Ser sostenible ya no es una opción, es una urgencia. Cada vez son más frecuentes fenómenos meteorológicos extremos como la Dana, que ha provocado una reflexión sobre la necesidad de ser respetuosos con el medio ambiente en todos los ámbitos de la vida y de forma inmediata, sin excusas. También en los negocios. Parece que lo sostenible no es sinónimo de rentable y ya hay muchas mujeres emprendedoras que están demostrando que es una idea obsoleta. Se puede sacar adelante una empresa sin ser contaminantes. En España, ocho de cada diez flores que se venden en las floristerías provienen de Países Bajos, África y América Latina, según datos de la Asociación Española de Floristas. Rosas, margaritas, tulipanes, que viajan en avión, uno de los transportes más contaminantes, para poder venderlas, por ejemplo, en Madrid. Julia Estefanell decidió nadar a contracorriente y pertenecer al grupo minoritario, el del 20% que cultiva flores orgánicas, en su granja de Villaviciosa de Odón (Madrid). Ella es propietaria desde 2021 de Bamba Flores. “Ni el aroma ni la frescura son iguales, además de la huella de carbono que se genera en cada envío. La mayoría de mis clientes son personas concienciadas con el cambio climático. Muchos aman las flores, pero les espanta el negocio que hay detrás”, explica Julia.
Está cambiando la mentalidad del empresario porque también se está transformando el gusto del consumidor, que ya no espera solamente comprar unas flores bonitas, exige saber cómo se han cultivado, dónde y cuánto se ha contaminado en el proceso. Los contras: que sale más caro, pero compensa a medio plazo. “Es un cultivo centrándose en el bienestar del suelo y no tanto en su explotación. Sin usar químicos ni pesticidas, usando compost y productos naturales. No se me ocurriría hacer un negocio que no fuera sostenible, es un tema que me preocupa”.
No es cuestión de ser altruistas, los números tienen que salir, los emprendedores no quieren sacrificar la rentabilidad a cambio de ser sostenibles. Y a Julia sí le salen las cuentas. “Salen, si el cliente está dispuesto a pagar el coste, aunque por ahora casi todo lo reinvierto en el proyecto. ¿Se puede apostar por el medio ambiente y ganar dinero? ¡Desde luego! Hoy en día hay muchas empresas en todos los ámbitos que apuestan por ello, y no solo como Greenwashing sino como base de sus negocios”.
Pero la sostenibilidad no debe ser una excepción, una rara avis en el mundo de los negocios, ejemplos como el de Greicy Campos demuestran que se puede aplicar en todos los estratos empresariales, desde la gran multinacional como las energéticas que cada vez apuestan más por las energías limpias, a los negocios más modestos. Greicy Campos es una emprendedora dominicana de la Fundación Microfinanzas BBVA, y tiene un negocio con el que cuida el medioambiente en Santo Domingo. Ella enseña a otras mujeres a fabricar bolsos, carteras, sombreros y lámparas de forma artesanal con la fibra de las lilas, una planta acuática que se extrae del cuarto río más importante del país, el río Ozama. “Es un proceso largo y laborioso, pero me encanta mi trabajo. Desde 2017 he formado en mi taller a más de 300 mujeres. Este trabajo es el arte de las manos. Hay que tener creatividad para hacer cada pieza y paciencia para trabajar la planta”.
Mujeres emprendedoras, pero con visión sostenible, que quieren prosperar pero no a costa de dañar su entorno. Según datos de la Cámara de Comercio de Madrid, en España las mujeres tienen un 30% menos de probabilidades de obtener financiación que los hombres para montar su negocio. Pero Julia y Greicy demuestran que sus empresas funcionan y que tienen un plus ‘verde’.
Cada vez son más las que, como ellas, se lanzan al trabajo por cuenta propia. El 36,8% de los autónomos son mujeres, algunas de ellas madres, que quieren dejar un mundo habitable a sus hijos. “Siempre he sido consciente de que hay que cuidar el planeta, el agua, la tierra. Se me inculcó desde niña. No creo que sea un tema de mujeres, aunque si es cierto que como madre obviamente quiero dejar el mejor escenario posible a mis hijos”, confiesa Julia. Las empresas eco son ya el presente y el futuro del planeta. Y son ellas las que llevan la batuta.