Anne Hathaway nunca fue una actriz cualquiera. Su encanto y naturalidad se convirtieron en arma de doble filo y pasó de ser una de nuestras favoritas en El Diablo viste de Prada (con un reparto estelar: Meryl Streep, Emily Blunt o Stanley Tucci) a desatar una tormenta de juicios inesperados cuando, según opinan muchos internautras, la fama “se le vino arriba” y pasó de ser una chica normal, el mejor de los cumplidos hoy en día, a una diva. Ahora, cumplidos los 42 años, Hathaway se ha ganado una redención pública.
Todo comenzó a desmoronarse justo después de su impecable interpretación en Los Miserables (2012), que le valió el Globo de Oro y el Oscar de la Academia. Dos años después le llegó otra oportunidad de oro, justo cuando el director Christopher Nolan la eligió para Interstellar, ignorando la negatividad que rodeaba a la actriz y viendo en ella lo que los “haters” no podían: talento puro y una presencia inigualable.
Anne Hathaway era por aquel entonces una de las favoritas de Hollywood, pero también empezaba a molestar a algunos. ¿La razón? ¿Una perfección abrumadora? Sus discursos de agradecimiento fueron criticados en exceso y muchos fans la acusaron de “entrega” y “falsedad”.
En la era de las redes sociales, no pasó mucho tiempo antes de que empezara a aparecer un hashtag curioso: “#Hathahaters.” El público y algunos colegas de profesión veían en ella algo demasiado ensayado, y su perfeccionismo comenzó a interpretarse como algo irritante. Recientemente, la actriz se volvió a situar en el centro de la polémica cuando se difundieron imágenes de ella pidiendo calma a sus seguidores durante un evento. Rodeada de una multitud e intentando firmar autógrafos, Hathaway solicitó al público que guardara la calma para que todos pudieran recibir su firma de manera ordenada. Este gesto, aunque estaba claramente motivado por una intención de ser justa con todos los fans, fue interpretado de diversas maneras: algunos lo vieron como una muestra de profesionalismo y cortesía, mientras que otros lo interpretaron como una actitud distante o incluso arrogante.
Pero en lugar de esconderse o cambiar su forma de ser, la actriz eligió enfrentarse al juicio del público con gracia. En varias entrevistas ha dejado ver su lado vulnerable, el lado de la mujer que pasó de buscar aprobación a vivir su vida bajo sus propios términos. En una de ellas habló abiertamente sobre la importancia de la autoestima y de aprender a quererse a una misma para resistir el peso de las opiniones externas. Hathaway explicó que en la industria del entretenimiento, y en la vida en general, es fundamental tener una base sólida de amor propio. “Si no te amas, puedes terminar siendo arrastrada por la negatividad que a veces hay en el ambiente”, comentó, refiriéndose tanto a los comentarios de los medios como a las críticas en redes sociales. La intérprete siempre ha hecho hincapié en la importancia de tener una percepción clara de uno mismo y no depender del aplauso o las críticas para definirse.
Hathaway ha intentado posicionarse como una voz que defiende la autenticidad y la necesidad de proteger el propio bienestar mental frente al escrutinio público. En ese sentido, esta dicotomía entre su trato directo y su mensaje de amor propio resalta el desafío de ser una figura pública querida por unos y criticada por otros.
Hoy es la actriz que baila en una fiesta sin preocuparse por los paparazzi, la mujer que no teme hablar sobre las duras lecciones que le enseñaron las críticas, y alguien que ha convertido esa perfección criticada en un ejemplo de autenticidad.