Madres más allá de los 40: mucho más que una decisión personal

La precariedad laboral es un factor determinante para retrasar la edad a la hora de tener hijos. En las empresas sigue lastrando a las mujeres tener hijos

Rebeca Cordero se convirtió en madre a un mes y cuatro días de cumplir los 40. Hubo un factor económico clave que influyó en su decisión de retrasar ese momento: el desarrollo de su carrera profesional. Sabía que ser madre supondría un parón eventual en el trabajo y lo pospuso hasta que conquistó la posición y estabilidad que deseaba. “Si un hombre es padre, en la empresa se entiende que es comprometido y serio. A una mujer ser madre le lastra”, sentencia.

Cada vez son más las mujeres que retrasan la maternidad más allá de la cuarentena. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 10,7% de las mujeres que fueron madres en 2023 tenían más de 40 años. En 2013, ese porcentaje era del 6,8%.

Rebeca, además de madre a los 40, es profesora titular de sociología aplicada de la Universidad Europea. Considera que existen hasta cuatro circunstancias económicas que contribuyen a tomar esta decisión. “Tiene que ver con la brecha salarial, el hecho de que las mujeres estén destinadas a trabajos a tiempo parcial, la mayor temporalidad y la dificultad para desarrollar nuestra carrera profesional”, explica.

La precariedad laboral se cuela como una de las principales razones para no tener hijos o tenerlos cada vez más tarde. Trabajos mal remunerados, poco estables, menor poder adquisitivo que los hombres y escasa capacidad de ahorro. En pleno S.XXI, no necesitas una pareja para ser madre pero sí dinero. “La brecha salarial es evidente. Las mujeres, en los puestos de responsabilidad ganan 11.700 euros anuales menos que los hombres. Estamos hablando de una diferencia importante. Con datos de la UE, la brecha salarial se sitúa de media en el 17,8%, en Estonia alcanza el 30% y en España, el 17,8%”, explica Cordero.

Además, las mujeres se enfrentan a carreras profesionales mucho más complejas. Comienzan la vida profesional más tarde y pasan más tiempo hasta alcanzar una consolidación.

Suelo pegajoso

Y las empresas no ayudan. Las mujeres sienten bajo sus pies el denominado suelo pegajoso, la dificultad para poder cambiar de puesto dentro de la organización por el mero hecho de ser mujer. Si eres madre, se acentúa. “Ya la empresa te ve de manera distinta y presupone que te vas a implicar menos”, recuerda Rebeca.

También está el techo de cristal, la dificultad para ascender en un mundo laboral en el que se premia la no conciliación, las jornadas laborales interminables y la dedicación total. “La responsabilidad de un hijo debería ser compartida por los progenitores, pero no es así”, explica Patricia Ruiz, vicesecretaria general de UGT.

Ella lucha desde el sindicato por mejoras laborales como la reducción de la jornada o la subida del SMI. Y habla de otro factor más que se suma como impedimento para ser madre joven: la dificultad para acceder a la vivienda. “A la precariedad laboral se añade la dificultad para acceder a un alquiler o compra de vivienda y se necesita ser solvente para poder pagarla”. Según datos oficiales del INE, en 2023 el precio de la vivienda aumentó un 4,2%. Llevamos una década consecutiva de subida de precios en España. Y se necesita al menos el 20% del valor de la vivienda ahorrado para poder solicitar una hipoteca en el banco.

“Cuando preguntas a una mujer si su salario es menor que el de un hombre, casi el 70% considera que sí, la percepción es que sus salarios son más precarios y que encontrar un empleo digno también es más complicado que para un hombre. La realidad abofetea a las mujeres por partida doble o triple. Por ejemplo, se abusa de la parcialidad: las mujeres protagonizan el 75% de los puestos a tiempo parcial. España es el cuarto país de Europa en tener esa parcialidad no deseada”, explica nuestra experta en temas laborales.

Y una vez que tienes ese hijo aparecen nuevas dificultades, como la penalización post bebé. Según Maite Egoscozabal, socióloga del Club de Malas Madres, “cuando te conviertes en madre asumes un coste salarial, penalización en los ascensos, reducción de jornadas para poder compatibilizar y pérdida de poder adquisitivo porque ingresas menos dinero. Incluso miedo a que te puedan despedir. Esto lo vemos a diario”, reconoce.

Y tener que aguantar preguntas incómodas cuando, por ejemplo, aceptas un viaje de trabajo. “Las mujeres cuando somos madres tenemos que estar constantemente diciendo que somos profesionales. Yo he llegado a ir de viaje por un proyecto de investigación y hablar con compañeros que me pregunten: ¿eres madre? ¿y qué has hecho entonces con tu hijo? Entonces lo que hago es explicar que ser madre es un rol más de mi vida como mujer. Igual que soy profesora, investigadora, hija y sobrina. Forma parte de mi identidad”, responde Rebeca Cordero. “Pero fui consciente del peso de las generaciones y de la incomprensión”.

Para algunas de ellas, cuando por fin se deciden a dar el paso y tener un hijo ya es demasiado tarde. La biología manda. O bien tienen que recurrir a la reproducción asistida pero tienen que pagar por ello. Y de nuevo el dinero se convierte en un elemento clave en sus vidas.