Por causas que aún se desconocen y que Redeia, la antigua Red Eléctrica, tendrá que explicar, a las 12:33 horas del 28 de abril el sistema eléctrico peninsular sufrió un “cero energético”: un apagón total. ¿Cómo es posible que España, un país avanzado del primer mundo, sufra un colapso absoluto de su sistema eléctrico? De este quedaron excluidos Canarias y Baleares, territorios insulares que, por ser islas energéticas, no están interconectados con la Península.
Hasta ahora, la única certeza es que el colapso de toda la red eléctrica nacional vino provocado por la desaparición repentina del sistema eléctrico durante apenas cinco segundos de 15 gigavatios (GW), el equivalente al 60% de la generación eléctrica de toda España. ¿Qué explica el desvanecimiento repentino de la red eléctrica de más de la mitad de la oferta?
Descompensación entre la oferta y la demanda
Cuando parece descartarse la posibilidad de un ciberataque, lo más probable es que las energías renovables hayan sido las ‘culpables’ de la “oscilación grande en las redes” que -como así explicó Eduardo Prieto, director de Operaciones de Redeia en su primera comparecencia a las 14:30 horas- provocó la desconexión del sistema español con las redes de Francia y Portugal, que desembocó en el gran apagón.
En su segunda comparecencia, a las 23 horas, Prieto detalló que “se produjo una pérdida de generación muy importante [los 15 gigavatios (GW)]. Esta pérdida de generación ha ido más allá de la perturbación de referencia en la que se diseñan y operan los sistemas en el conjunto de la Unión Europea. En consecuencia, se ha desconectado el sistema español del sistema europeo”.
Falta de inercia en el sistema
Según apuntan los expertos consultados por Artículo14, cuando se produjo la pérdida del 60% de la oferta que provocó la caída de la red, había una altísima generación de energía de fuentes renovables y poca generación por vías tradicionales, como las centrales térmicas e hidráulicas, que son las que aportan inercia al sistema y tienen capacidad de amortiguar estos desfases, evitando que las perturbaciones que pueda sufrir la red por una descompensación entre la oferta y la demanda se propaguen al conjunto del sistema.
Esta inercia es, precisamente, uno de los factores que más preocupan a Redeia. En su informe técnico Transición Energética y Servicios de Red de 2024, la compañía incide en que los grandes generadores síncronos -como las centrales térmicas- proporcionan una primera respuesta automática frente a perturbaciones, estabilizando el sistema casi de manera inmediata. Sin embargo, con un sistema dominado por energías renovables como la eólica y la solar, esa inercia natural desaparece, dejando la red mucho más expuesta a variaciones rápidas de frecuencia.
La inestabilidad de las renovables
Las mismas fuentes admiten que el sistema de producción renovable -solar y eólica- es muy inestable, porque la generación está condicionada a factores externos, como que haya sol y viento, sin una base constante como la que aportan la energía nuclear o los ciclos combinados, que solo entran en funcionamiento cuando no hay energías renovables capaces de cubrir la demanda.
A este desafío se suma otro señalado también por los técnicos de Redeia: la dificultad de almacenar la energía generada. La falta de soluciones de almacenamiento -como baterías de gran escala o plantas de bombeo hidráulico- y de una red de interconexiones más robusta complica todavía más la gestión de una producción tan variable, indica en el informe mencionado.
Riesgo sistémico
Todos estos factores hacen que, en momentos de descompensación entre oferta y demanda, el riesgo de caídas sistémicas como la vivida se dispare. Así, lo más probable -según los expertos consultados- es que la inestabilidad del sistema eléctrico, por exceso de generación renovable que de repente se ha caído del sistema y una baja demanda, haya provocado el colapso total de la red, algo que nunca había pasado antes.