Muchas veces cuando queremos hacer turismo miramos lejos de nuestras fronteras, tratando de encontrar el último sitio de moda al que viajar, o un lugar que cumpla con lo que queremos cueste lo que cueste. Sin embargo, hay veces que si nos complicáramos menos la vida, acertaríamos. Por ejemplo, para quien esté buscando un destino con aire medieval, vistas de postal y la brisa del Mediterráneo, lo puede encontrar sin salir de España. Y es que a menos de dos horas de Valencia tiene una joya que parece sacada de la costa de los Balcanes. Se trata de Peñíscola, una localidad que combina historia, playas espectaculares y un casco antiguo que evoca a las ciudades amuralladas más icónicas de Europa, como Dubrovnik.
Ambas comparten algo más que el encanto del mar: su arquitectura, sus fortificaciones y ese ambiente de cuento que parece transportarte a otro tiempo. No es casualidad que Peñíscola haya sido elegida como escenario de series y películas de época. Su fortaleza sobre el mar, el Castillo del Papa Luna, se alza majestuoso en lo alto de un promontorio, al igual que las murallas que rodean la ciudad croata.

Peñíscola está plagada de secretos
Pero Peñíscola es mucho más que su famoso castillo. Perderse por su casco antiguo es descubrir un laberinto de calles empedradas, fachadas blancas con balcones floridos y rincones únicos como la Casa de las Conchas, que atrapa todas las miradas con su original decoración.
Y si te gusta la naturaleza, no te puedes perder El Bufador, una curiosa formación natural en la roca que, con el mar agitado, lanza chorros de agua y produce un sonido característico que sorprende a los visitantes. Este fenómeno, junto al resto de encantos naturales y culturales del municipio, crea una experiencia tan auténtica como única.
El legado de las civilizaciones que han pasado por aquí —fenicios, romanos, árabes o bizantinos— se respira en cada rincón. Desde el Portal de Santa María, que da acceso al recinto amurallado, hasta el faro del siglo XIX o la Iglesia de la Virgen de la Ermitaña, el paseo por Peñíscola es un viaje por la historia.
Y por supuesto, no podemos olvidar las playas. La extensa playa Norte, perfecta para quienes buscan vistas urbanas con encanto medieval; la playa Sur, más tranquila y recogida; o las pequeñas calas escondidas entre acantilados, como Badum, te permitirán disfrutar del mar como si estuvieras en alguna ensenada de Croacia. Especial mención merecen las apartadas playas del Pebret y del Russo, en plena Sierra de Irta, donde el agua cristalina y la arena dorada te harán pensar que has cruzado el Adriático.
Un enclave privilegiado
Una de las mejores cosas que tiene Peñíscola es su localización, pues aunque está en la zona mediterránea, está cerca de todo. Apenas tiene una distancia de 148 km con Valencia, y hasta ella se puede llegar fácilmente en coche por la AP-7. Es decir, es un viaje corto que te puede transportar a un destino con alma mediterránea y esencia balcánica. Pero tampoco está excesivamente lejos de Madrid o Barcelona, lo que significa que para todo aquel que quiera visitar un lugar diferente, con muchas opciones y sobre todo, bonito, hay muy pocos sitios que cumplan con los requisitos tan bien como Peñíscola.