Al celibato se llega, casi siempre, a la fuerza. El detonante es una ruptura, un desencanto amoroso, una herida emocional no superada, apatía sexual… Una vez instalados ahí, es fácil que adquiera el efecto del hábito y lo que empieza como resignación acaba en un placer demasiado suntuoso como para abandonarlo. Y entonces solo queda que corazón y razón se pongan de acuerdo.
Frente al corazón, biológicamente preparado para amar, se impone la razón desplegando mil excusas: libertad, amor propio, empoderamiento… “Nosotras definimos nuestros propios ‘y fueron felices’ por nosotras mismas”, resuelve Jennifer Aniston. A esta oda al celibato en la madurez se suma la periodista Valérie Trierweiler, ex de François Hollande y, por tanto, primera dama francesa entre 2012 y 2014. Tiene 59 años y acaba de publicar, junto a Constance Vergara C’est pour une amie, todo un manual para quinquas (cincuentonas).
En sus páginas, las autoras hablan de los trastornos derivados de la menopausia, pero también de la alegría de esa nueva libertad ganada después de superar rupturas y decepciones. Saturadas de aplicaciones de citas y colmadas de experiencias sexuales inenarrables, ahora se proponen quitarle dramatismo a la vida y sonreír rompiendo cualquier cliché referido a la edad o a su condición de mujer postmenopáusica. El mensaje que emiten es claro: “¡Déjennos en paz!”.
Recuperar la soltería a los 50 implica, salvo excepciones, un periodo de abstinencia sexual más o menos efímero y a veces perpetuo. Frente a esta circunstancia, la mujer reivindica una vida erótica para seguir sintiéndose viva y sensual, pero sin condición de ningún tipo. Trieweiler y Vergara alaban el celibato, aunque admiten que las relaciones a esta edad se disfrutan sin la presión del reloj biológico para ser madre o edificar una vida con niños. “Este alivio facilita la relación, no hay tanto en juego y, si no es la persona adecuada, cada un continúa su camino. Igual no sabemos exactamente lo que queremos, pero estamos convencidas de lo que no queremos y lo que no queremos es hacer demasiadas concesiones”. Tampoco descartan la posibilidad de enamorarse perdidamente y que la ruptura duela como a los 20.
La idea que exponen estas autoras francesas es una tendencia creciente en las redes sociales. En TikTok, el hashtag #celibacy tiene millones de visualizaciones, publicaciones y comentarios. Sus practicantes dicen que la abstinencia sexual ha mejorado su nivel de concentración, que lucen mejor piel o que se sienten más enérgicas. Hay opiniones tan descabelladas como las de mujeres que aseguran que les ha crecido el pelo más rápido, se les ha aclarado la piel o que han equilibrado sus niveles de pH en el rostro y en el cuerpo.
Sobra señalar que, desde el punto de vista médico, no hay ningún beneficio para la salud que se base en la abstinencia sexual, aparte de la garantía absoluta de que no quedará embarazada ni contraerá una infección de transmisión sexual.
No hay en ellas una inclinación ideológica política ni un determinado credo religioso. Tampoco son feministas que exponen su negativa al sexo como una forma de oposición al patriarcado, aunque a veces sí y mencionan a Gabrielle Brown, autora de un ensayo en el que defiende la renuncia al sexo como forma de empoderamiento. En general, si hay una etiqueta dominante es la búsqueda de bienestar y crecimiento personal. Y ahí aparecen celebridades como Lady Gaga, que hace tiempo afirmó que los períodos de celibato le permitían ser “fuerte e independiente”.
Sin quitarles razón, habría que analizar si ese celibato que se celebra en las redes sociales no será la zona de confort donde se agazapan muchas mujeres maduras incapaces de asumir que su cuerpo ya no es el de los 20, ni siquiera el de los 40, y que la menopausia trae consigo algunos trastornos, como la sequedad vaginal y dificultades en la penetración. Los cambios hormonales en esta etapa interfieren en la respuesta sexual, pero hay soluciones médicas muy diferentes a la renuncia sexual. Ni siquiera a nivel emocional, resulta el método más sano de sanar traumas. El riesgo de abandonarse abunda entre esos millones de usuarios que aplauden los vídeos de Tiktok.
El celibato no es solo una moda que se expande en las redes sociales o la última genialidad de la ex primera dama francesa para regresar al mercado editorial Los estudios lo corroboran con resultados que indican que no se limita a las mujeres en torno a los 50. “Hay una tendencia a largo plazo entre la gente de hoy, en general, a tener menos sexo con menos parejas”, asegura Justin Lehmiller, investigador del Instituto Kinsey, en su podcast Sex and Psychology. “Los humanos son cada vez menos activos sexualmente, y algunos renuncian al sexo por completo”. Como muestra, una encuesta británica en la que el 22% de las mujeres y el 16% de los hombres de 16 a 74 años admiten que no son sexualmente activos, sin que esto suponga para ellos un problema. Son datos que se repiten en la mayoría de las encuestas.
Según advierte Lehmiller, en Estados Unidos cada vez hay más mujeres que se plantean si el sexo vale la pena teniendo en cuenta los riesgos que deben asumir. Cita los comportamientos tóxicos, el rechazo brutal o la despiada competición en la búsqueda de pareja cuando se eligen las aplicaciones de citas como forma de ligar. En esta nueva cultura sexual que se ha implantado, hasta el sexo casual empieza a estar bajo sospecha. Así las cosas, cada vez más mujeres deciden abandonar su vida sexual de una manera progresiva y a veces ni siquiera intencionada. Parece desquiciado, pero habrá que esperar a que esta nueva oleada de cincuentonas abstinencias confirme si valió o no la pena.