3.000 euros, brillaron en escenas clave, como su reencuentro con Aidan en la primera temporada de la secuela de Sexo en Nueva York.
En esta nueva temporada -la tercera, ya está el tráiler disponible y se estrena el 30 de mayo- la atención de los clásicos Manolos vuelve a desviarse para enfocar todos los flashes en una nueva joya: los Efforescence de Roger Vivier: satinados, en color pétalo de rosa y con hebilla floral de cristales.

¿Quiere decir esto que Carrie ha dejado a Manolo? No exactamente. Pero Parker -que con los años ha dejado de ser solo actriz para convertirse en diseñadora, empresaria y oráculo del estilo- parece jugar con la idea de que el fetiche no está en la marca, sino en el símbolo.
Hoy, el símbolo es un tacón fino, rosa y con una flor de cristal…, como si aportase una dimensión de madurez y elegancia que refleja la evolución del personaje de Carrie. Es una transición de lenguaje, como si un zapato de princesa se hubiese fugado a vivir a Manhattan.
Roger Vivier, el diseñador que revolucionó el calzado femenino con tacones imposibles
Roger Vivier, que ya vistió los pies de Catherine Deneuve en Belle de Jour e inventó el tacón stiletto, no necesita carta de presentación. Pero ver sus zapatos en los pies de la mujer que convirtió el calzado en objeto de culto en televisión es una nueva consagración.
En el París de entreguerras, cuando la alta costura empezaba a sacudirse el polvo de los siglos y las mujeres se alzaban sobre nuevas ideas y viejos prejuicios, apareció Roger Vivier. Su taller en la Rue Royale fue laboratorio y templo, y de allí salieron piezas que calzaron pies como los de Marlene Dietrich o la reina Isabel II en el día que se convirtió en leyenda.

En los años 50, cuando todo el mundo buscaba cómo afilar la silueta femenina sin pasarse de provocación, Vivier inventó el tacón de aguja. Y cuando el tacón recto le aburrió, se sacó de la manga el “Choc”, como una ola que se levanta justo antes de romper. Luego llegó el “Virgule”, una especie de coma invertida que parecía colgar del talón por arte de magia. Todo tenía una mezcla de matemática e impulso, como quien sabe que la belleza no necesita pedir permiso para ser rara.
Pero si hay un zapato que selló su legado fue el Belle Vivier: elegante, cuadrado, con hebilla plateada y alma de aristócrata francesa. Lo llevó Catherine Deneuve en Belle de Jour mientras aprendía que la doble vida también puede empezar en los pies. Desde entonces, Vivier dejó de ser solo un diseñador y se convirtió en parte del archivo sentimental del siglo XX.
Sabemos que Carrie Bradshaw sigue amando a Manolo. Pero ahora, como tantas veces en su vida, ha decidido abrir la puerta a algo nuevo. Y, cómo no, algo que se lleva mejor con un cosmopolitan en la mano.