En un rincón silencioso del norte peninsular, donde el verde lo domina todo y los caminos conservan siglos de historia, se encuentra Gatica, un pueblo del País Vasco que aún escapa al ruido del turismo masivo. Aquí, entre colinas suaves y bosques frondosos, se alza una fortaleza que parece brotar de la bruma de un sueño: el Castillo de Butrón.
Apenas a veinte minutos de Bilbao, este pueblo del País Vasco guarda uno de los secretos arquitectónicos más sorprendentes de Europa. Porque, aunque el país está salpicado de fortalezas, pocas tienen la fuerza visual y la atmósfera evocadora del Castillo de Butrón, declarado por National Geographic como uno de los más bellos del continente.
El origen medieval de una joya escondida
El pueblo del País Vasco de Gatica fue testigo, ya en el siglo XI, del nacimiento de este castillo. Lo que comenzó como una casa-torre defensiva de la familia Butrón se transformó, con el paso del tiempo, en un escenario de rivalidades, guerras de linajes y luchas de poder propias del medievo vasco.
Durante el siglo XIV, el edificio adquirió una estructura más compleja, adaptada a los tiempos convulsos de las guerras de bandos. Así, el pueblo del País Vasco se convirtió en punto estratégico para las disputas nobiliarias que marcaron una época de sangre y ambición.

Tras siglos de abandono y decadencia, el Castillo de Butrón vivió su renacimiento en el siglo XIX, cuando el Marqués de Cubas, aristócrata y arquitecto, decidió reconstruirlo bajo los cánones del neogótico. Inspirado en los castillos bávaros, convirtió esta antigua fortaleza en una fantasía arquitectónica.
Esta restauración, más estética que funcional, marcó para siempre la silueta del castillo. Desde entonces, la imagen de Gatica como pueblo del País Vasco que alberga un castillo de cuento se ha ido consolidando entre quienes buscan en el norte algo más que playas y gastronomía.
Un escenario que parece irreal
Rodeado por más de 35.000 metros cuadrados de bosque, el Castillo de Butrón parece suspendido en el tiempo. Las torres puntiagudas, los muros tapizados de musgo y los caminos de tierra húmeda que lo rodean conforman un entorno que deja sin aliento.
Visitar este pueblo del País Vasco significa adentrarse en una postal que parece salida de una novela de fantasía. Aunque hoy el interior del castillo permanece cerrado, la experiencia de contemplarlo desde el exterior es tan poderosa que justifica la visita. Pasear por su entorno, hacer un picnic o simplemente dejarse envolver por su magia es ya parte del ritual.