Ella ha abierto esa puerta y ha dado un paso al frente. Pero no olvida todo el trayecto, repleto de obstáculos, que realizaron otras tantas mujeres para llegar a conquistar hoy este espacio. Laura Villaseñor es la única mujer que preside un gran sindicato en España. Sorprende además que sea la primera al frente del SATSE, el sindicato de enfermería, que representa y defiende a un gremio eminentemente femenino, un 84% del total de profesionales.
“En la historia del sindicalismo se ha ocultado de manera reiterada el protagonismo de la mujer, a pesar de que las mujeres desarrollamos trabajo sindical desde el siglo XIX. La mujer se afilia abiertamente solo desde hace unas décadas. En nuestra organización, hasta hace 30 años, muchas enfermeras pagaban la cuota en mano para que sus maridos no viesen el cargo en la cuenta bancaria y no se enterasen de que estaban afiliadas a un sindicato. A día de hoy las mujeres intervienen en la vida sindical, pero, como en el resto del tejido laboral y social, se enfrentan a los mismos frenos a la hora ocupar puestos de responsabilidad”, recalca.
Ni una presidenta del gobierno, tampoco hay mujeres en las secretarías generales de grandes organizaciones como Comisiones Obreras o UGT, ningún nombre de mujer presidiendo el sindicato de funcionarios públicos como CSIF o de los técnicos de Hacienda (Gestha).
Mientras que los datos de afiliación a la Seguridad Social muestran que casi la mitad del tejido laboral es femenino, rozando los diez millones de ocupadas, se va produciendo un efecto embudo a medida que avanzan hacia los puestos de mayor responsabilidad.
Laura es una rara avis en su categoría. “Hay que promover iniciativas que hagan frente a la masculinización de los espacios de representación sindical y los estilos de negociación, e impidan la reproducción de estereotipos de género que dificultan la aceptación de las mujeres como dirigentes sindicales”, asegura.
Ella es enfermera de formación, ha ejercido en el ámbito público y privado, ha trabajado como enfermera escolar y ha impartido clases. Y en todos los puestos se ha repetido el mismo patrón: faltan hombres incorporándose a la profesión, siguen siendo minoría en un momento donde las mujeres sí se están incorporando con más rapidez a profesiones tradicionalmente masculinas.
“Sobre nuestra profesión siguen perpetuándose estereotipos sexistas, que no han favorecido la incorporación de hombres a la profesión. Estereotipos que giran en torno a considerarnos una profesión dependiente, profesión sexualizada, y profesión vocacional, sin cuerpo de conocimientos propio. Imágenes distorsionadas y muy alejadas de la realidad enfermera que confunden y nos restan valor”, señala Villaseñor.
Y se da la mayor de las paradojas. Las mujeres tienen un gran peso en el ámbito sanitario y las enfermeras apenas acceden al 4% de los puestos de dirección del sector, que se traduce en invisibilidad y menores salarios.
Según explica, “la brecha de género está promovida por las propias administraciones públicas con una clasificación profesional que nos adscribe a un subgrupo A2 y que nos impide el acceso a puestos de gestión y dirección de alto nivel, grupos de investigación o docencia, y a capacitaciones específicas de nuestro sector. Esto genera una falta de liderazgo y representación de las enfermeras en el campo de la salud, que no sólo genera la invisibilidad de la profesión, sino que priva a las políticas de salud del enfoque holístico de la gestión enfermera, lo que impide tener mejores resultados para los pacientes y un sistema sanitario mucho más eficiente”.
Jubilación anticipada
Otra de las reivindicaciones que abandera es la posibilidad de jubilarse de forma anticipada ante la carga mental y física que afrontan en su día a día. “Desde Satse reclamamos la jubilación anticipada y voluntaria de las enfermeras, aplicando coeficientes reductores de cotización, pues es obvio que cumplimos los mismos requisitos exigidos a otros colectivos profesionales que han optado a la jubilación anticipada. La profesión enfermera está expuesta a agentes biológicos y químicos, sobreesfuerzos físicos, riesgos derivados de trabajar a turnos y en trabajo nocturno, importantes riesgos psicosociales y altos niveles de estrés y carga emocional. Todos ellos tienen consecuencias nefastas para nuestra salud, lo que genera un desgaste físico y emocional que nos pasa factura”.
Una profesión en la que se sienten poco reconocidas, como si fueran profesionales de segunda división dentro del sistema sanitario. “Históricamente, el acto de cuidar se ha vinculado al género femenino. Nunca se le ha otorgado un valor productivo, precisamente, por el sesgo de género que interpreta el cuidado como algo doméstico, maternal e inherente al rol femenino, sin reconocer la profesionalización y la cualificación de quienes ejercemos esos cuidados profesionales”.
Y se dan altos porcentajes de abandono. Se necesita que la enfermería sea percibida como atractiva. “Para eso hay que valorar y respetar a las enfermeras, reconocer la profesión, si queremos mejorar los resultados en salud y asumir los retos presentes y futuros. Respetar a las enfermeras es garantizar unas condiciones de trabajo seguras, una dotación de personal adecuada, y equiparada a las ratios medias europeas, que nos superan en más de dos puntos, mejorar su remuneración y defender entornos positivos para la práctica enfermera, canalizando sus propuestas y fomentando su liderazgo en el sistema sanitario”. Para que otras muchas mujeres traspasen la puerta que ella ha abierto y alcancen los puestos de dirección que merecen.