Han concluido los desfiles de septiembre en las capitales de la moda. Nueva York, París y Milán han marcado el pulso de lo que será tendencia en las próximas temporadas. Colores, cortes, largos y patrones: el Olimpo de la moda ha decidido lo que llevaremos en el futuro cercano. Sin embargo, hay un regreso que preocupa: las siluetas ultra delgadas han vuelto a las pasarelas.
Expertas del sector no han tardado en alzar la voz. Ana Murphy, editora de The Times, y Chioma Nnadi, directora de Vogue Reino Unido, han advertido sobre un preocupante retroceso en términos de inclusión corporal. Ambas coinciden en que los desfiles de esta temporada presentaron modelos más delgadas que en años anteriores. Según Murphy, “era un comentario recurrente entre los asistentes al finalizar los desfiles”. Kenya Hunt, editora jefe de Elle Reino Unido, fue más allá, afirmando: “Estamos viendo un tipo de delgadez extrema en la pasarela que va más allá de la talla cero, alienando tanto a las mujeres del público como a las millones que siguen los desfiles desde casa”. Este giro es especialmente inquietante después de más de 10 años de avances en la industria. Durante la última década, el debate sobre la diversidad de cuerpos y tallas parecía haber alcanzado un punto de no retorno, acompañando la creciente fuerza de la sexta ola del feminismo. Las pasarelas empezaron a mostrar una variedad de formas y tamaños, y muchas personas creían que la inclusión ya estaba profundamente arraigada en el sistema.
Se había recorrido un arduo camino hacia la normalización de diferentes tipos de cuerpos, con una creciente conciencia social en torno a la aceptación de las formas corporales. Sin embargo, este progreso parece estar en retroceso. En 2024, marcas icónicas como Balenciaga, bajo la dirección de Demna Gvasalia, y Stella McCartney son los que más han apostado por una estética que, según las críticas de moda, promueve de nuevo a las mujeres ultradelgadas, evocando un estándar corporal que muchos consideraban superado. Pero hace un año, en los desfiles de 2023, otras voces acusaban de lo mismo a Miu Miu o a Gucci (que estrenaba liderazgo de Sabato de Sarno).
Según el informe de inclusión de Vogue Business publicado el 8 de octubre, durante la pasada semana de la moda (primavera-verano 2025), “El movimiento body positive ha perdido fuerza. Solo el 0,8% de los 8.763 looks presentados en 208 desfiles era talla grande, El 4,3 corresponderían a una talla media y el 94,9% serían modelos s o xs.
Cabe preguntarse si este paso atrás es una reacción a las críticas que surgieron con el movimiento curvy, que en ciertos sectores llegó a generar un intenso debate. ¿Se había exagerado la promoción de cuerpos con sobrepeso? ¿Es correcto, en nombre de la inclusión, normalizar estilos de vida que algunos consideran poco saludables? Estas preguntas, lejos de tener respuestas simples, han avivado una discusión sobre el equilibrio entre la aceptación corporal y la promoción de la salud.
Según Llanos Gómez, Doctora y profesora de Sociología de la moda en la Universidad de Diseño, Innovación y Tecnología, UDIT, “durante unos años hubo una cierta sensibilidad sobre las tallas, pero se ha quedado en los márgenes. Las marcas no renuncian a tener un cuerpo diferente, pero han tratado de hacer lo políticamente correcto. Esa modelo que parece en el desfile con un aspecto distinto, con otra morfología, solo es un ejemplo, una muestra de que hay sensibilización. La industria de la moda ofrece resistencia a mostrar cuerpos que no sean delgados. Una implicación real supondría que ese compromiso tomara forma a largo plazo y con muchas modelos de morfologías distintas. Sí que se ha conseguido que entren en las pasarelas mujeres de mayor edad, pero siempre con cuerpos muy delgados”.
Vuelven los 90: vuelve la delgadez extrema
Llevamos ya tres o cuatro temporadas en las que vemos desfilar tendencias noventeras en la pasarela. Y no podemos olvidar que fue en los años 90 cuando el éxito estelar de Kate Moss, con su cuerpo adolescente y rostro prepuber, marcó un antes y un después en la moda. Su icónica campaña para Calvin Klein se convirtió en el estandarte de un nuevo tipo de belleza que glorificaba la delgadez extrema. La industria, desde las revistas hasta las grandes firmas, entró en un momento complicado, donde las modelos al borde de la inanición se convirtieron en el modelo a seguir. Era la época de los pantalones de cintura baja, las minifaldas ultra cortas y el estilo grunge que, con su estética homeless, celebraba una delgadez casi enfermiza.
En aquellos años, la delgadez extrema se convirtió en tema de debate global, llegando incluso a la política. Bill Clinton, durante su mandato, pronunció un discurso que siempre será recordado en el que advertía sobre la influencia dañina de las imágenes de este tipo en las revistas de moda.
Fue en los 90 cuando surgió, no lo olvidemos, un término que alarmó al mundo entero: heroine chic. Esta tendencia hacía referencia a una delgadez tan pronunciada que evocaba a los drogadictos en sus peores momentos, con ojos hundidos, piel pálida y cuerpos esqueléticos. El nombre de la tendencia trataba de manera muy gráfica cómo se estaba glorificando una estética peligrosa cuyo ideal de belleza era inalcanzable y extremadamente insalubre. Lo que debía ser un referente de estilo se había convertido en un peligroso ideal de belleza.
Hoy, esa misma estética está resurgiendo en las pasarelas y, por desgracia, parte de la Generación Z la acoge como si fuera nueva. Figuras Kaia Gerber o Lila Moss son la viva imagen de sus madres y de los cuerpos ultradelgados de aquella época, mientras que en plataformas como Instagram y TikTok triunfa un hashtags relacionado con la extrema delgadez, #thinspo. En él se unen las palabras thin e inspo -inspiración en la delgadez-, sobran explicaciones. Este renacimiento, se trate o no de una moda nostálgica, tiene un trasfondo oscuro sobre el que hay que alertar.
Por otra parte, en el último informe sobre diversidad de Vogue, se atribuye este cambio de dirección a la aparición del Ozempic, el medicamento para la diabetes que ayuda a adelgazar de manera inimaginable hasta hace muy poco: “Antes era caro y estaba reservado a a celebridades, ahora se está volviendo más barato y accesible”, explican desde la revista. La cuestión de fondo es si la moda, un escaparate global que influye en millones de personas, está retrocediendo a los estándares de belleza del pasado o si simplemente está buscando un nuevo punto de equilibrio en este complejo terreno. ¿La industria ha aprendido algo de su pasado o está destinada a repetirlo?