Montse Ávila tiene 24 años y se ve “como la eterna inquilina”. Ha estudiado una carrera universitaria y tiene un empleo, pero el salario no le da para ahorrar y comprarse una casa. Gana 22.000 euros anuales. “Vivo de alquiler. Y dedico más de un tercio de mis ingresos a la vivienda y eso que comparto piso. Ahorrar puedo hacerlo pero muy poquito y en cuanto te planteas hacer un viaje ya se te ha ido todo el dinero. De momento no pienso en comprarme una casa. Al menos en las condiciones en las que estoy, espero de alguna forma poder progresar en los próximos años, pero de esta manera, no”.
El Banco de España ha publicado una encuesta sobre la riqueza de las familias que refleja la precariedad en la que viven los jóvenes en España. Solo el 30% de los hogares con un cabeza de familia de menos de 35 años son propietarios de una vivienda. Hace una década, era el 66%. Detrás de estos datos están los empleos temporales y mal pagados, los precios de los alquileres por las nubes y los tipos de interés en máximos desde 2001. Y con este panorama, lo difícil es encontrar a jóvenes propietarios. “Conozco a alguna amiga que sí que se ha comprado un piso pequeñito, pero bastante alejado del centro de Madrid. Es una chica que ha vivido hasta ahora con sus padres y el dinero que ganaba era íntegro para ella. Además, hay un porcentaje de la entrada que lo ha tenido que cubrir su familia”, recalca Montse.
La ayuda familiar se ha convertido en un requisito indispensable para salir a flote. Porque son las personas mayores de 55 años los que presentan las tasas de propiedad más elevadas, del 80% y más de la mitad posee una segunda vivienda, una plaza de garaje, un local o un terreno.
María Antonia García es enfermera jubilada, tiene 83 años y recuerda que con 33 años ya pudo comprar su primera vivienda, eso sí, con intereses por encima del 20%. “Ahorramos para la entrada. Era lo normal que con esa edad la gente pudiera comprar una casa, pero es verdad que tuvimos que buscar un piso en las afueras de Madrid ciudad, porque era lo único que nos podíamos permitir. Ya tenía además un coche en propiedad, que compré a plazos, un mini que tenía desde los 29 años”. No fue fácil para ella pero era joven y había opciones para prosperar, los sueldos fueron mejorando y su vivienda, también. “Hubo en algún momento de los préstamos que tuvimos que recurrir a los amigos para poder pagar la hipoteca porque íbamos muy justos, pero siempre devolvimos el dinero”.
Mientras que los jóvenes menores de 35 años han perdido desde la pandemia un 8,2% de renta real, descontando las deudas, la de los mayores de 65 años ha subido un 4,5%. Para Montse, los más duro es que no puedes ahorrar. “Si al menos dedicara la misma cantidad del alquiler a una hipoteca sabrí que en algún momento sería mía, pero de alquiler es como si lo tiraras, como si no pudieras hacer otra cosa más que vivir al día. Si mi vida no cambia el proyecto de futuro, como tener hijos, se aleja”.
Las circunstancias obligan a la generación de Monste a mantenerse como Peter Pan, obligados a no crecer, imposible pensar en formar una familia y tener hijos si no tienen los metros cuadrados suficientes para desarrollar un proyecto común. “Con respecto a mis padres, los precios eran distintos y si estudiabas tenías tu trabajo y podías aspirar a un futuro estable. Ahora no. Entre los contratos precarios, los sueldos, los despidos cuando la gente se va haciendo mayor, parece que la esperanza se reduce. Claro, no nos queda otra más que vivir el día a día, la eterna juventud. Esperas a que llegue algo que de alguna forma cada vez se ve más lejos”.
Lo más caro que ha conseguido comprar ha sido un coche, “pero tuvo que ser de segunda mano y financiado” mientras que, según los datos del Banco de España, la riqueza se concentra en el 1% de las familias que ostentan el 19,4% del patrimonio total del país.
Si en 2020, la riqueza de las familias más jóvenes era de 27.000 euros, solo dos años después, en 2022, se ha reducido a los 20.000 euros. La vivienda suele ser el bien más caro que una persona compra a lo largo de su vida pero si no tienes dinero ni para su entrada, la única aspiración que queda es conformarse con el presente, vivir al día y pensar que algo pueda cambiar con el paso de los años.