Mara Despujol decidió acompañar a su marido en su carrera profesional fuera de España allá por 2008. Ese paso supuso dejar su empleo para embarcarse en una aventura que a priori se entiende como exitosa, pero que también conlleva situaciones difíciles, muy especialmente para las mujeres.
Después de casi una década en Chile, ella misma vivió momentos de una profunda tristeza al poco de llegar a Washington (Estados Unidos), donde el cambio fue aún más difícil al coincidir con la Covid-19. “Llegamos antes de la pandemia. Es un país con un choque cultural muy fuerte, la barrera del idioma, uno piensa que sabe inglés hasta que llega, y un estilo de vida totalmente diferente en el que es muy complicado hacer vida social”, reconoce Despujol.
En ese momento de ‘desesperación’ apostó por reinventarse a través del coaching y ahora es ella quien prepara y ayuda a las mujeres que están o van a afrontar un proceso similar. Y no importa las veces que hayas vivido fuera, cada destino es un reto e implica enfrentarse a diferentes sentimientos y desafíos:
– Desarraigo: Tras catorce años en Estados Unidos, Belén -cuya expatriación ha tenido dificultades personales por enfermedad en familiares-, reconoce que “le sigue resultando difícil adaptarse a la diferencia horaria para poder hablar con la familia y con los amigos. Aunque con el tiempo te acostumbras, nunca paras de pensar en las cosas y personas que están allí y esperas con ilusión volver de visita o incluso regresar de nuevo”.
– Adaptación: “De la expatriación diría que lo más difícil es desapegarse de las familias y de las amistades. Como en muchos otros terrenos, las equiparaciones son odiosas, y tiendes a comparar todo con tu país de origen, lo cual dificulta bastante el proceso de adaptación. Y si el cambio implica otro idioma todo se complica un poquito más”, asegura Beatriz, que ha estado ocho años en Chile y otros cinco, en Brasil.
“En esta tercera ocasión, ya no lo llamaría miedo; lo que más me ha costado ha sido entrar en los distintos ‘sistemas’ el médico, el escolar…”, explica María José también mujer de expatriado, quien ha vivido tres veces fuera de España en 2009, en 2013 y en 2021, en diferentes etapas vitales.
– Culpabilidad: “Para mí lo más duro es estar lejos y pensar que me necesiten mis padres y no poder estar. Me ratifico con la culpa en el momento en que mi padre me ha necesitado por un asunto médico importante. Recalcar que las mujeres que acompañamos hacemos un gran esfuerzo por las familias y es un cambio importante. El expatriado es él y tú eres la consorte o, incluso, la inmigrante”, asegura Marta también desde Estados Unidos.
– Dependencia: “Soy peruana y mi vida de expatriada empezó en 2018. De las cosas más difíciles para mí han sido dejar de ser independiente. Para muchos temas legales soy oficialmente dependiente, cuando yo estaba tan acostumbrada a mi independencia laboral, económica, a socializar,… Ser expatriada me ha cambiado, me ha llevado a explorar mi lado más humilde y amable conmigo misma. Migrar es salir de tu zona de confort”, explica Ioanna.
Preparación
Una de las claves para que la aventura exterior sea un éxito es prepararse y ser consciente de que “la fase de luna de miel se pasa en todo duelo migratorio de las expatriadas”, explica Despujol.
Para Mara, el aterrizaje en un país es como el viaje de novios. “Son semanas, meses de mucha preocupación para acomodar la familia -búsqueda de casa, colegios, rutinas…-, de ubicarte socialmente, y descubrir una nueva cultura; pero pasada esa fase llega el momento de pensar en ti: qué quieres hacer con tu vida”.
De ahí, que en su opinión, sea más retador para una mujer emigrar como acompañante que para el hombre que llega con su trabajo. “Ellos vienen con su reto profesional y nosotras necesitamos un valor impresionante para reinventarnos”, reconoce. Y ese diálogo interno para reubicarte “puede ser terrible”, especialmente para las mujeres profesionales, que han tenido que aparcar su carrera y tienen ambición profesional.
Todo ello es más fácil si se trabaja con antelación. Los dos consejos básicos de Mara Despujol, autora del libro Aterriza como quieras. Manual de superviencia para expatriados, son manejar expectativas realistas -“las ideas previas pueden generar luego mucho sufrimiento”- y tener integrado antes del viaje el rol que la mujer va a tener en el nuevo destino.
“Hay que hablar mucho con la pareja cuál va a ser su rol, pueden surgir confusiones si, por ejemplo, el hombre da por hecho que ella se va a hacer cargo de todo porque no trabaja y esa no es la idea de la mujer. Si una pareja está mal la expatriación facilita el divorcio porque no tienes vías de escape. Tienes que hacer equipo”, advierte.
Oportunidad
Pero a pesar de las dificultades, lo habitual es que esta etapa vital de expatriada sea una oportunidad de la que nadie se arrepiente: “Vivir esta experiencia fuera de nuestro país y nuestra zona de confort merece totalmente la pena”, asegura María José. “Volvería a repetir con los ojos cerrados. Han sido sin duda los mejores años de mi vida”, corrobora Beatriz.
Para aquellos que llevan muchos años fuera, el siguiente reto es cómo regresar, especialmente cuando los hijos alcanzan la adolescencia o cuando los padres se hacen mayores. Y muchas veces no es fácil, porque no existe un puesto equiparable en nivel y salario en las empresas. Por eso, un último consejo es, en la medida de lo posible, cerrar también la vuelta a casa.