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Así se construye a un icono: el caso Georgina Rodríguez

‘Soy Georgina’ es el reality que millones de personas aman y odian. Su equipo ha sabido hacer de ella un personaje imprescindible en la actualidad pop

El reality de Georgina Rodriguez fue un éxito en el instante en el que aterrizó en Netflix. Hasta entonces poco se sabía de ella, conocida por ser “la novia de Cristiano Ronaldo”, que por cierto, apenas aparecía en el reality, por más que todo giraba a su alrededor. Al fin y al cabo, cada vez que cambia de equipo la familia ha de trasladarse allá donde toque, pero eso poco parece importarle a sus protagonistas.

El show se convirtió en una interminable concatenación de chascarrillos y frases con la profundidad de un charco acompañadas siempre de jamón ibérico, pero la nueva temporada viene a ser lo mismo que el resto de estas docu series en las que sus protagonistas son quienes deciden lo que grabar: un interminable publirreportaje. El manager de Georgina repite incesantemente lo mucho que han trabajado para que ella haya logrado ser portada de Vogue Portugal y México (no: de España NO) y se asegura de firmar contratos y encontrar looks con los que hacer de ella un icono. Lo sorprendente es que en esta nueva temporada ya lo es o al menos, es lo que el programa se esfuerza por hacernos pensar, porque ahí dónde ella va, su alrededor está empapelado de sus imágenes.

El mundo parece un parque temático de Georgina, y el programa ha conseguido que veamos cómo se crea a un icono pop en tiempo real. “Para mí es una fantasía maravillosa a la par que obscena, porque sé que es un fakeality que pretende proyectar una imagen determinada de Gio y de su vida con fines estrictamente comerciales. Lo veo como lo que es: una serie cualquiera de entretenimiento, como cuando veo The White Lotus o Paquita Salas.

Es cierto que, en esta tercera temporada, recién estrenada, se percibe la intencionalidad de mostrar a Gio como una diva del mundo de la moda, quizás por apartarla un poco del concepto “mujer de” para que el mundo empiece a percibirla como una mujer exitosa más allá de su relación con Cristiano Ronaldo. Pero me parece perfectamente estudiado el storytelling: en la primera temporada intentan mostrarnos una Georgina humilde, familiar, madraza, amiga de sus amigos, generosa, solidaria, blablablá y la segunda empieza con la pérdida de su hijo Ángel, tratando de mostrar humanidad y capacidad de superación”, explica a ‘Artículo 14’ Joan Miquel, autor de ‘Cuaderno de espiritualidad pop’. “La tercera está mucho más enfocada a venderla como personaje clave del mundo de la moda tratando de que sus éxitos estén presentes todo el tiempo como el hilo conductor de la temporada. Pero creo que esa evolución está perfectamente estudiada con el fin de venderla más allá de su relación con Cristiano. Al final esa docuserie es lo que es: una herramienta de marketing y un money maker para ella y su equipo”, asegura. Comenta además que el show intenta mostrarnos una parte espiritual de Georgina. “A mí me parece que es divertido todo eso de la Georgiología, que vaya a Fátima vestida de blanco como una virgen, que hable de las energías del desierto antes de soltar el comentario más frívolo de toda la temporada, etcétera. Definitivamente, la Espiritualidad Pop es la espiritualidad que necesitamos”, explica.

Joan Miquel cree que es posible programar celebrities o por lo menos, piensa que se pueden crear determinadas condiciones que lo faciliten. “Otra cosa diferente es el recorrido que tengan luego, y creo que ahí influyen distintos factores: sus talentos -si es que tienen alguno-, su capacidad de conectar con el público, su espontaneidad, su naturalidad, que siga interesando que esa persona sea conocida, etc. Que haya una intención real y se activen los mecanismos necesarios para conseguir hacer de alguien una celebrity es importante y ayuda mucho, pero no lo es todo y, desde luego, no asegura recorrido”, explica. Pero otra cosa diferente es convertirse en un icono pop: cree que eso es algo que no puede programarse. “En mi opinión es algo que sucede mucho más orgánicamente, no se puede fabricar, ya que implica no solo talento, capacidad de conectar con el público, espontaneidad, naturalidad, intereses, etc., sino también originalidad o uniqueness, humanidad real y no de la prefabricada, autenticidad, como por ejemplo tener la capacidad de mostrar algo tan intrínsecamente humano como la propia vulnerabilidad, capacidad de hacer cosas no vistas antes, tener buenos referentes en los que inspirarse y algunos otros factores. Y desde luego, lo más importante: tener la habilidad innata de ofrecer momentos icónicos que quedan en la memoria colectiva para siempre”, explica.

Cuando la revista ‘Forbes’ le preguntó cómo había logrado estar dónde está, no dudó: “A base de determinación. Estoy muy orgullosa de mi trabajo y de cómo he gestionado mi carrera, encontrando el equilibrio entre mi dedicación profesional, personal y familiar”, aseguró. Quienes se acercaron al reality de Georgina para saber más de la vida íntima de Cristiano Ronaldo se dieron cuenta pronto de que el futbolista apenas aparece en el show, y pese a ello, ha conseguido ser uno de los éxitos de la plataforma, algo que no tendría que extrañarnos tanto si pensamos que le siguen más de 63 millones de personas en Instagram.

Recorre las mejores alfombras rojas del mundo, consigue grandes contratos publicitarios e incluso desfila para los grandes de la moda. “Georgina Rodríguez es modelo, filántropa y deportista disciplinada. Es embajadora de Chopard, L’Oreal y ha trabajado con algunas de las marcas más importantes como JPG, Guess y Charlotte Tilbury. Tras el éxito mundial de su reality show en Netflix, que ha sido visto por más de 300 millones de personas en todo el mundo, se ha convertido en una de las celebridades más seguidas en Europa. Sus publicaciones en Instagram tienen un alcance de entre 35 y 55 millones, generando una gran cantidad de me gusta y comentarios. Sus historias en IG son vistas por más de 7 millones de usuarios. Más del 60% de su audiencia muestra interés en las cosas que comparte o publica”, reza su perfil de Angel Projects, la agencia de representación por la que dejó UNO Models.

Como ella misma dijo en la primera temporada de su reality, “Antes vendía bolsos en Serrano. Ahora los colecciona”… Y nosotros vemos cómo lo hace. En el show asegura que le faltan horas a sus días para hacer todo lo que ha de hacer, pero lo comenta mientras se toma un café, juega con sus hijos o le dan un masaje en la cabeza. Desde luego, si tu día consiste en que te masajeen y maquillen, es normal que creas que necesitas más horas… ¿Quién no querría seguir comprando Birkins, comiendo jamón y viajando en jet privado? Georgina ha conseguido que a pocos les importe la escasa presencia de Ronaldo, cuyo nombre puede repetirse tres veces ante el espejo, pero no va a aparecer. Cuando lo hace, se encarga de repetir constantemente que está en un show de Netflix, y el programa se asegura de recalcar, por si alguien no lo sabe ya a estas alturas, que es uno de los mejores futbolistas del planeta. “Georgina se presenta ante el mundo evocando dos arquetipos femeninos tradicionales: la madre que se queda en casa mientras el padre gana dinero y la esposa que disfruta gastándoselo. Reproduce roles clásicos, aunque pasados por el filtro moderno del triunfo personal y la pornografía del lujo, de madre, esposa, mujer silenciosa, mujer coqueta, mujer cuyo estatus social depende de un hombre y mujer que espera pacientemente a que su novio le pida matrimonio (“Ojalá, pero no depende de mí”, decía en una exclusiva en ¡HOLA! y repite, dos años después, en el jet privado durante el tráiler de Soy Georgina). Georgina personifica el formato de femineidad con el que, a pesar de todo, buena parte de la sociedad se sigue sintiendo más cómoda”, escribe Juan Sanguino en ‘Vanity Fair’.

Pero, ¿muestran estos realities la vida real de sus protagonistas? “Son docuseries. Ficción. Están cocinadísimos, como casi todo lo que sucede en la televisión y en los pseudo-realities que producen las plataformas de streaming. Son herramientas de promoción, publicidad, branded content, entretenimiento… Llamémosle como queramos, que son lo que son. Ficción muy bien estudiada donde todo está manipulado para proyectar determinada imagen con diversas finalidades”, dice Joan Miquel.

Georgina se ha asegurado siempre de controlar su narrativa, y por eso, hasta la llegada del reality, sus redes eran la única forma de que la gente supiera de ella. “Todos saben mi nombre, pero muy pocos saben quién soy”, reza el lema del programa pero en realidad, tampoco sabemos mucho más de ella, porque más allá de repetir incesantemente lo importante que para ella es su familia, cualquier tema minimamente controvertido jamás aparece, y las conversaciones que tiene con su círculo cercano (aunque esta temporada, sus amigos han dejado paso a su glam squad) son tan superficiales que poco más sabemos de ella de lo que nos ha contado en su perfil de Instagram, donde priman las fotos, no los textos, y por supuesto, la ostentación del lujo. Porque el programa ofrece lo que ahora ansiamos ver: la forma en la que los multi millonarios gastan sus fortunas. La historia de esta Cenicienta moderna ya la conocemos, y ahora lo que queremos es ver por dónde pasea sus Louboutin mientras suelta alguna incoherencia. Asegura que le da completamente igual lo que piensen de ella, y no es raro: vive rodeada de caprichos en una mansión de Riad valorada en 12 millones de euros. Quien ríe el último ríe mejor, pero quien ríe desde el lujo, lo hace con gusto. Quien le pida profundidad o verdad al reality de Georgina se va a llevar un chasco, pero quien sepa disfrutarlo por lo que es, un paseo por la vida de quienes creen que Ryanair es el nombre del concursante de algún reality, disfrutarán viendo el show, que nos permite ver cómo se construye a un icono a base de trabajo, sí, pero también de dinero, millones de seguidores y cómo no, de Netflix.