“La única forma de vencer la tentación es caer en ella”. Es una cita de Oscar Wilde que la marca de moda española Loewe tomó prestada para promocionar sus bolsos en los años 60. Y no hay frase que mejor resuma la esencia de esta firma, la de un dramaturgo de la alta sociedad dedicado al esteticismo aunque ese derroche por la belleza le llevara a la indigencia en sus últimos días.
Muchos identifican su logotipo pero pocos pueden comprar sus bolsos, que rondan los 2.500 euros y que tienen su origen en Madrid, en 1892. Hoy, más de un siglo después, la compañía reafirma su apuesta por el mercado asiático (que devora las marcas de lujo) y ha inaugurado una nueva tienda en Shanghái.
La firma española de lujo, propiedad del conglomerado francés LVMH, ha abierto en China una tienda de casi 700 metros cuadrados y afianza su apuesta por la internacionalización, con 160 puntos de venta y más de 1.100 empleados en todo el mundo. Pero su sede central sigue estando en el lugar que le vio nacer, en la ciudad de Madrid. Un artesano alemán de nombre Enrique Loewe Roessberg, se instaló en la capital para abrir su propia tienda de marroquinería en la calle Príncipe. Desde su nacimiento, se concibió como una marca de alto nivel, con clientes de gran poder adquisitivo de la época como industriales, políticos, aristócratas e incluso ¡reyes! El monarca Alfonso XIII nombró a Loewe proveedor oficial de la Casa Real y le confirió una visibilidad inmensa, un caché y una expansión por todo el país.
Esta marca ligada a la artesanía es, en pleno siglo XXI, un símbolo de estatus del que tampoco es ajeno oriente. Concebida bajo el concepto “Casa Loewe”, está conquistando el mercado asiático con este espacio en Shanghái mezclando elementos clásicos de la cultura y arquitectura china. El exterior está recubierto con 35.536 azulejos de cerámica dorada elaborados a mano por un estudio catalán, Ceràmica Cumella. El establecimiento, llamado flagship (su tienda más destacada), incluye una selección de esculturas, muebles y objetos artesanales de la colección de arte de Loewe.
Oriente y Occidente unidos por sus bolsos. Mujeres con gustos minimalistas lucen el Amazona o Puzzle igual que la alta sociedad madrileña, algo más barroca, de principios del siglo XX. La actriz estadounidense Ava Gardner, que adoraba la firma, compró un bolso de cocodrilo marrón chocolate en 1958 en la tienda de la Gran Vía durante el tiempo que vivió en la ciudad.
Y como toda marca icónica que se precie, su historia real se entremezcla con el mito. Uno de los emblemas de la casa, el bolso Amazona, fue diseñado por Dario Rossi en 1975 y año tras año sigue siendo uno de los productos de mayor venta de la empresa. Está confeccionado con Napa 7000, considerada la piel de mayor calidad del mundo. No en vano se habla del denominado “tacto Loewe”, que es el fino y suave tejido que solo unos pocos pueden acariciar. En su precio reside también su magia. Y en ese lujo silencioso que está tan de moda. Quienes llevan un Loewe no encontrarán grandes logotipos brillantes que identifican a la empresa como sí sucede, por ejemplo, con un Yves Saint Laurent. En su caso, el diseño es reconocible a lo largo de los años, relacionado también con la arquitectura y los grandes diseñadores que han reeditado sus modelos, y que hacen que cualquier amante de los complementos de lujo reconozca uno de sus productos con un solo vistazo.
Siempre se habla de que, en el mundo de la empresa, la primera generación es la que crea el negocio, la segunda la que lo impulsa y la tercera, los nietos, los que acaban cerrándola. Pero en Loewe, pese a sus altibajos y cambio de dueños, no se cumple la teoría. De hecho, la tercera generación fue clave para su desarrollo. Fue el nieto de aquel Loewe alemán el que modernizó su imagen, que comenzó su expansión internacional con puntos de venta en Londres y Japón e inauguró la reconocible tienda de Gran Vía.
Hoy forma parte del conglomerado francés de lujo LVMH pero su identidad sigue siendo española y su fábrica sigue estando en Madrid, en Getafe.
En la retina quedan imágenes de grandes momentos de la firma, como el número de marzo del año 2022 de Vogue Usa que protagoniza Kim Kardashian con uno de sus tops o la actriz Úrsula Corberó, fiel embajadora, que aúna modernidad y exclusividad, y que acude a sus citas en la alfombra roja vestida de la firma. Pero, sobre todo, mujeres anónimas que lucen cada día los bolsos más icónicos que toda fashion victim sueña con tener alguna vez en la vida. Ese oscuro objeto de deseo al que, según Oscar Wilde, no debemos resistirnos…