La brecha de género sigue patente en el ámbito agrario. En la última década, la pérdida de empleo agrario ha sido más acusada para ellas a pesar de su menor participación en el sector. En términos de ingresos: las mujeres perciben una menor retribución o menores ayudas cuando son las propietarias de las explotaciones. Las trabajadoras agrarias cobran más de un 3,2% menos que ellos por jornada completa, un porcentaje que se eleva hasta casi el 8% (el 7,6%) cuando se trata de contratos temporales, según el informe de Salarios Agrarios del Ministerio de Agricultura.
La situación es similiar cuando se analiza desde la perspectiva de mujeres perceptoras de las ayudas directas de la Política Agraria Común (PAC). En 2023 (últimos datos disponibles), ellas sumaron 212.888 personas, lo que supone casi el 38% del total. Sin embargo, el montante global de ayudas percibidas es diez puntos porcentuales inferior. Esta diferencia se explica porque sus explotaciones son más pequeñas o se dedican a actividades menos rentables. De esta forma, la ayuda media que recibe una explotación femenina es un 40% inferior a la masculina. En el caso de las mujeres se sitúa de media en 4.434 euros, frente a los 7.156 euros de los hombres.
Envejecimiento
En 2024, el número de mujeres afiliadas en el Regímen Especial Agrario alcanzó casi las 257.500, lo que supone un 37,2% del total de afiliados en este régimen. En comparación con diez años antes, se han perdido casi 59.500 afiliaciones femeninas en este régimen y de esta forma su participación en el conjunto del sector ha caído en tres puntos porcentuales. El número de afiliadas únicamente crece en las franjas de edad más elevadas a partir de los 55 años. Las agricultures a partir de esta franja de edad suman 87.000 personas, un 18,5% más que hace una década. Es un claro reflejo del problema de envejecimiento que afronta el sector agrario.
De la misma forma, el envejecimiento de las explotaciones afecta especialmente a las mujeres. En el caso de los perceptores de más edad (mayores de 65 años), ellas representan más del 43% del total, mientras que en el polo opuesto, menores de 25 años, las mujeres no llegan al 21%. Y esto queda a su vez reflejado en el conjunto de titulares de explotaciones (mujeres y hombres). Más del 91% tiene más de 40 años, frente al 7,8% entre los 25 y los 40 años y los menos del uno por ciento (3.882 titulares) de menos de 25 años. Con esta edad, solo hay 814 mujeres como perceptoras de las ayudas, según el último informe de Ayudas Directas y Desarrollo Rural 2023 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación.
Ingresos
Una particularidad del envejecimiento del sector es que la menor brecha de ingresos en la percepción de ayudas se sitúa en la franja de mayor edad. Las explotaciones de mujeres de más de 65 años percibieron unas ayudas medias de 3.793 euros, un 16% inferiores a las de los hombres. El mayor gap se produce entre los 40 y los 65 años, donde ellas perciben hasta un 43% menos de ingresos por ayudas aunque el montante medio de las mismas es superior (casi 4.600 euros). La buena noticia en las explotaciones lideradas por mujeres jóvenes es que su rentabilidad es mayor, así la ayuda media se sitúa en 8.000 euros entre 40 y 25 años y en más de 10.000 euros en las más jóvenes; si bien, la brecha de género en estas edades se sitúa en el 29% y el 25%, respectivamente.
En cuanto a las mujeres trabajadoras, un estudio específico del Ministerio de Agricultura advertía de que las mujeres cobran de media menos de mil euros en el medio rural, frente alos 1.600 euros de los hombres. Entre otras, identificaba como causas su concentración en trabajos de poco valor añadido y su mayor parcialidad, casi una de cada tres, al asumir ellas las tareas de cuidados en un entorno como el rural donde los déficit de servicios de atención y apoyo son mayores que en el urbano.
Retos futuros
El reto para impulsar el papel de las mujeres en el medio agrario y rural pasa por mejorar la recopilación de datos sobre las mujeres en las zonas rurales a escala nacional y de la UE para aplicar políticas eficaces a prueba de género y abordar las desigualdades; y mitigar las disparidades de género en las zonas rurales proporcionando a las mujeres un apoyo adaptado, como la financiación, la formación, el cuidado de los niños y la asistencia sanitaria, mejorando así sus perspectivas de empleo e innovación. Así como, promover la participación de las mujeres en la toma de decisiones remodelando los discursos de género, destacando sus contribuciones innovadoras y procurando una representación específica de las mujeres en los órganos decisorios.