Cada domingo, en el corazón del barrio de Beteró, ocurre algo mágico. Hablamos del Rastro de Valencia, un mercadillo callejero que atrae a coleccionistas, curiosos y amantes de lo antiguo. Este mercado, con su ambiente bullicioso y su amplia oferta de objetos únicos, se ha convertido en un punto de referencia para aquellos que buscan tesoros vintage, reliquias históricas o simplemente pasar una mañana diferente entre amigos o en familia.
Situado en una parcela de 12.000 metros cuadrados, el Rastro de Valencia es un viaje en el tiempo. Con sus más de 500 puestos que ofrecen desde herramientas hasta antigüedades, muebles viejos, ropa o libros antiguos, es el lugar perfecto para aquellos que disfrutan del encanto de lo antiguo y lo reutilizado.
El nuevo hogar del Rastro de Valencia en Beteró
El Rastro de Valencia no siempre ha estado en su ubicación actual. Hasta 2020, el mercado se encontraba junto al estadio de Mestalla, entre las avenidas de Aragón y Suecia. Sin embargo, el ayuntamiento valenciano decidió invertir más de un millón de euros para trasladar el mercadillo a su nuevo emplazamiento en Beteró, en el distrito de Poblados Marítimos, después de la irrupción de la pandemia. Esta nueva ubicación, cerca del tradicional barrio del Cabanyal, se ha convertido en un lugar perfecto para aquellos que quieran aprovechar la mañana para disfrutar del mar y la cultura local.
El mercado abre todos los domingos y algunos festivos, desde las 9:00 hasta las 14:00 horas. El espacio está vallado para garantizar la seguridad de los asistentes, y es fácilmente accesible tanto en transporte público como en coche. Se puede llegar en metro, bajando en la parada de Beteró. O en autobús, con la parada más cercana en Lluís Peixó-Tarongers.
Un mercadillo con mucha historia en la ciudad de Valencia
El Rastro de Valencia es casi tan antiguo como la ciudad misma. Según las crónicas locales, sus orígenes se remontan a un zoco musulmán. Más tarde, con la conquista de Valencia por parte del rey Jaime I de Aragón, el monarca concedió el privilegio de celebrar un mercado semanal, que fue transformándose con los años. A finales del siglo XIX, este mercado se ubicaba en las cercanías del Mercado Central, en lo que era el centro comercial de la ciudad.
En esa época, el mercado ambulante era esencial para la economía local. Chatarreros, libreros, traperos y vendedores de muebles viejos se reunían alrededor de la Iglesia de los Santos Juanes. Muchos de estos productos de segunda mano eran una fuente de subsistencia para los valencianos. Esta tradición se ha mantenido hasta nuestros días. Y, aunque el mercadillo ha cambiado de ubicación y ha crecido en tamaño, sigue siendo el lugar donde los nostálgicos y curiosos encuentran un pedazo de historia para llevarse a casa.