En el corazón de Castilla y León, lejos del bullicio de las grandes ciudades y del turismo masivo, se esconde un tesoro artístico que pocos conocen. En el pequeño pueblo de Segovia de Maderuelo, con apenas 101 habitantes, se encuentra la Ermita de la Vera Cruz, un templo con una historia fascinante y una obra pictórica que ha sido comparada con la mismísima Capilla Sixtina.
Aunque las impresionantes pinturas murales de esta ermita medieval fueron trasladadas al Museo del Prado para su conservación, la localidad aún mantiene su esencia histórica y una réplica exacta de los frescos originales. A pesar de su relevancia artística, este pueblo de Segovia sigue siendo un gran desconocido para muchos viajeros.
Maderuelo, un pueblo de Segovia con historia templaria
Este pueblo de Segovia no solo destaca por sus frescos medievales, sino también por su pasado vinculado a la Orden del Temple. La Ermita de la Vera Cruz, construida en el siglo X, fue uno de los muchos templos que los templarios levantaron en la península ibérica. En su interior se custodiaba una importante reliquia: un fragmento de la cruz de Cristo, traído de Tierra Santa en el año 1400.
Maderuelo fue un enclave estratégico en la Edad Media, situado en la línea fronteriza entre cristianos y musulmanes. Su castillo, sus murallas y su entramado de calles empedradas son testigos de un pasado en el que la villa desempeñó un papel clave en la defensa del reino de Castilla.
La Capilla Sixtina de Segovia
Las pinturas de la Ermita de la Vera Cruz son el mayor atractivo de este pueblo de Segovia. En 1924, la ermita fue declarada Patrimonio Nacional y se decidió trasladar sus frescos al Museo del Prado para evitar su deterioro debido a la construcción de una presa cercana.
El traslado de estas pinturas no fue un proceso sencillo. Se utilizó la técnica del strappo, que consiste en fijar un lienzo impregnado de adhesivos sobre la pintura mural, para después arrancarla cuidadosamente y trasladarla a otro soporte. Este meticuloso procedimiento, que duró seis años, permitió salvar las obras, aunque con una pérdida de entre el 20% y el 40% del material original.
Hoy, los frescos originales se exhiben en la sala 51C del Museo del Prado, mientras que una réplica exacta, protegida con resinas sintéticas para garantizar su conservación, se encuentra en la ermita de Maderuelo.
Un programa iconográfico único
Las pinturas de la Ermita de la Vera Cruz destacan por su detallada iconografía religiosa. En la bóveda central, el Cristo Pantocrátor, rodeado de una mandorla, representa a Dios Padre en su máxima gloria, acompañado por ángeles, evangelistas y querubines.
Más abajo, los apóstoles se encuentran dentro de la Jerusalén Celestial, mientras que en la parte inferior aparecen el Agnus Dei y la paloma del Espíritu Santo, completando la representación de la Santísima Trinidad. También se pueden observar escenas del Antiguo Testamento, como la creación de Adán y Eva y el pecado original.
Estas pinturas guardan una estrecha relación estilística con otras joyas del arte románico, como San Miguel en Gormaz, San Baudelio de Casillas de Berlanga y Santa María de Taüll en el Valle del Boí. Los expertos creen que fueron realizadas por un taller influenciado por los maestros pintores de Taüll, lo que explicaría las similitudes en su composición y técnica.