Conversar con Francisca Sauquillo es revivir la transformación de España y su sociedad en los últimos sesenta años de la mano de una mujer vital, comprometida, luchadora y pionera en su tiempo. Harían falta varios folios para resumir su trayectoria profesional. Es una gran defensora de los derechos de las mujeres y los Derechos Humanos como abogada.
En 1990 desde la ONG Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad, fundada en 1983, promovió la causa contra las violaciones masivas de mujeres musulmanas en la guerra de ex-Yugoslavia, que le supuso el reconocimiento de Mujer Europea del año en 1993. Ahora está inmersa en la casilla solidaria para las empresas desde la Plataforma del Tercer Sector. En el pasado, lo hizo también desde las instituciones políticas, como senadora por Madrid entre 1983 y 1994 y eurodiputada, entre 1994 y 2004, entre otras.
Su conciencia social surgió siendo niña cuando como estudiante en el Colegio de Loreto en Madrid se preguntó por qué la hija del portero -que asistía a la ‘escuelita’- entraba por una puerta diferente. Y aunque una monja por aquel entonces dijo a sus padres que no tenía capacidad para los estudios, gracias al apoyo de su madre se matriculó en la facultad de derecho en 1961. Y a partir de ahí “cambió su vida anterior, teniendo muy claro que quería defender a los trabajadores“.
¿Cómo hizo en sus inicios esa defensa de la clase obrera?
La inmigración de la España de los sesenta era interna de Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha… gente que iba a Madrid, Barcelona o Bilbao huyendo del hambre o por ideología política. Hubo quienes tuvieron que cambiar de nombre, mujeres que pasaron de llamarse Libertad a Esperanza o Dolores. El extrarradio de Madrid era una amalgama de 30.000 chabolas.
Yo monté la primera asociación de vecinos de España en Palomeras Bajas (Vallecas) en 1965. Este fue el germen para fundar mi despacho de abogados laboralista en 1968.
¿Cómo era entonces la situación de la mujer? ¿Cómo la vivió?
Veníamos de una España analfabeta, especialmente en el caso de las mujeres. Formé parte de la Asociación Democrática de la Mujer (ADM), una de las primeras asociaciones feministas en España y una de las primeras cosas que hicimos fue montar la primera librería especializada en mujeres en forma de cooperativa.
Identificamos dos ámbitos de lucha: la dictadura y el patriarcado. La falta de libertades afectaba doblemente a las mujeres que necesitábamos autorización para todo, hasta comprar una lavadora. Teníamos tres protectores, el padre, el marido y la Iglesia. Hasta 1962 las mujeres alcanzaban la mayoría de edad a los 25 años, mientras que los hombres lo hacían a los 21 y luego se rebajó a los 18.
En el ejercicio del derecho, ¿qué casos le han marcado?
He defendido diversas causas que me han dejado huella. Los tres juicios que más me han marcado son: el juicio 1001 en 1972 contra la cúpula de la Comisiones Obreras, las últimas ejecuciones del franquismo -en 1975, la defensa de María Jesús Dasca, una de las últimas condenadas a muerte– y en 1981, la defensa de los afectados por el síndrome de la colza en el que hubo más mujeres afectadas que hombres.
En 1998, mi hijo falleció porque fue invisible una noche en la que sufrió un shock hipoglucémico a causa de la anorexia nerviosa que padecía. Él fue uno de los primeros casos de esta enfermedad mental en hombres. Falleció porque le dejaron tirado en la calle, esa noche fue invisible. Este es un golpe que no superas nunca en la vida.
Desde entonces, ¿cree que se ha evolucionado en la lucha contra las enfermedades mentales?
El tratamiento de las enfermedades mentales no está bien abordado en España, especialmente desde el punto de vista de las familias porque no se entiende. Hay que incidir más en la prevención y en romper los estereotipos de belleza.
En mi caso, además me ha llevado a ser consciente de los ‘invisibles de la sociedad’, la gente que vive en la calle y con quienes trato de conversar para hacerlos visibles.
Retomando su trayectoria, ¿cómo fue su desembarco en política?
Tenía un gran conocimiento de la situación de Madrid por mis comienzos en el extrarradio. En 1979, se convocaron las primeras elecciones municipales de la democracia y me presenté. Pero no conseguí salir elegida como candidata al no lograr el 5% de avales que hacía falta. En 1982, el PSOE me ofreció ir como diputada independiente pero lo rehusé. Un año después, me propusieron ser senadora por Madrid y acepté porque coincidía con temas de vivienda y mujeres, que venía defendiendo en el despacho.
Las mujeres éramos ‘bichos raros’ en el Parlamento español, apenas un 6% en el Senado en unos momentos en los que estábamos consiguiendo cambios muy importantes en favor de la igualdad. En 1981, se aprobó la primera ley del divorcio tras la dictadura. Para informar a las mujeres publicamos un librito divulgativo con comentarios a la norma y formularios. Como senadora, en 1985, defendí los tres supuestos para permitir el aborto legal en España.
“En la UE creían que las españolas éramos retrógradas, pero les impresionamos”
Y en 1994 pasó a formar parte del Parlamento Europeo, ¿qué supuso desde el punto de vista femenino?
Formé parte de la segunda legislatura con eurodiputados españoles. Por aquel entonces se creía que las españolas éramos muy retrógradas. Las suecas pensaban que las españolas estábamos muy retrasadas y se quedaron impresionadas de lo avanzadas que éramos. De aquella época surgen las bases de las directivas de igualdad entre hombres y mujeres.
Con la perspectiva que da el paso del tiempo, ¿cuál es su balance en relación a la situación de las mujeres en la sociedad?
Hemos pasado de la mujer en casa y con la pata quebrada de los años 40 y hasta mediados de la década de los 60 a una sociedad más igualitaria como consagra el Artículo 14 de la Constitución española. Hemos alcanzado conquistas importantes como la ley del divorcio o del aborto, pero sigue faltando educación en igualdad. Algunas leyes han generado el efecto contrario en los hombres y rechazo por sentirse minusvalorados.
Falta apoyo y ayudas a las familias para la conciliación. Hemos pasado de una sociedad con más de una decena de hijos a no tener ninguno. Hoy somos una sociedad diversa, ahora la inmigración no es del sur al norte de España sino de fuera de nuestras fronteras atraída por el espejismo del Estado de Bienestar de la Unión Europea.
Somos una España diferente y yo admiro a quienes están en el Gobierno en este momento tan complejo. Han cambiado los instrumentos, las personas, las estructuras,… toca adaptarse, pero yo veo el futuro con optimismo.
*Nota: La Casilla Empresa Solidaria es una iniciativa impulsada por la Plataforma del Tercer Sector, que permite a las empresas que pagan el Impuesto de Sociedades destinar el 0,7% de su tributación a financiar proyectos sociales. En la actualidad, solo el 2,7% de las empresas que pueden hacerlo marcan esta casilla y así, en 2023, se recaudaron 57,88 millones de euros. Si todas lo hicieran, la recaudación máxima por este concepto podría llegar a los 245 millones.