La ruptura de las barreras laborales para los trabajadores sénior resulta especialmente compleja para las mujeres. Si durante su juventud la maternidad actúa como un freno en sus carreras, con el paso de los años se enfrentan a nuevas dificultades. Un factor determinante es la dificultad de compaginar el cuidado de familiares dependientes con el empleo. Aquellas que son expulsadas del mercado laboral encuentran grandes obstáculos para reincorporarse, mientras que quienes permanecen activas sufren una de las mayores brechas de género. En concreto, las mujeres mayores de 55 años perciben un salario hasta un 15% inferior al de sus homólogos masculinos. Una porcentaje que, una década después, prácticamente se duplica.
Estas son algunas de las conclusiones del ‘IV Mapa de Talento Sénior. La brecha de género’ elaborado por el centro de investigación Aegingnomics de la Fundación MAPFRE y ClosinGap, que analiza la situación de la mujer sénior en el mercado laboral. Este informe es particularmente relevante si se tiene en cuenta que las mujeres constituyen el 55% de la población de más de 55 años en España (datos de 2022). Entre 2008 y 2022, el crecimiento de la población sénior femenina fue mayor (1,8 millones) superó a la masculina (1,66 millones).
Las proyecciones del INE apuntan a un mayor aumento de la esperanza de vida femenina. De esta forma, las mujeres que hoy tienen 50 años, al alcanzar la edad de su jubilación (en 2041), vivirán casi hasta los 90 años. En este contexto, uno de los grandes retos es alargar su vida laboral. En la última década (2013-2023), el número de ocupadas mayores de 55 años ha crecido diez puntos representando el 45% del total (1,9 millones de mujeres) en esta franja de edad.
Dificultad de acceso
Sin embargo, aunque las distancias se reducen, sigue habiendo más hombres activos y ocupados que mujeres, y las tasas de actividad y ocupación femeninas son inferiores a las masculinas. De media, las mujeres de más de 55 años, sufren más paro, con una tasa de desempleo del 13,09%, frente al 8,90% de los hombres. Aunque el desempleo desciende con la edad, esta caída refleja en parte el abandono de la búsqueda activa de empleo por parte de muchas mujeres. Este fenómeno se observa en todos los niveles educativos, aunque el 40% de las ocupadas cuentan con un título universitario, un factor que favorece su empleabilidad y reduce el riesgo de desempleo.
¿En qué trabajan las mujeres sénior? Nueve de cada diez (91%) trabajan en el sector servicios, concentrándose en sanidad, educación y hostelería. Principalmente, lo hacen por cuenta ajena, ya que las mujeres activas autónomas representan el 15,6%, cinco puntos menos que los hombres. En 2023, había una trabajadora por cuenta propia (365.000) por cada dos hombres (673.000). Un elemento positivo es que las mujeres han perdido el miedo a emprender. La tasa de actividad emprendedora (TEA) en mujeres sénior fue del 3,8%, cercana al 4,63% de los hombres, pero sus proyectos tienen menor desarrollo tecnológico y una visión más conservadora.
Brecha salarial
La brecha salarial entre hombres y mujeres persiste en la población sénior, a diferencia de las cohortes más jóvenes, donde prácticamente se ha eliminado. En 2021, la brecha salarial en el grupo de 55-64 años era del 14,4%, aumentando al 27% en mayores de 65 años. Esta diferencia en la retribución se explica también por el tipo de trabajo que ocupan las mujeres: hay dos veces y media más hombres que mujeres en la categoría de directores y gerentes. A su vez, el porcentaje de mujeres con empleo a tiempo parcial (18%) triplica al de los hombres (5%).
De esta forma, el informe constata lo que es una percepción social: las mujeres sénior enfrentan mayores dificultades para reincorporarse al mercado laboral debido a su rol en cuidados, falta de oportunidades de desarrollo profesional y precariedad laboral. Como señalan los expertos en la materia, la sociedad no está sensibilizada con el cuidado de los familiares dependientes, lo cual impacta especialmente en las mujeres. Ante la falta de una red pública de apoyo, son ellas las que se ven obligadas a pedir una reducción de jornada o, incluso abandonar su trabajo para atender a sus padres.
Para Begoña García Gil, doctora y profesora del área Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC), las mayores dificultades para la empleabilidad de las mujeres sénior responden, además de a la dificultad de conciliación, a los estereotipos derivados de la edad, dado que aún persiste la percepción de que las personas mayores tienen menos capacidad de adaptación, aprendizaje o productividad.
Estrategias
García Gil advierte de las consecuencias del rol de cuidador familiar que asumen las mujeres: la falta de formación, especialmente en el ámbito digital, a la que se une la brecha salarial acumulativa que limita la inversión en sus competencias profesionales. “La diferencia salarial a lo largo de los años facilita que los hombres puedan invertir en formación durante toda su vida profesional, mientras que las mujeres no tienen capacidad económica para destinar parte de su salario a la formación, lo que agranda la brecha con los avances tecnológicos”, detalla.
El documento propone estrategias como planes de desarrollo profesional, incluir programas de retorno a la carrera, eliminar sesgos de edad y género en la selección de personas, crear entornos laborales flexibles e implementar programas de capacitación y mentoría intergeneracional, como fórmulas para impulsar la equidad de género. Entre las iniciativas más frecuentes, implementadas ya en empresas referentes, destacan promover segundas carreras, impulsar trabajos a tiempo parcial, incentivar el trabajo autónomo, apoyar que los ‘sénior’ trabajen en servicios propios de la economía plateada, dar mayor visibilidad a las trabajadoras mayores y favorecer bonificaciones del 100% para empresas que contraten a mujeres mayores o para aquellas que deseen emprender a partir de los 50 años, entre otras.