Reportaje

Una agente forestal con casco y arnés

En España solo el 10% del total de agentes forestales son mujeres. Una de ellas es Beatriz García Sanz, que explica a Artículo14 sus múltiples funciones y las dificultades del sector

Beatriz García Sanz.
Beatriz García Sanz. Artículo14

Siempre se dice que lo que no se ve, no existe. Y si no se ven mujeres agentes forestales puede parecer que no existen y por lo tanto que las jóvenes que vayan a decidir a qué profesión dedicarse ni siquiera contemplen la posibilidad de sacarse unas oposiciones de estas características. Y sin embargo, es un trabajo muy variado, al aire libre y valioso para quien le guste el ámbito rural. Y hay mujeres, pero pocas. Faltan referentes. En España solo el 10% del total de agentes forestales son mujeres. En la Comunidad de Madrid hay 228 hombres y 41 mujeres.

Y una de ellas es Beatriz García Sanz. Ella es ingeniera forestal pero no es necesario tener una titulación universitaria para poder sacarse estas oposiciones en la Comunidad de Madrid. Con el bachillerato es suficiente. Y además ella insiste en que sus compañeras son igual de válidas sin este título. “Yo quería estudiar una carrera que tuviera que ver con la naturaleza. Se me daban bien las matemáticas y la física y quería tener más oportunidades. La ingeniería me parecía más completa y tocaba el tema forestal”.

Cuando acabó la carrera estuvo cinco años trabajando en la empresa privada. Pero a Beatriz le gusta la acción y cambió la oficina por el campo, y se pasó a la extinción de incendios. “Hice tres campañas en unas brigadas semitransportadas. Elegí otro cambio de tercio y supe que había una oposición de 90 plazas de agente forestal y me pareció una buena salida. Me las preparé y aprobé. Y empecé a descubrir esta profesión que cada vez me ha ido gustando más y más y en la que ya llevo veinte años como funcionaria”.

Beatriz García Sanz.

Beatriz García Sanz.

Sus funciones son muy múltiples aunque todas ellas centrada en el mundo rural. “Abarcamos unos términos municipales para controlar la caza, la pesca, aprovechamiento forestal, trabajo en los montes de utilidad pública, vigilancia de la flora y fauna en esta época por ejemplo de cría de especies que pueden estar en peligro de extinción, se identifican, se hacen seguimiento de la especie, también hay mucha legislación sobre pozos ilegales, vertidos en el medio rural como productos químicos…”

Es el primer eslabón en la vigilancia, gestión y protección del medio ambiente que requiere, además, de un esfuerzo físico. “Es un trabajo duro, porque estás en el campo todo el día, requiere que tengas unas condiciones físicas para poder caminar por el terreno, para mí es importante tener una buena respuesta física a la hora de hacer un seguimiento de un ave o del lobo, tienes que poder desplazarte por el monte con desnivel o matorrales”.

Y se ha encontrado con el rechazo de la sociedad que no está acostumbrada a ver a la mujer en ese puesto de trabajo. “La gente se sorprende, te miran con recelo las primeras veces hasta que te respetan. En términos municipales rurales, con una población arraigada al campo, lo habitual es que sean todo hombres. Se sorprenden la primera vez pero yo ya llevo 20 años y al final se habitúan a verte, pero cuesta al principio. Te tienes que ganar la confianza de la gente. Los hombres parten con esa confianza, la pueden perder, pero no la tienen que ganar desde el principio”.

Beatriz se mueve en una especie de periodo de prueba constante. “Sabemos que estamos siendo evaluadas. Por eso en mi ámbito de trabajo me gusta visibilizar a la mujer porque el problema de que no entren mujeres en esta profesión se debe a la falta de referentes. La mente funciona así, necesitas un profesor o alguien que marque y abre una ventana que nunca antes te hubieras planteado y me gusta que los jóvenes me vean así”.

También pertenece a la unidad de trabajo en altura de la comunidad donde realiza un trabajo fundamental para, por ejemplo, el anillamiento de especies. Pone transmisores y hace seguimiento de la especie. “En el aeropuerto de Barajas hay que bajar los pollos de los nidos porque hay riesgo de colisión de aves con aviones y lo que hacemos es subir a los árboles y bajar esos pollos. Somos un grupo de catorce personas y hay tres chicas. Me gusta estar ahí para demostrar que no tenemos límites a la hora de elegir la especialidad, con un poco de entrenamiento específico eres capaz de hacerlo”.

Son horarios difíciles e incompatibles en ocasiones con el cuidado de la familia. “La conciliación es muy escasa en esta profesión y sé de compañeras que se piden excedencias para llegar a esos cuidados, seguimos asumiendo el rol de cuidadoras y los horarios del mundo forestal son complicados”. Pero ella es madre y agente forestal. Y se sube a un árbol con el casco y el arnés igual que un hombre. Sin miedo.

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