Reportaje

Las gemelas zapateras, emprendedoras en la España rural

Beatriz y Marta tienen en un pueblo de 5.000 habitantes su negocio, una extensión de ellas mismas, y una forma de vida más sosegada pero no exenta de los riesgos de cualquier empresaria de la urbe

Beatriz y Marta en su tienda.
Beatriz y Marta en su tienda. Artículo14

Beatriz y Marta son gemelas y socias. No solo comparten genes sino también un negocio que han levantado solas en el pueblo de su abuela María. Y allí llevan dos décadas vendiendo calzado, desde su tienda ‘Tu pie’, la única zapatería de Fuentes de Ebro desde que hace un par de años se jubiló la competencia.

“Nosotras somas de Zaragoza y hemos vivido en la ciudad hasta que nos casamos a los 25 años. Entonces nos venimos a vivir al pueblo aunque ya teníamos mucho arraigo porque es donde veníamos los fines de semana, en vacaciones, los abuelos eran de aquí. Las dos trabajábamos en una fábrica de cables para coches hasta que cerró la empresa y nos despidieron. Nos quedamos en el paro sin saber muy bien qué podíamos hacer. Nos dio por el calzado sin tener idea de nada, no teníamos experiencia en el sector ni de cara al público pero nos lanzamos igualmente”, explica. Utilizaron la indemnización que recibieron y se instalaron en un local a la entrada del pueblo, un municipio de casi 5.000 habitantes y a 30 kilómetros de Zaragoza. Pero fueron mejorando y ahora ya venden en el centro.

“Me gusta vivir en el pueblo, no tuve ningún problema de adaptación, además pasamos a mejor vida porque el trabajo de la fábrica era duro. Con la zapatería tenemos más tranquilidad mental y al ser dos, nos vamos turnando”.

Hace veinte años, internet no estaba al servicio del negocio. Se desplazaban a Zaragoza a los almacenes de calzado para conocer a los proveedores y a las ferias de Madrid. Ahora casi todo se puede hacer con un click, desde el ordenador, de una forma más sencilla y rápida. En un pueblo donde internet funciona tan bien como en la ciudad, sin problemas de cobertura.

Pero internet les ha dado y también les ha quitado. Las ventas online se han disparado y ellas han perdido algo de negocio. Pero vivir en un pueblo las ha beneficiado en este caso. En las grandes ciudades es más habitual que las compras se hagan por internet pero en los pueblos todavía está muy extendido el negocio de proximidad sobre todo entre la gente mayor. Sus clientes son fieles. “Nos beneficia vivir en el pueblo porque la gente mayor viene aquí, en persona y quizás en las grandes ciudades compra en internet, la gente joven maneja internet pero las personas de más edad quieren probárselo, mirarlo, tocarlo. Desde la pandemia nos va incluso algo mejor que antes”.

Y han sabido diversificar. Con el boom de las ventas online han incorporado el negocio de reparto de paquetes y se han convertido en un centro logístico para el pueblo, un punto de recogida de paquetes e incluso ellas mismas ejercen de carteras y reparten paquetes de Amazon entre sus vecinos, casa por casa. “Con un poco de todo sobrevives”.

Pero el emprendimiento en el pueblo también es difícil. Los negocios que cierran no vuelven a abrir porque no hay relevo generacional. Los jóvenes no quieren dedicarse a este tipo de empresas. “Hay varias tiendas que han cerrado, dos o tres de moda, y las dueñas que cerraron no fue porque les fuera mal sino porque se jubilaban. Yo veo que hemos tenido tantos años la tienda porque éramos dos, porque nos hemos compaginado y así no era tan esclavo pero estar todo el día, uno solo, es no tener vida, mi hermana y yo tenemos hijos y no creo que quieran tomar el relevo”. Con ellas el negocio desaparecerá seguramente.

Aún así anima a los nuevos emprendedores a lanzarse e implantarse en los pueblos. De hecho en ocasiones se han acercado de otros municipios para informarse sobre cómo han sacado adelante el negocio.

Y una tienda en una zona rural no es tan esclava como en el centro de una gran ciudad donde los horarios son interminables, de lunes a domingos incluidos. “Otra cosa positiva del pueblo es que los horarios no son tan exigentes. Los sábados por ejemplo abrimos de 10:00 hora a 13:00 horas y los domingos no. Porque en el pueblo a partir de la 13 todo el mundo se va a comer y ya no piensan en comprar”.

El emprendimiento rural tiene además de horarios más tranquilos, otros ritmos, otras ambiciones. Beatriz no aspira a abrir otras tiendas, a expandirse, sino a permanecer, a mantenerse en el tiempo. “Y por supuesto que arriesgamos, con los cambios de temporada, compramos zapatos que no sabemos si vamos a poder vender y eso te cuesta dinero.”

En el pueblo todo el mundo las conoce como las zapateras, su negocio es una extensión de ellas mismas, y una forma de vida más sosegada pero no exenta de los riesgos de cualquier empresaria de la urbe.

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