Opinión
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La riqueza de las naciones

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson.

Adam Smith publicó en 1776 un texto fundamental, una auténtica biblia del pensamiento económico, que alumbró una ideología que ha modelado el mundo que conocemos. Se trataba de La riqueza de las naciones en su versión corta o de Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones en su versión original y académica. Adam Smith, hijo de la ilustración escocesa que deslumbró en el siglo XVIII, es un gigante de la filosofía de la economía, posiblemente sólo a la altura de John Maynard Keynes y de Karl Marx. Se le considera el padre de la economía moderna y, de alguna manera, uno de los creadores de esta disciplina como ciencia.

Empezó a escribirla en 1764 y la entregó a la imprenta doce años más tarde. Smith era un gran lector y un pensador preocupado por los más variados temas morales y conductuales que, curiosamente, acabó sus días como afanoso director de la Aduana de Edimburgo.

En La riqueza de las naciones Smith desbroza las razones del desarrollo económico y social de países como el Reino Unido y los Países Bajos, analiza el mercantilismo y la fisiocracia y abona su teoría sobre la moneda, el mercado, el trabajo, el precio y el capital. Defiende la mano invisible, en virtud del cual la libertad individual genera un bien común para la sociedad a través de la libre empresa, la libre competencia y el libre comercio. Es el liberalismo económico.

En este 2024, la Real Academia Sueca de Ciencias ha concedido el Premio Nobel de Economía a tres economistas de prestigio dedicados a estudiar el por qué unos países son ricos y otros, no; el por qué unas sociedades prosperan y otras, no; el por qué unos sistemas son justos y otros, no; el por qué unos generan desarrollo y riqueza y otros, atraso y miseria. Se trata de Daron Acemoglu, James Robinson y Simon Johnson. Los dos primeros han escritos obras con títulos tan periodísticos como Por qué fracasan los países, Orígenes de la dictadura y la democracia y El pasillo estrecho. Y Acemoglu y Johnson publicaron el año pasado Poder y progreso.

El Nobel se lo han otorgado “por sus estudios sobre cómo se forman las instituciones y cómo afectan a la prosperidad”. Daron Acemoglu es el más conocido de ellos, pues se ha convertido en un faro en la opinión sobre economía política. Turco de nacimiento, americano de adopción, es profesor de Economía en el Massachusetts Institute of Technology (MIT). James Robinson, experto en política y economía, es catedrático de la Universidad de Chicago. Y Simon Johnson es también profesor del MIT. Entre los tres atesoran premios y distinciones y un cúmulo de investigaciones de indudable valor para entender la evolución de la humanidad y de su conformación social organizada.

Por qué fracasan los países representa un profundo análisis de la economía, la sociología, la política, la religión, el derecho y las instituciones para llegar a unas conclusiones que les permite elevar una teoría. “Es crucial la relación entre prosperidad e instituciones políticas y económicas inclusivas”. Éstas hacen respetar los derechos de propiedad, promueven igualdad de oportunidades y fomentan la inversión en nuevas tecnologías. Al contrario, las instituciones económicas extractivas se fundamentan en generar recursos de la mayoría para un grupo reducido, sin proteger los derechos de propiedad ni promover actividad económica. Las inclusivas se complementan con un poder político pluralista y se basan en la ley y el orden, derechos de propiedad y una economía de mercado. Por contra, las extractivas se vinculan con políticas extractivas que concentran el poder en manos de unos pocos, siempre en beneficio propio y utilizan los recursos para consolidar su control del poder político.

Francis Fukuyama, el gran pensador conocido por ser el autor de El fin de la historia y el último hombre, ha escrito dos obras monumentales. Dos volúmenes sesudos y de lectura compleja, imprescindibles para cualquier interesado en economía política. Se trata de Los orígenes del orden político y Orden político y decadencia política, en las que exhaustivamente analiza la historia política de la humanidad desde sus orígenes hasta casi el momento actual en naciones como Francia, China, Japón, Prusia, Nigeria o Estados Unidos o regiones como América Latina. Establece una tesis para determinar los componentes que dan estabilidad a una nación. Son la modernidad y fortaleza del Estado, el respeto al estado de derecho y la responsabilidad democrática.

Este hilo conductor a través de la historia del pensamiento entre Smith, Fukuyama, Acemoglu, Robinson y Johnson nos permite llegar a conclusiones explicativas para entender cómo a lo largo de la historia los países que han construido un Estado fuerte, que han respetado el estado de derecho, que han desarrollado instituciones inclusivas, que han respetado la libertad de iniciativa, de empresa y de expresión, que han fomentado el pluralismo político, que han perseguido el interés común y que han actuado con responsabilidad democrática, han demostrado su capacidad para generar prosperidad y reducir la pobreza. En el final de Con faldas y a lo loco, el genial Willy Wilder despedía la cinta con su “nadie es perfecto”. Ningún país ha sido perfecto, pero algunos lo son mucho más que otros.

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