Hay casi 200 faros que iluminan las costas españolas. Faros tan conocidos como el de Hércules, en A Coruña, el más antiguo en funcionamiento del mundo. O el fascinante faro de Cap de Barbaria, en Formentera, un personaje más de la película de Julio Medem, Lucía y el Sexo. Después hay faros desconocidos para el gran público pero que se han convertido en un símbolo para los lugareños, algunos que te encuentras por casualidad y cuya historia merecerían ser captados por el séptimo arte. En España hay dos faros de mujeres, dos señales marítimas que fueron proyectadas a finales de los años ochenta por arquitectas españolas que apenas se conocían entre sí pero que idearon sendas construcciones al mismo tiempo y en la misma provincia, con una separación geográfica de apenas 75 kilómetros. El Faro de Irta, en Alcossebre, en Alcalà de Xivert, y el Faro de Nules, en la Playa de Nules, también en Castellón.
España acababa de entrar en la Comunidad Económica Europea, en 1986, y para estar a la par con el resto de países europeos, había que construir más faros. Blanca Lleó era una joven arquitecta ávida por trabajar y se presentó al concurso para la construcción del faro de Nules. Imaginó un paseo marítimo en vertical. Y ganó. “Se hizo un concurso abierto a los arquitectos e ingenieros, siempre lo habían hecho los ingenieros como una infraestructura pero se quería abrir también a los arquitectos y me presenté con un lema, una idea dibujada. Yo acababa de terminar la carrera y tenía un estudio que era un rincón de mi casa, elegí este emplazamiento porque la Playa de Nules es un pueblo que está hacia adentro y con una especie de población espontánea pero que no tiene ningún tipo de estructura urbana. Yo empecé en el año 1983, no tenía contactos y me presentaba a los concursos para conseguir encargos. Cuando gané el concurso me empeñé en ejecutarlo porque muchos de ellos no llegaron a levantarse y la dirección de obra la llevaba el ministerio. Iba todas semanas a Castellón hasta que se terminó. Y se ha convertido en el símbolo de la identidad de la cultura territorial de la zona”, explica la arquitecta Blanca Lleó.
Ideó la edificación como un recorrido vertical de treinta metros, para poder ver el paisaje del Mar Mediterráneo y los naranjos de los alrededores en sus diez pisos de altura hasta el mirador. “Yo quería que fuera abierto al público para que fuera accesible, para que lo disfrutaran”, además de tener su función de guía para los barcos.
Muy cerca de allí, también en Castellón, la arquitecta ministerial Rita Lorite ideó el faro de Irta, en un emplazamiento donde se unen la naturaleza y el mar. Los amantes del senderismo se habrán topado alguna vez con esta imponente edificación en el Parque Natural de Irta. Treita y tres metros de torre y un nexo común: los dos únicos faros de toda España que han proyectado mujeres arquitectas, en el mismo espacio-tiempo.
“Yo cuando hice la carrera tampoco había muchas mujeres, y los faros eran territorios de los ingenieros, hombres, menos mujeres todavía en este ámbito. Hay faros que son anónimos como las carreteras, obras que se hacían desde el ministerio. Yo hice la primera cárcel de la democracia, me ha pasado muchas veces, soy la primera catedrática de proyectos. Yo cuando hice la carrera éramos pocas pero no era tan raro que hubiera mujeres, ha habido bastantes que han ejercido y muchas otras que lo han hecho con sus maridos, pero realmente cuando hacía mi trabajo era consciente y lo sufría, sufría las dificultades. Son cosas que en muy poco tiempo han cambiado mucho. Cuántas mujeres se presentaron, probablemente ninguna. Lo fantástico era ganar un concurso. Que fueras mujer no era llamativo. Yo sentía que a los colegas no les gustaba pero no era explícito”, cuenta Blanca al otro lado del teléfono.
“Soy arquitecta. Lo que me ha costado mucho es tener un estudio y trayectoria como a otros hombres y mujeres de todo tipo. Ser mujer no es lo que me identifica, no he conseguido nada por ser mujer. Ser autónoma y tener un estudio es muy duro para cualquiera. Por ejemplo, nunca he tenido problemas en las obras, hay que tener autoridad, la gente te respeta si tienes autoridad y diriges, no he sentido que me hayan discriminado. Rita Lorite también proyectó el faro de Irta. Yo sabía que se presentaban varios funcionarios, porque había tradición de hacerlos en el ministerio. Pero no he vuelto a tener más contacto con ella”.
Quien se acerque a Nules podrá contemplar la obra de Blanca, “como una torre de un campanario que va ascendiendo. Es un lugar transitable y lo asocio a esa cuestión, concebido todo de piedra, sillares de piedra de 20 centímetros de espesor, piedra caramiel, una piedra que se va oxidando y se va poniendo amarilla”. Han pasado más de treinta años y el faro se ha ganado el cariño de la población, que ya lo concibe como algo suyo, como parte de su identidad. Esa torre que pretendía ser señal para los navegantes se ha convertido en ancla para los que viven en tierra.