Podríamos hablar del fenómeno del embudo cuando analizamos la situación de la mujer investigadora en España. Según el último informe de Mujeres investigadoras 2023 del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en la etapa predoctoral, comprobamos que ellas son ligeramente mayoría, un 51% frente a un 49% de hombres. Pero se trata solo de una especie de ilusión óptica, de falsa igualdad, porque a medida que se progresa en la carrera científica, el porcentaje de mujeres que logra convertirse en científicas titulares comienza a decrecer y no supera el 43%.
Si hablamos de puesto de profesoras de investigación, entonces el embudo se hace cada vez más y más estrecho y solo un 26% alcanza ese cargo, el más alto en la carrera científica. En algunas subáreas de conocimiento, como ciencia y tecnologías físicas, y, muy especialmente, en recursos naturales, los porcentajes de mujeres en la escala de profesoras de investigación es aún menor, un 16% y 12% respectivamente.
Ellas son también las que acaparan los puestos más precarios. El 53,8% del personal temporal son mujeres y sin embargo se convierten en minoría como personal laboral fijo, con el 39,5%. En la gráfica se puede observar esa evolución en tijera. A medida que avanza la carrera profesional, la distancia entre hombres y mujeres se amplía. Y lo más sorprendente es que esta radiografía apenas ha cambiado en los últimos diez años. En el año 2012, el porcentaje de profesoras de investigación era del 23,3% lo que demuestra que los avances son muy lentos.
Y en el informe insisten en que el trabajo de las mujeres es tan valioso como el de hombres. “Las mujeres científicas del CSIC realizan una actividad investigadora de la misma magnitud, extensión, impacto y financiación que sus compañeros. A pesar de lo cual, la brecha de género es estable y no disminuye con el paso del tiempo. Por ello, la presidencia del CSIC ha encargado a un equipo de investigación experto en políticas científicas y género del Instituto de Bienes y Políticas Públicas de nuestra propia institución, un análisis detallado para dimensionar adecuadamente el problema e identificar los factores causantes de esta brecha y de su resistencia”.
Ángela Nieto tiene 64 años. Es Académica de las Academias de Ciencias de España, Francia, Europa y Latinoamérica y acumula varios premios por sus investigaciones contra el cáncer además de ser miembro del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades raras del Instituto de Salud Carlos III. “Llevo más de 40 años investigando, contando desde que empecé mi Tesis Doctoral en el centro de Biología Molecular Severo Ochoa en Madrid, y recientemente se han cumplido 30 años que dirijo un laboratorio, los 20 últimos en el Instituto de Neurociencias (CSIC-UMH) en Alicante. Nuestra principal contribución ha sido el impacto que la reactivación de programas embrionarios tiene en patologías del adulto, incluyendo la progresión del cáncer, la fibrosis y el crecimiento y mineralización de los huesos”.
Ella pertenece al porcentaje de mujeres que ha conseguido llegar lejos. En su equipo, que forman ocho profesionales, la mitad son mujeres, y nota desigualdades salariales, pero no tanto entre hombres y mujeres sino comparando España con otros países. “No nos podemos comparar en términos de salario con los países desarrollados de nuestro entorno. Estamos lejos, mucho más bajos, pero tanto hombres como mujeres porque en Ciencia, y sobre todo en las instituciones públicas, no hay diferencia de salario para el mismo puesto de trabajo”.
Lo que sí ha detectado es cómo la mujer empieza a desaparecer a medida que se alcanzan los puestos de responsabilidad. “En mi área de investigación, la Biomedicina, hay muchas mujeres, pero a medida que se avanza en la carrera científica hacia puestos de dirección y mayores responsabilidades, el número de mujeres cae como en cualquier otra disciplina. Es decir, que en términos globales, sí hay una brecha salarial, por las diferencias en las expectativas de promoción. Me gustaría añadir que en este sentido, España no está peor que otros países europeos, lo que no significa que no tengamos que trabajar duro para corregirlo”.
Ella apuesta por dar mayor visibilidad a la mujer científica desde la educación. “Sí, es necesario dar visibilidad a la mujer científica y a la ciencia en general también. Desde la pandemia, estamos viendo una disminución en la permanencia en ciencia de investigadores jóvenes y una menor inclinación hacia estudios STEM (ciencia, tecnología e ingeniería), y esto último es más acusado en mujeres. De nuevo, esta tendencia no es exclusiva de España, está ocurriendo a nivel global. Por lo tanto, se necesitan referentes, y efectivamente, hay que acudir a los colegios. Nosotros lo llevamos haciendo mucho tiempo”. Para que las niñas puedan soñar con ser científicas y llegar a lo más alto.