Las recientes elecciones europeas han supuesto un aldabonazo para algunas de las constantes de su economía. El respaldo de las opciones de la ultraderecha en el conjunto de la zona euro, con un especial éxito en tres de sus mercados clave, léase Francia, Italia y Alemania, responde a una inquietud de una parte representativa de la sociedad europea sobre tres puntos que inciden en la construcción económica como son el Pacto Verde, la inmigración y un resurgir de la vuelta a la Europa de las Naciones.
Junto a ello, aparecen informes de gran calado sobre el futuro de Europa, cuyo encargo obedece a qué algo no acaba de funcionar. El primero, ya presentado, pertenece a Enrico Letta. El segundo, cuyo bautizo se espera como agua de mayo, lleva la firma de Mario Draghi.
El artículo 3 del Tratado de la Unión Europea (UE) establece los objetivos de crecimiento económico equilibrado, estabilidad de los precios y unión económica y monetaria. Pero los datos y las tendencias no arropan esta expresión de voluntad.
Todos los dirigentes europeos no ignoran que el milenio está asistiendo a un declive constante del peso de la economía europea en el concierto mundial. Una hemorragia lenta, pero contumaz como la sequía, que revela la pérdida de competitividad económica, manifestada en la necesidad de reindustrialización, la falta de un mercado de capitales que merezca tal nombre, la incomparecencia en la batalla por la inteligencia artificial y la ausencia de capacidad militar. Aunque esta tendencia no es ni mucho nueva, la pandemia, la guerra de Ucrania y la posible victoria trumpista han subrayado estos déficits.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que la UE representa el 17,4% de la riqueza mundial. Hace 20 años atesoraba el 31% del PIB. Desde la crisis financiera de 2008 esta tendencia a la baja no ha dejado de acentuarse, acelerada tras Covid. Salvando las distancias, es un fenómeno similar al experimentado por Japón desde la década de los 90.
En términos de poder adquisitivo, el descenso de Europa se remonta a la década de los 80. Mientras tanto, las potencias emergentes, con China e India a la cabeza, no paran de crecer y dominar sectores industriales.
En comparación con Estados Unidos, Europa tiene una menor natalidad y, en consecuencia, una menor población productiva y un mayor envejecimiento demográfico. También una menor productividad y una mucho más reducida inversión en innovación, donde Estados Unidos dispone del doble de recursos por habitante que la UE y con un sistema complementario entre lo militar, lo universitario y la empresa privada. Sólo los siete magníficos tecnológicos americanos invierten el doble en innovación que toda la UE junta.
El mercado de capitales es más voluminoso y líquido que el europeo, como lo demuestra el hecho de que muchas empresas europeas coticen en bolsas americanas. En los últimos cinco años, S&P se ha revalorizado un 60% frente al 20% de Eurostoxx. Sus empresas son muchos más grandes y capitalizadas que las europeas.
La respuesta china ha sido demoledora tras su crisis inmobiliaria. Está inundando los mercados de productos industriales baratos, dopando a sus empresas con financiación y subvenciones y animando a un consumo interno de los bienes domésticos. Los americanos han levantado las barreras del proteccionismo con aranceles para los coches y los semiconductores chinos para salvaguardar el empleo. ¿Europa? La industria europea, no lo olvidemos, cae a un ritmo del 5% por año.
Draghi todavía no ha presentado su informe, pero si avanza sus conclusiones. Apuesta por un refuerzo industrial para competir con los dos gigantes, un sistema de defensa integrado, una autonomía energética, fomento de la tecnología digital y de vanguardia y la unión de un mercado de capitales. Para ello reclama una enorme cantidad de dinero para invertir.
Enrico Letta ya ha presentado su propuesta a los líderes europeos. Promoción de la investigación y la innovación, financiación, mayor integración, empresas fuertes, cohesión social, menos burocracia y mercado único. Plantea una unión de los mercados de capitales para mantener el ahorro en la UE y atraer recursos del exterior. El presidente Macron, en su ya famoso discurso en la Sorbona, mantiene posiciones similares. Los informes de los dos italianos deben inspirar el nuevo Pacto de Competitividad.
Pero da la impresión de que una parte significativa de la política europea está en otra. La lucha contra el cambio climático, el Pacto Verde, la taxonomía y la transformación hacia una economía circular dominan la agenda europea, con alta regulación y fiscalidad. El mundo está cambiando y la UE necesita un impulso que le saque de su letargo económico.