Si ya es difícil vivir del campo, todavía se complica más aún si eres mujer. Mercedes Cano es agricultora, la cuarta generación que se dedica a la aceituna en Alcalá La Real, en Jaén. Ella dirige con su hermano su propia explotación y una almazara familiar. La rebaja del IVA del aceite de oliva del 5% al 0% a partir del 1 de julio le parece una ayuda para impulsar las ventas, pero no es la solución definitiva. En una zona de secano, con malas cosechas desde 2021 y una producción cuatro veces menor de lo habitual, las necesidades son otras.
“Mi bisabuelo empezó en el campo, o sea que somos ya la cuarta generación. Nosotros recibimos la aceituna de muchos puntos de la zona, a 70 y 80 kilómetros a la redonda, en Alcalá La Real, y producimos nuestro propio aceite Ermita Nueva. Funcionamos como una cooperativa, los agricultores de la zona entregan su aceituna y van decidiendo cuándo quieren liquidar. Este año nuestra explotación no llegó a los 100.000 kilos de aceite porque Alcalá es una zona de secano y la sequía nos ha impactado especialmente. Pero en un año empezaremos una nueva etapa con el agua regenerada de la depuradora de Alcalá, hemos constituido una comunidad de regantes y empezaremos las obras en cuestión de meses”, explica.
En lugar de quedarse en casa lamentándose de su mala suerte, de que en su zona no tiene río ni embalses y que la sequía está provocando la ruina de muchos de sus compañeros, ella prefiere mirar al futuro. Con esta solución, una comunidad de regantes, volverán a tener una buena producción y las sequías ya no impactarán en la producción. Ellos saldrían ganando, pero también los consumidores porque los precios no se dispararán por la escasez. “Con el agua regenerada de la depuradora, se hará un filtrado más exhaustivo, pasará por una especie de colador e irá canalizada a la zona de regadío. Cuarenta familias se verán beneficiadas. Cuando tengamos la autorización medioambiental, pediremos la licencia y empezarán las obras, llevamos siete años esperando esa agua, pero cuando llegue, estas tierras serán productivas, para la campaña 2025-2026. El agua lo es todo. Y daría igual que llueva o no, estaríamos salvados”.
No es habitual encontrarse a una mujer en este sector, “suelen estar a la sombra de los maridos. Una vez un hombre no quiso tratar conmigo porque era mujer, pero a mí nunca me ha limitado. Llevo la relación comercial con los agricultores y clientes y la explotación”.
El precio del kilo de aceite lo está vendiendo en origen a unos 8 euros, cuando el precio final, el que vemos en las estanterías de los supermercados, puede rondar los 12 e incluso 14 euros. Pero ella insiste, que no se crea el consumidor, que los agricultores se están forrando con el aceite de oliva. “Ahora mismo está alto porque no hay producción, es un año nefasto, pero la gente se piensa que nosotros nos estamos llevando la diferencia, pero no es así porque no hay cosecha, nuestros costes son muy bajos, en la provincia de Jaén no compensa, conozco a muchos agricultores que lo están pasando muy mal”, narra.
Como consecuencia de los elevados precios, el aceite de girasol ha aumentado sus ventas. Es mucho más barato y se ha convertido en el aceite más vendido de toda España. Mientras que el aceite de oliva entre octubre de 2023 y marzo de 2024 se ha vendido un 17,5% menos, el de girasol ha pasado a venderse un 24,5% más. Solo hay que ver la diferencia de precios. El litro de girasol está a unos 2 euros y el de aceite de oliva a más de 10 euros, son 8 euros de diferencia que se ahorra el comprador.
Para Mercedes, las ayudas deben estar enfocadas a estabilizar los precios “y almacenar el aceite en las campañas buenas para tenerlo en las malas. Que haya algún tipo de ayuda institucional para poder lograrlo”. Si no, el papel del olivarero en Jaén y de la olivarera en particular, se irá complicando. “La situación de la mujer la veo difícil, cada vez menos gente quiere vivir en el campo y no hay rentabilidad y, por lo tanto, no hay atractivo. Para una mujer peor, somos más sensatas y queremos tener unos ingresos fijos, somos más previsoras”.
Además, es una vida repleta de sacrificios. “Nos levantamos a las 6 de la mañana, aunque tengo gente que me ayuda, pero el campo no está dignificado porque a nadie le suena bien si dices que eres agricultora, no está valorizado y si no hay margen, ¿quién se querrá dedicar a esto? Yo no sé de aquí a unos años qué pasará”.
La comunidad de regantes ha sido su salvación, pero tiene un coste muy elevado. Las obras cuestan 8 millones de euros, así que esperan tener suficientes subvenciones públicas para poder hacer frente a la factura. Si les va bien, más mujeres querrán dedicarse a la aceituna.