Los propios republicanos comienzan a revolverse ante este nuevo fenómeno del que parece no percatarse por el momento el presidente de Estados Unidos. Donald Trump, durante la campaña electoral, enarboló la bandera de la economía estadounidense y acusó a Biden de asfixiar a los ciudadanos con una inflación disparada y unos precios en la cesta de la compra inasumibles. Ahora, asentado en la Casa Blanca, parece estar más preocupado por la política exterior y la guerra arancelaria que por los precios de los huevos, disparados en el país por la gripe aviar. Pero la sombra de la inflación sobrevuela los Estados Unidos. Y ya se empieza a acuñar una nueva palabra que podría ser resultado de ese empecinamiento por aplicar aranceles a cualquier país del mundo: la ‘Trumpflation’, una combinación entre el nombre del presidente y la inflación en inglés (inflation) que podría llegar al país como efecto boomerang. De esta manera, si los productos agrícolas procedentes de México entran al país con unos aranceles del 25%, significará que los americanos comprarán la fruta y la verdura más cara. Un ejemplo es el aguacate, que pagarán a precio de oro por encima de los 3 dólares la unidad. Otro sector claramente amenazado por los aranceles es el automovilístico. El mandatario americano quiere que se compre el coche ‘made in USA’ pero el que quiera adquirir un vehículo de importación, tendrá que pagar de media un precio extra de 3.000 dólares. Lo mismo sucederá con la gasolina, entre 30 y 40 centavos de dólar más caro el galón.
La Reserva Federal de Atlanta ha publicado que esa presión arancelaria puede repercutir negativamente en la economía de Estados Unidos en este primer trimestre del año y en lugar de crecer un 2,3% tal y como estaba previsto, podría entrar en contracción con una caída del 1,3%.
Los propios inversores empiezan a hacerse preguntas. El dinero es muy miedoso y si va a ver inflación en Estados Unidos, los ahorros huirán a mercados más seguros. El banco británico Barclay’s, en su último informe, asegura que sus clientes preguntan sobre esa posibilidad y que esto explicaría la caída de Wall Street de un 3% en las últimas dos semanas en favor de las bolsas europeas. Un traspaso del dinero a empresas más seguras. Pero como un efecto dominó, esta subida de precios también podría llegar a la Unión Europea y provocar una pausa en la bajada de tipos de interés del Banco Central Europeo. Este jueves, 6 de marzo, se reunirá Christine Lagarde con la plana mayor del BCE y es posible que sea la última vez que baje los tipos otro 0,25%. “Será la última decisión fácil del BCE” dice Bank of América, que recuerda que ya hay voces dentro del banco, la parte dura, los llamados halcones, que ya piensan en una interrupción de la bajada de tipos vinculada a la política arancelaria de Trump.
El diario Wall Street Journal publicaba en portada que Trump está pasando por alto los altos precios y que los republicanos ya temen que le cueste caro. Ellos que culpan a Biden y sus políticas económicas de haber generado más inflación en el país aseguran que los votantes le han dado cierta libertad a Trump para implementar su agenda pero que esa “buena voluntad podría no durar mucho”. Así lo ha asegurado un veterano asesor externo del presidente, Stephen Moore, “La administración Trump necesita estar atenta a lo que está sucediendo con los precios. Debería ser una prioridad máxima. La tendencia es un poco preocupante”. De hecho, la confianza de los consumidores estadounidenses publicada en febrero ha registrado su mayor caída mensual en cuatro años y una encuesta de la Universidad de Michigan también añade que se espera una inflación más alta para el año que viene.
Boicot ciudadano
Y en Europa ya comienzan a salir ciudadanos que quieren boicotear los productos estadounidenses como fórmula para protestar contra Trump y la manera que ha tratado, por ejemplo, al presidente Zelensky. En Dinamarca, un grupo de Facebook, al que se han adherido ya 50.000 ciudadanos, hablan de dejar de comprar coches Tesla y revender los que ya estén en el mercado. Nada de Coca Cola, de zapatillas Nike o vaqueros Levi’s. En Noruega, la cadena de supermercados Salling está respondiendo a las consultas de sus clientes que quieren evitar los productos procedentes de Estados Unidos con una nueva etiqueta que llevan solo los alimentos europeos con una estrella negra para diferenciarse del resto. Lo ha anunciado su CEO a través de Linkedin, Anders Hagh. “Trump solo entiende el lenguaje del dinero”, dicen. Y los ciudadanos europeos reaccionan fomentando el consumo autóctono.