La sombra de la estanflación vuelve a sobrevolar la economía global. Medio siglo después del shock del petróleo en los años 70, los aranceles impuestos por Estados Unidos amenaza con replicar un escenario temido por todos los economistas: una inflación disparada, crecimiento nulo y aumento del desempleo. La actual crisis arancelaria podría ser el desencadenante de un nuevo ciclo de inestabilidad a escala internacional.
La crisis arancelaria reactiva los fantasmas de los años 70
El próximo paquete de aranceles fijado por Donald Trump, que impone tasas del 20% a la Unión Europea, ha desatado una crisis arancelaria sin precedentes en las últimas décadas. Este tipo de medidas proteccionistas generan un encarecimiento directo de las importaciones, que termina afectando al consumidor final. En este contexto, la palabra que más se repite en los círculos económicos es estanflación.
La estanflación combina lo peor de dos mundos: subida de precios y parón económico. La crisis arancelaria está minando la confianza de los inversores y ralentizando el comercio internacional. Un cóctel que, si se mantiene, podría derivar en una caída de la actividad global. Según varios analistas, este es el entorno ideal para que florezca la estanflación.

La comparación con la crisis del petróleo de los años 70 no es casual. Entonces, los países de la OPEP cerraron el grifo del crudo, disparando los precios y generando una fuerte contracción económica. Aquella combinación desembocó en una estanflación histórica, con inflaciones del 15% en Estados Unidos.
La crisis arancelaria actual no tiene el mismo origen energético, pero sus efectos sobre el comercio global pueden ser similares. Las decisiones de Trump, sumadas a la respuesta de la UE y otros territorios con nuevos aranceles del 10% y 25%, pueden desatar una guerra comercial prolongada. Si se mantiene en el tiempo, esta crisis arancelaria tiene todos los ingredientes para desembocar en estanflación.
¿Qué es exactamente la estanflación?
La estanflación se produce cuando la inflación sube con fuerza mientras la economía se estanca y el paro aumenta. Es una situación muy difícil de abordar para los bancos centrales. La crisis arancelaria actual agrava ese riesgo porque impide a los gobiernos maniobrar con eficacia: no pueden bajar tipos para estimular el crecimiento, ya que la inflación se dispara. Pero tampoco pueden subirlos para controlar los precios, porque eso ahogaría aún más la actividad económica.
En una situación de estanflación, las empresas invierten menos, no se genera empleo y el consumo cae. Todo ello en un contexto donde los precios de la energía, la alimentación y los productos básicos suben. La crisis arancelaria, al encarecer las cadenas de suministro globales, podría acelerar exactamente ese proceso.

Uno de los primeros síntomas de la estanflación es la pérdida de poder adquisitivo de las familias. La crisis arancelaria tiene consecuencias visibles: los precios de la cesta de la compra aumentan, pero los salarios se congelan o incluso bajan, como reflejo del debilitamiento del mercado laboral.
¿Hay margen para evitar la estanflación?
Todo dependerá de la evolución de la crisis arancelaria en las próximas semanas. Si los aranceles se mantienen, el impacto puede ser muy negativo. Pero si las potencias deciden negociar, se podría evitar el peor escenario. Los mercados, de momento, se muestran tensos y muy reactivos a cualquier movimiento político.
Las decisiones que tome la Reserva Federal serán determinantes. Pero como explican desde MFS Investment Management, “si la crisis arancelaria se prolonga, actuará como un shock que afectará al crecimiento y disparará la inflación”. La estanflación dejaría entonces de ser una amenaza para convertirse en una realidad.