No hay una Navidad en la que algún colega periodista internacional me pregunte qué es “el gordo“ (léase con acento extranjero) y por qué los españoles tenemos tal devoción por la lotería. Confieso que tengo una respuesta aprendida: “Más que un juego, es una tradición, una ilusión compartida que a veces parece una obsesión nacional”. En los últimos años, además, los que necesitan imágenes para sus informativos, también me demandan un buen enclave dónde preguntar y grabar. Sin duda, si están en Madrid, les aconsejo ir a la administración de “Doña Manolita”, ubicada en el corazón de la capital española, y donde se palpa esa pasión por la lotería navideña.
Sin embargo, además del nombre y la localización, en la calle del Carmen, reconozco que antes de escribir esta crónica conocía más bien poco sobre la vida y obra de Manuela de Pablo, una de las más ilustres madrileñas. Por suerte, existe la fantástica hemeroteca española.
Todo sobre “Doña Manolita”
Esta empresaria de una España que ni siquiera permitía a las mujeres votar, montó su primer negocio en la Calle Hortaleza de Madrid. Al cumplir los 25 años, en 1904, ligó su destino a la fortuna de los españoles. Abrió la Administración nº 67, en la calle de San Bernardo. E hizo bien su trabajo, pues la prensa del momento se desvivía por esta carismática lotera.
Por ejemplo, en 1923, hace más de 100 años, el diario La Voz de Madrid aseguraba que “los madrileños estaban de enhorabuena (…). Las tres series del 80.329 y todas sus centenas y aproximaciones han sido vendidas en décimos sueltos por una señora que tiene la dicha de poder hacer ricas a cuantas personas juegan a la lotería con ella”.
“Simpática y afortunada”
Así se gestaba una leyenda: “Si a usted le dicen que en Madrid ha tocado un premio “gordo”, no pregunte quién lo vendió: fue doña Manolita de Pablo, la afortunadísima y simpática lotera de San Bernardo, 18″. (Léase rápido y con voz de aguda en tono periodístico del siglo pasado).
Los periodistas de la época hablaban de que la suerte de doña Manolita “asombra, maravilla”, y se preguntaban “qué misterioso talismán” poseía la madrileña nacida en Chamberí en 1879. Así, daban el siguiente consejo: “Quien quiera llegar a rico no tiene que atormentar su cerebro buscando el procedimiento; es sencillísimo: se compra un décimo en San Bernardo, 18; se guarda en la cartera sin mirar su número, y…” ocurría la magia, se pasaba de vivir en “un cuartucho de Lavapiés” a la mismísima Gran Vía. De pobre a “opulento” en apenas “ocho días”: “Vivo de mis cuantiosas rentas desde que compré un décimo a doña Manolita de Pablo”, declaraban los afortunados hace ya un siglo.
El Gordo de 1926
Tres años después, en 1926, el diario El siglo futuro también mencionaba en sus páginas a Doña Manolita, el mito ya estaba forjado. “A las diez y treinta, con prisa por llegar, puesto que el sorteo casi acaba de comenzar, se anuncia la presencia del premio «gordo», con 15.000.000 de pesetas. ¡Quince millones de pesetas! ¿Dónde va esa millonada? No se va. Se queda“, reza el artículo. “Y corresponde a la Lotería de la calle Ancha de San Bernardo, que regenta doña Manolita, esa señora que anuncia su lotería con este rótulo: «La de la suerte». ¡Tiene razón doña Manolita! Apenas conocido el lugar del suceso, salen los reporteros disparados para que doña Manolita, con el libro a la vista, les oriente hacia, el afortunado poseedor de ese número mágico, que es el de: 17.229“.
Doña Manolita, ya convertida en empresaria y colmada de éxito, decide trasladarse de la calle San Bernardo a la Gran Vía en 1931, donde consigue convertir el establecimiento en una leyenda. Su local se convierte en un lugar de peregrinación, un sitio donde la esperanza florece.
Bombardeada en 1937
Incluso durante la guerra civil, los años más oscuros de España, Doña Manolita siguió vendiendo décimos hasta que en 1937, un bombardeo sobre Madrid, dejó su administración “como un colador” tras el impacto de los obuses. Con el escaparate reventado y las dificultades de una ciudad en conflicto, Manuela de Pablo vio su clientela mermada en un 95% aquel año. Tras el fin de la guerra, la prensa anunció que había perdido a dos tercios de sus clientes. Pero gracias a su simpatía y perseverancia, logró otra vez, convertirse otra vez en un sinónimo de las Navidades para los madrileños.
Rebosante de cariño popular y hasta musa de los artistas de la época, Manuela de Pablo falleció en 1951 sin que su número favorito, el 15.329 haya tocado jamás, pero haciendo “opulentos” a miles de españoles.
Hoy, su legado sigue vivo. Largas colas serpentean del local ahora ubicado en la calle del Carmen, testimonio del legado imperecedero de una mujer que, con el simple acto de vender lotería, se convirtió en símbolo de la magia navideña para millones de españoles. Las multitudes no sólo compran décimos, sino también una historia, una tradición y un trozo del folclore navideño español que tanto nos caracteriza.