La vulnerabilidad de las víctimas de violencia de género tiene otra dificultad añadida: su inserción en el mercado laboral. La primera barrera a superar es su falta de confianza y baja autoestima. Muchas no han trabajado previamente porque la dependencia económica juega a favor del agresor y otras se han visto obligadas a dejar de trabajar. Para las víctimas no siempre es fácil compatibilizar un empleo -o su búsqueda- con un proceso judicial cuando están rotas psicológicamente o han tenido que protegerse en una casa de emergencia.
Cuando han logrado rehacerse y están preparadas para salir al mercado de trabajo, se topan con la realidad de que para ellas sigue siendo extremadamente difícil encontrar un empleo. Más de la mitad lleva más de doce meses como demandante de empleo y una de cada cuatro, más de dos años, según el último Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco.
Estos datos se agravan si se tiene en cuenta que, a su vez, la falta de independencia económica es el principal factor que lleva a las mujeres a la inacción frente a una situación de violencia de género. “El desempleo emerge como uno de los principales lastres para superar la violencia de género”, asegura Begoña Bravo, directora de Inclusión de la Fundación Adecco. Ocho de cada diez mujeres víctimas de violencia de género admiten que no tener trabajo es un freno para formalizar una denuncia. En 2023, el número de denuncias por violencia de género creció un 9,5% en 2023 rozando las 200.000. Y las cifras de 2024 no son alentadoras: han crecido un 60% las víctimas de nivel extremo en el Sistema Viogén.
Barreras a superar
“Las víctimas tienen más dificultad que otras mujeres en situación de vulnerabilidad porque primero tienen que reponerse, creer en ellas. Tienen además miedo a sentirse juzgadas; y se encuentran con la necesidad de conciliación. Prácticamente, todas ellas son las únicas responsables del cuidado de sus hijos y muchas tienen que suplir la brecha digital”, resume a Artículo14 María José Bordetas, especialista de Integración e Inclusión en la Fundación Adecco.
La encuesta a 350 mujeres que están superando un difícil proceso de violencia de género y buscan un trabajo para reconducir sus vidas sobre la que se basa el Observatorio, muestra que para el 65% de ellas la inseguridad y la falta de autoestima es el principal obstáculo. “Para superar una entrevista laboral, lo primero es venderte y tener autoconfianza”, recuerda Bordetas. Precisamente, el miedo a los prejuicios externos hace que siete de cada diez mujeres no releven su situación en las entrevistas de trabajo, ante el temor de ser descartadas por los estereotipos que las asocian a ‘personalidades inseguras’, ‘conflictivas’ 0 ‘absentistas’.
Oportunidad
“Sin embargo, son personas muy fuertes, que han desarrollado habilidades emocionales como la empatía, con una gran capacidad de motivación y un gran compromiso cuando se les da una oportunidad laboral”, subraya Bordetas. En efecto, -según constata el Observatorio- el empleo es un elemento clave para la recuperación integral de las mujeres víctimas de la violencia de género y, en este sentido, la mayoría cuenta con importantes motivaciones para buscar trabajo. Prácticamente, todas ellas (95,9%) busca empleo para lograr independencia económica que le permita romper el vínculo con la persona agresora. A su vez, un 84,2% quiere trabajar para fortalecer su autoestima y reforzar su salud mental y un 67,4% encuentra en el empleo una vía para establecer relaciones profesionales y personales que amplíen su círculo de confianza y soporte.
Es también una imperiosa necesidad económica. Las mujeres víctimas de violencia de género atraviesan grandes dificultades económicas. Siete de cada diez admiten tener “mucha dificultad” para llegar a fin de mes. Por ello, existe el riesgo de que terminen en la economía sumergida. Ante la urgencia de ingresos para sus gastos esenciales, casi un 65% de las mujeres se plantea trabajar de forma irregular, sin estar cotizando en la seguridad social.
Empresas
“Reclamamos responsabilidad empresarial para facilitar el ejercicio de los derechos y ofrecer además todas las medidas de apoyo posible. Y hacerlas también extensibles a las víctimas de violencias sexuales o de violencia vicaria”, señalan en un manifiesto conjunto CCOO y UGT. Según admiten fuentes sindicales, aunque ha habido un crecimiento de los contratos bonificados por violencia, son ínfimos -menos de mil en 2022- en relación al número de víctimas. Desde 2006, la contratación indefinida incluye una bonificación de 125 euros mensuales durante cuatro años, el mismo importe que la conversión del contrato temporal a indefinido.
“La realidad es que desde muchos departamentos de recursos humanos son reticentes a contratar a estas mujeres, a pesar de los incentivos, porque su incorporación exige un esfuerzo interno, por ejemplo, con formación a sus superiores”, admite un técnico en relaciones laborales, que prefiere mantener el anonimato. Una vez acreditada su condición de víctima de violencia de género, la legislación otorga una protección especial a las trabajadoras, como la reordenación de su tiempo de trabajo o ausencias justificadas cuando así lo determinen los servicios sociales o de salud.
El impulso del empleo de las mujeres víctimas requiere un esfuerzo tanto desde el punto de vista de las empresas como las administraciones públicas, como así señala el informe de la Fundación Adecco: “Nuestras propuestas contemplan un mayor refuerzo y conocimiento de los mecanismos legales, iniciativas de sensibilización o alianzas con el tercer sector y/o entidades especializadas en la inclusión laboral de las víctimas de la violencia de género”. Para muchas de ellas es sentirse que son capaces, un intangible más valioso que la remuneración económica.