ESTILO 14

Anabel Pantoja: medio país enganchado a la vida de su hija

La sobrina de Isabel Pantoja, que lidia a estas horas con miedos que ni siquiera sabía que existían y se arma de fortalezas que desconocía, ha generado un efecto espejo en miles de mujeres gracias a su personalidad

Cortesía Instagram

En siete días, Anabel Pantoja nos ha servido el guion para una cautivadora y cálida historia de amor. Esta mujer, irónica, generosa, vibrante, pasional y con tendencia al histrionismo y a teatralizar sus estados de ánimo, de repente se ha vuelto una guerrera. Ha pasado de ser una recién parida frágil y temerosa en periodo de postparto a una luchadora que se exige a sí misma creer en un fin que todavía no puede ver y luchar por Alma, un ser mucho más vulnerable que ella.

Es el coste de la creación, aunque suene despiadado. Visibilizó sus molestias antes, durante y después del parto y algunos aspectos de la salud femenina a menudo silenciados, pero la vida le ha enseñado que todo ello era transitorio, pueril, si tenemos en cuenta que desde el 9 de enero vive literalmente pegada, igual que su pareja, David Rodríguez, al corazón de su hija. Fue su promesa al nacer: “Eres ya para siempre y vamos a protegerte con la vida”. Son las palabras que le escribió solo unas horas después de dar a luz, el 23 de noviembre. “Te voy a querer hasta que se apague el sol”, añadió.

Es su compromiso y este es su momento. Caso aparte es la expectación que ha despertado. De repente, el tiempo parece haberse detenido y media España vive pendiente de la última hora. A pesar del impasse, cada minuto que pasa es tiempo ganado. ¿Por qué esta empatía con Anabel? Dejando a un lado nuestro carácter folclórico, que tan bien conecta con el tono teatral y el lenguaje directo de la sobrina de Isabel Pantoja, es fácil identificarse con ella, igual que lo hicimos con su ternura y con su histeria cuando le llegó el tiempo de las hemorroides o cada vez que deja fluir el llanto en medio de una cascada emocional.

Es expresiva y muy genuina en su forma de manifestarse. En esa autenticidad, más de dos millones de seguidores y otros muchos miles de curiosos que suelen asomarse a sus redes sociales encuentran un vínculo seguro y saludable. Resulta llamativo que, después de una vida en la pantalla, aún no podamos definir si es tertuliana, colaboradora, concursante, show woman o una singular composición de todo ello. Las redes sociales aportan el término influencer y en él Anabel ha encontrado el espacio perfecto para sacarle rédito económico a sus defectos y vulnerabilidades, anécdotas, ilusiones, inquietudes, dramas, alegrías, terrores…

Ahora más que nunca, nos toca el corazón y encontramos en esas lágrimas que llora en la intimidad de su gente un eco de nosotros mismos, como madres o como hijos. Su hija Alma nos pone en la piel la batalla de la vida que libra cada bebé que tenemos o hemos tenido en brazos. Y queremos creer que la incalculable fuerza de la maternidad es mayor que cualquier otra imposición.

Anabel es en estos momentos un enorme ecualizador que permite que miles de mujeres se identifiquen con ese amor incondicional que se expresa en su forma más pura y que, a pesar de ser natural, se aprende a golpe de experiencia transformándonos en esencia. Complejo, pero maravilloso. Sin duda, la tarea más noble. En esas se encontraba la sobrina de la tonadillera, asumiendo cómo adaptarse a su nueva vida, a sus noches sin descanso, a su recuperación física, a la búsqueda de pequeños placeres privados… cuando la realidad le brindó su lección más brutal.

¿Por qué nos tiene enganchados?

Anabel es la expresión más viva del apego materno filial del que tanto vienen hablando los científicos en las últimas décadas, de cómo algunas regiones del cerebro que controlan la empatía, la ansiedad o la interacción social se van ensanchando durante la gestación, de la reacción puramente química que despierta en la madre una actitud protectora y demás sentimientos y de ese apego prenatal que se gesta incluso antes de nacer.

Su vínculo con Alma nació antes de concebirla. El anhelo de maternidad fue suficiente para desarrollar las habilidades emocionales y cognitivas con las que empezó a forjarse el nexo de amor entre la madre y su bebé durante la gestación. Anabel lo ha hecho visible y todo lo que nos fue contando de su embarazo era un buen predictor de ese fascinante lazo entre madre e hija. Su comportamiento está apoyado por muchos estudios científicos sobre apego prenatal y relación filial que no viene al caso citar.

Por la riqueza narrativa, la continuidad de sus emociones, la presencia de afectos, la información sobre sí misma, su bebé, su pareja o su propia madre, Anabel nos ha regalado el ejemplo más veraz de cómo nace el instinto maternal, todo un privilegio. Después de dar a luz, nos contó que vive enganchada a sus sonrisas y a sus gestos. Y confirmó, de la manera más natural y espontánea, que basta con mirar a un bebé para que ese conjunto de neuronas que forman la amígdala crezca y genere una cascada de emociones y sentimientos intensos, formando las estructuras básicas que le definirán en un futuro. Ese amor es ahora la mejor inversión para su hija.

Es fácil entender la expectación en torno al hospital canario donde se encuentra buena parte del clan Pantoja. Durante años, Anabel ha mantenido una intensa comunicación emocional. Es imposible no empatizar con ella, reír con ella, sufrir con ella. Amarla. Sabe que una guerrera no se rinde y que cualquier tiempo difícil se supera.

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