“Acabemos con el despilfarro en el presupuesto de nuestro gran país, incluso centavo a centavo”. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció el pasado fin de semana a través de su red social que el país dejaría de acuñar monedas de un centavo de dólar. Al menos, esa es la orden que el propio Trump ha dado a su secretario del Tesoro, aunque hay dudas sobre si realmente tiene esa potestad.
Al margen del debate sobre competencias, Trump enfatizó que “durante mucho tiempo EEUU ha acuñado centavos cuya fabricación nos cuesta más de dos centavos”. “Es un despilfarro”, incidió.
No es, en ningún caso, una idea nueva. Este debate se lleva manteniendo en EEUU desde hace décadas. Sin ir más lejos, el expresidente estadounidense Barack Obama ya deslizó en una entrevista en 2013 la idea de dejar de acuñar monedas de un centavo. “No supondría un gran ahorro para el Gobierno, pero que gastemos más dinero en cosas que la gente en realidad no usa es un ejemplo de algo que deberíamos cambiar”, adujo.
For far too long the United States has minted pennies which literally cost us more than 2 cents. This is so wasteful! I have instructed my Secretary of the US Treasury to stop producing new pennies. Let’s rip the waste out of our great nations budget, even if it’s a penny at a…
— Donald J. Trump Posts From His Truth Social (@TrumpDailyPosts) February 10, 2025
El debate, de hecho, ni siquiera es exclusivo de EEUU. Ya en mayo de 2013, hace doce años, la Comisión Europea publicó una comunicación en la que reconocía que acuñar monedas de uno o dos céntimos de euro podía llegar a costar hasta el 300% del valor nominal que reciben. El ratio de “señoreaje negativo” (es decir, la diferencia calculada entre el valor de las monedas y lo que cuesta acuñarlas) ascendía entonces a 1.400 millones de euros.
Bruselas exploró entonces diversos escenarios: desde modificar los metales con los que se hacen los céntimos a valorar su retirada paulatina. Por el momento no se ha tomado ninguna decisión a nivel comunitario.
No ha sido por falta de interés: Olli Rehn, titular de Economía en la Comisión de Durão Barroso en 2013, o Pierre Moscovici, responsable de la cartera en la Comisión Juncker en 2016, tuvieron que atender preguntas por escrito formuladas por miembros del Parlamento Europeo al respecto. “La Comisión sigue examinando periódica y cuidadosamente el uso de diferentes denominaciones en las monedas en euros”, recordaban por última vez.
Los españoles, reacios
El fin de las monedas de uno o dos céntimos no sería un escenario improbable, aunque por ahora sí remoto. Los españoles son, junto con los chipriotas y los griegos, los únicos ciudadanos de la Unión Europea que se muestran mayoritariamente reacios a eliminar estas monedas. Claro que la pregunta que incluía este sondeo, en el Eurobarómetro de finales del año pasado, se las traía: “¿Estás a favor de eliminar las monedas de uno y dos céntimos aplicando un redondeo obligatorio en los precios?”.

En cambio, en Eslovaquia, Italia, Países Bajos, Finlandia o Irlanda la mayoría está a favor de acabar con estas moneditas, al menos en las carteras. No es de extrañar: en estos tres últimos países las monedas de uno o dos céntimos ya no existen, al menos de manera virtual.
En algunos países ya no usan céntimos
Los bancos centrales de cada uno de los Veintisiete estados miembro tienen la potestad de decidir dejar acuñar ciertas monedas. Es lo que se ha hecho ya en Países Bajos, Finlandia, Italia o Irlanda, sin ir más lejos. Efectivamente, en estos estados es más fácil encontrar una moneda de uno o dos céntimos conmemorativa en establecimientos para coleccionistas que de uso corriente. La mayoría de establecimientos que aceptan pagos en efectivo redondean sus precios en múltiplos de cinco céntimos.
En la práctica, el valor de uno o dos céntimos no desaparece. Menos cuando muchos pagos en realidad se hacen por tarjeta. En los países en los que ya se ha explorado la retirada paulatina de los céntimos se regula por ley esos redondeos. Por ejemplo, si en Irlanda un artículo cuesta 10,21 o 10,22 euros, el pago en efectivo se redondeará a 10,20 euros. Si cuesta 10,23, 10,24, 10,26 o 10,27, se redondeará a 10,25. Y solo si cuesta 10,28 o 10,29, se deberá pagar 10,30 euros. Lo establece así el Banco Central irlandés.
Las consecuencias
Con esos precedentes, nada impide a España dejar de acuñar monedas de uno o dos céntimos en cuestión de meses. Otra cosa será que la medida concite el consenso necesario. De querer emprender este camino, algunos expertos consultados por Artículo14 inciden en que habrá que ir “con cuidado”.
Por ejemplo, Antoni Cunyat, profesor colaborador de los Estudios de Economía y Empresa de la UOC, no cree que dejar de acuñar monedas de uno o dos céntimos tenga consecuencias “negativas”. “Ahorras el coste de acuñar estas monedas que molestan en la cartera más que otra cosa”. “Pero habrá que vigilar que esta medida no se aproveche para un redondeo al alza”.
En productos que cuesten 69,99 euros y pasen a costar 70 euros se romperán barreras psicológicas, pero no representa una gran diferencia, coincide Jaime Martínez Tascón, profesor en la OBS Business School y director de InveretiK. En productos de bajo coste, como la sal, sí puede generar un nuevo agujero en los bolsillos de los consumidores.
Un aspecto que siempre sale a relucir con estos debates es si esos redondeos conducirían a una mayor inflación, algo que descartan tanto Cunyat como Martínez Tascón refiriéndose precisamente a las experiencias conocidas. “No ha sido así”, ejemplifica este último, en referencia a los países europeos que ya han dado este paso. “No hay que pedirle permiso al Banco Central Europeo”, concluye: “Es una decisión política”.