ESTILO 14

Carmen Lomana: “El sexo por el sexo está sobrevalorado. Si no hay ternura y cariño, no vale para nada”

La autora de 'Pasión por la vida', unas memorias en las que describe de forma explícita el descubrimiento del placer, nos relata en primera persona una vida que ha disfrutado “en primera clase”

Carmen Lomana

A Carmen Lomana podemos describirla como icono de estilo, una de las poquísimas clientas de alta costura que quedan en Europa, una de las mayores embajadoras de la moda española, influencer y colaboradora en medios de comunicación. En cualquiera de estas facetas encajan unas cualidades que, sin duda, definen su personalidad: “Independiente, exigente conmigo misma, libre y valiente”. La publicación de su libro más personal, Pasión por la vida, ha motivado que queramos saber más de ella, de cómo amó, de su resiliencia y de su frenesí vital, casi extenuante.

Nos citamos para hablar en un rincón de un céntrico hotel de Madrid de inspiración clásica y con impecable armonía con esta mujer que hace de la estética y el lujo “una poderosa forma de inteligencia”. Carmen fue rompiendo muros que parecían infranqueables en una época y en un contexto en el que la secuencia lógica imponía convertirse en una simple costilla de Adán. Era para lo que se preparaba a las mujeres.

Nunca el matrimonio ha sido mi meta última. Amé a Guillermo y me casé, pero siempre prioricé mi independencia”, advierte. Con esta misma franqueza, describe cómo fue descubriendo el placer, diferente según la época de su vida, abarcando desde la ingenuidad de la adolescencia hasta el sexo casi con ira, pero catártico, que se permitió una vez viuda. “La primera vez que un chico me cogió la mano me pareció que me iba a quedar embarazada. Era muy inocente, pero me sirvió para avanzar lentamente e ir descubriendo mi cuerpo, los besos, los abrazos… Descubrir para luego hacer el amor con sentido”.

Carmen Lomana: “La primera vez que un chico me cogió la mano me pareció que me iba a quedar embarazada”

Sin perder sus exquisitas maneras y sin necesidad de pronunciar la palabra virgen más que para referirse a la Virgen del Carmen, cuenta cómo fue dejar de serlo. Lo vivió, según deducimos por la claridad con la que lo recuerda, sin tabú, sin represión, sin tomarlo como una pérdida de integridad física y moral. Rompiendo, por tanto, uno de los grandes tabús. “Mis primeros amores llegaron temprano, en la adolescencia. En Celorio, Asturias, me gustó muchísimo un alemán muy guapo. Tenía once años. Luego llegaron otros, aunque el que más me gustó fue Rodrigo, que estudiaba Medicina en Madrid y era futbolista profesional. Con él tuve mi primer momento de intimidad. En un coche, en La Coruña”.

Se llevaban siete años y recuerda que fue una historia de amor muy bonita. Cuando se abrazaron por primera vez, ella tenía 17 años. “En aquella época a esa edad éramos todavía unas memas, pero me hacía sentir muy bien”. Como suele ocurrir con los amores de verano, el invierno los separó y, con el tiempo, Carmen conoció a otro joven con el que estuvo a punto de casarse. Tres meses antes de la boda, reapareció Rodrigo y, con él, ganó el amor. “De nuevo los besos, la ternura… Era una locura y me dejé llevar por la pasión. Tenía ya 21 años. Organizamos una cena en La Coruña para celebrar mi cumpleaños. Rodrigo estaba allí entrenando y vino con nosotros. Después de cenar, me llevó en coche y allí, en los asientos de atrás, pasó lo que tenía que pasar”.

El detalle de cómo se sintió lo detalla Carmen en sus memorias. El dolor de la primera relación, las sensaciones, el impacto de la desnudez masculina, la ingenuidad, el encuentro con su madre al llegar al hotel en el que se alojaban… “No fue el cuento de hadas con el que todas las chicas sueñan, pero estábamos locamente enamorados”, dice. Y describe cómo fue experimentando el placer, descorriendo, de nuevo, esa gran prevención que ha habido en torno a la sexualidad femenina. “Cuando hay verdadero amor, el cuerpo lo pide. El sexo por el sexo está sobrevalorado. Si no hay ternura, cariño, amor, complicidad, no vale para nada. Ya no digo amor, que son palabras mayúsculas, aunque en mí sí lo hubo”.

Carmen Lomana ha sido criticada, calumniada y tachada de frívola o superficial, pero basta con detenerse en algunos capítulos de sus memorias para entender que ni lo uno ni lo otro. Su biografía está especialmente marcada por la pérdida de su marido, Guillermo Capdevila, y la imposibilidad de ser madre a causa de un error médico. “La muerte de Guillermo me sumió en una profunda depresión. Les pedí a las monjas clarisas, las mismas que habían bordado mi ajuar, que me dejasen ingresar en el convento. La madre superiora me ayudó a clarificar que no tenía vocación religiosa, sino un dolor muy profundo que tenía que sanar”. Necesitó dos años y medio de duelo y ayuda médica, pero logró salir adelante.

Carmen Lomana: “El dolor me consumió, y como el ave fénix, tuve que resurgir de mis propias cenizas”

“A veces -añade-, tratando de buscar consuelo, he pensado que igual mi matrimonio con el tiempo se habría vuelto plano y monótono. Que habríamos sufrido infidelidad por parte de uno de los dos. Son solo fantasías en mi mente para quitar la carga del dolor”. Reinventó su vida una vez más, igual que había hecho con su anterior duelo: el de la no maternidad por causas ajenas a su voluntad, a pesar de los todos intentos mediante reproducción asistida, pionera en aquella época, y duros procesos que la dejaron devastada física y emocionalmente. “El dolor me consumió, y como el ave fénix, tuve que resurgir de mis propias cenizas. No hay mal que mil años dure, ni pena que no pase. Me superé, me armé de valor…, de vida, en una palabra. Y aquí estoy, gritando a los cuatro vientos que la vida es bonita. Que merece la pena ser vivida”.

Hay que conocer a Carmen y leer su biografía o las costuras de sus vestidos para entender por qué usa la frivolidad para dar, como ella dice, “un aura distinta a los problemas”. La frivolidad y el tiempo han sido sus aliados. “¿Qué sería de nosotros sin el tiempo, que nos cura, reconduce, reinventa?” Habla de las mismas calamidades que han sufrido y sufren muchas mujeres en silencio y de los placeres que les han sido vetadosi. “Nadie nos enseñó a sacudirnos la culpa de muchas cosas. Romper ese silencio es mi gesto radical de libertad. Puedo decir que he disfrutado la vida en primera clase”.

TAGS DE ESTA NOTICIA