La arquitecta que revolucionó el diseño de la cocina moderna

Margarete Schütte-Lihotzky, la primera licenciada arquitecta de Austria, vivió 102 años, una vida larga repleta de proyectos entre los que destaca, por encima de cualquier otro, la cocina Frankfurt

Vista de la maqueta de "Cocina Fráncfort" de Margarete Schütte-Lihotzky, dentro de una muestra del Museo del Mueble de Viena. EFE/Anna Torrents

Si le preguntas a un arquitecto contemporáneo si sabe quién es Margarete Schütte-Lihotzky probablemente la respuesta sea: “ni idea”.

Es una injusticia más en la historia de la arquitectura, que tampoco ha escapado a ese patrón tan repetido en la vida que ha consistido en encumbrar y rendir homenaje a los hombres en cualquier profesión y dejar en la sombra a las mujeres, con unas trayectorias tan interesantes como las de ellos pero auténticas desconocidas.

Es el caso de esta inventora de la antesala de la cocina integral. Margarete nació en Viena en 1897 y fue la primera licenciada arquitecta de Austria. Vivió 102 años, una vida larga repleta de proyectos entre los que destaca, por encima de cualquier otro, la cocina Frankfurt.

Durante toda su vida trabajó en el diseño de viviendas, especialmente de la vivienda social, trabajó desde 1921 en la Secretaría de vivienda de Viena, dirigida por Adolf Loos. Él sí es un hombre reconocido en el mundo de la arquitectura, inventor del Raumplan, la técnica por la que se seccionan los espacios interiores a distintas alturas dependiendo de su uso. También trabajó con el equipo de Ernst May, encargado de diseñar el nuevo Frankfurt, un programa urbanístico con especial atención hacia la vivienda obrera. Otro nombre que los estudiantes de arquitectura reconocen porque han leído en los libros de la universidad o escuchado a sus profesores. Pero ni una referencia a Margarete, siendo coetánea y habiendo trabajado codo con codo con él.

Después de la Primera Guerra Mundial, en Alemania, faltaba vivienda para la población obrera. Había que construir casas de bajo coste, espacios reducidos y con materiales baratos. Margarete y Ernst May se encargaron del diseño de 10.000 viviendas de alquiler social en Frankfurt. Ella se encargó de la cocina y para ello mantuvo muchas entrevistas con amas de casa que le explicaron cuáles eran las necesidades que tenían en esa habitación, donde eran ellas las que pasaban más tiempo respecto al resto de la familia. Schütte-Lihotzky ideó una cocina moderna, con superficies con azulejos fáciles de limpiar, con un sistema modular para abaratar los costes porque permitía la fabricación en serie. Espacios pequeños donde poder reducir el trabajo doméstico y disponer de más tiempo libre y mejoras tecnológicas como una tabla de planchar plegable o la cocina de gas. Es el antecedente de las cocinas integradas que conocemos hoy en día. Un hito en el mundo del diseño. Pero entonces, ¿por qué no se conoce a su inventora?

La revolucionaria cocina “Frankfurt”, de la austríaca Margarete Schütte-Lihotzky.

Hoy podemos ver su cocina abierta al público en el Centro que lleva su nombre en Viena, tal y como era en 1926. Fue un trabajo muy adelantado a su época porque reducía los tiempos en la cocina y por lo tanto liberaba a las mujeres para que pudieran salir de esa jaula que era la casa y poder dedicar el tiempo a trabajar, a estudiar o a divertirse. Y lo más sorprendente, así de irónica es la vida, ella nunca cocinó pero tuvo la inteligencia de preguntar, empaparse de las necesidades de las mujeres de la época y plasmarlo en el diseño, que era lo que sí sabía hacer, y de forma pionera en su país.

Pero su vida profesional fue tan larga como su propia existencia. Se mudó a la URSS en 1930 para desarrollar nuevos urbanismos para el pueblo, también participó en la resistencia nazi y fue detenida por la Gestapo en 1941. Estuvo incluso en prisión hasta 1945. Una vida de película en un momento convulso de la historia de la humanidad. Ella no paró de trabajar y fue galardonada con la Medalla Austriaca de las Ciencias y las Artes. Pero trataba de escapar al encasillamiento de su cocina Frankfurt, había desarrollado una larga carrera en la arquitectura y ni siquiera le gustaba cocinar. Pero así de burlona es a veces la vida. La cocina Frankfurt fue su gran contribución. Y es justo que se le reconozca y que, al menos en el ámbito de la arquitectura, los profesionales sepan quién fue y cuáles fueron sus logros. Esas mujeres que un día se vieron arrastradas por el anonimato hoy pueden ser reparadas con el reconocimiento que merecen.

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