Eva Escolar limpia 17 habitaciones de hotel en una jornada laboral de 8 horas. Dedica 20 minutos por habitación. “Aunque necesitaría por lo menos media hora”, recalca. Pero tiene que cumplir con los tiempos establecidos por la empresa. Y va rápido. Cogiendo cinco kilos de peso cada dos por tres para cambiar las sábanas o bajar la basura y agachándose para limpiar el plato de la ducha de cada suite.
“Hace años hacíamos 23 habitaciones al día con dos camas y el baño en un hotel de tres estrellas. Pero desde que hay representación legal, hemos rebajado esa cifra a 17 habitaciones. Lo que nosotras hacemos es llevar un ritmo de trabajo enorme. En realidad, debería ser media hora como mínimo por habitación y vamos rápido y cuando corres te haces daño en la espalda, en los codos… Nadie se da cuenta de lo que pesan la ropa de cama, los colchones o los cubos”.
En su hotel trabajan en total 15 camareras de piso, catorce mujeres y un solo hombre. Son las llamadas comúnmente ‘Kellys’, un nombre que procede del acrónimo ‘las que limpian’ las habitaciones. Ella está contratada directamente por el hotel, está más protegida que las trabajadoras contratadas por empresas externas, muchas de ellas con contratos fijos discontinuos.
Hoy 1 de mayo, en el Día Internacional de los Trabajadores, las camareras de piso siguen denunciando la precariedad de su empleo, el fraude que cometen muchas empresas con ellas y la discriminación que sufren por el mero hecho de ser mujer. “En el caso de las fijas discontinuas, la prevención de riesgos laborales no se cumple. No está estipulado cuántas habitaciones deben hacer, cada hotel decide el número de habitaciones que trabajas al día. Para que eso sea correcto, habría que hacer un estudio de tiempos que no se hace, cronometrar. Pero la empresa no lo hace y decide por su cuenta, lo que provoca que muchas trabajadoras hagan horas extras gratis para cumplir.”
La trampa de la contratación externa
Se han conseguido algunos avances en sus derechos, por ejemplo, equiparando el salario de las empleadas externas con el resto. Porque se daba la circunstancia de que dos empleadas, haciendo exactamente el mismo trabajo, una como camarera de piso y otra como limpiadora, podían cobrar hasta 500 euros de diferencia en sus salarios mensuales. “Ahora todas las camareras de piso tienen que cobrar igual pero tiene trampa, se sigue contratando externamente como limpiadoras a algunas empleadas y no se les reconoce como camareras de piso. Entonces solo tienen una opción: denunciarlo y llevarlo ante un juez”.
Las camareras de piso cobran en función de las estrellas del hotel, puede variar de 1.300 euros a 1.600 euros al mes. Si contratas a una limpiadora en un hotel de cuatro estrellas, cobras un poco más del salario mínimo.
Enfermedad profesional
Otro problema que sufren es que las mutuas no les reconocen como enfermedad profesional sus dolencias vinculadas al trabajo. “Primero la mutua no te reconoce la enfermedad profesional solo por el hecho de ser mujer. Relacionan tus problemas con enfermedades propia de la mujer como por ejemplo la osteoporosis. Y como consecuencia, la baja no te la cubre la mutua y si tienes complicaciones, no tienes acceso a las ayudas por considerarlo una enfermedad común”.
Eso le pasó a Eva. Coger tanto peso a diario le provocó una lumbalgia con la que apenas podía moverse. “Es cierto que hemos conseguido que nos pongan elevadores en las camas para que no nos agachemos todo el tiempo pero cargamos con fardos de sábanas que pesan cinco varias veces al día, tienes que bajar la basura, agacharte para fregar”. De hecho el 100% de las camareras de piso de su hotel ha pasado por una lumbalgia. No es casualidad.
Y además se sienten las peores tratadas de todas las categorías de trabajadores del hotel, como si el suyo fuera un trabajo basura “que tiene que ver con ser mujer y con una especie de rol histórico relacionado con la ama de casa que se dedica a limpiar. Esto se traslada al hotel en el que parece que te tienes que encargar de todo. Los hombres en cocina solo están dentro de la cocina pero las camareras de piso recogen habitaciones y nos pueden mandar a que bajemos las bandejas al restaurante o a tirar la basura”. Como una ama de casa a la vieja usanza, la estructura de un hotel es muy parecida a la de una casa “y se nota que traemos esa mochila histórica, que a veces no somos conscientes y aguantamos lo que no aguanta un camarero de sala”.
Mar Jimenéz ha trabajado 35 años como camarera de piso. Ella tiene cuatro hernias discales y desde hace casi un año le han dado la incapacidad permanente por enfermedad común. Eso significa que cobra un 75% del sueldo. Si la mutua le hubiera reconocido la enfermedad profesional, cobraría el 100%. “Cada vez que iba a la mutua me decían que era una enfermedad común. Con 45.000 camas a mi espalda, la consecuencia como mínimo son las hernias. ¿Y sabes de qué salen? De levantarte, agacharte, volverte a levantar y yo fregaba de rodillas lo baños que es algo que se ha dejado de hacer hace diez años pero a mí me tocó”.
Solo el 20% de las camareras de piso se jubila a la edad que le corresponde. El 80% restante se ve obligada a hacerlo antes por el desgaste que sufren. Mar limpiaba 45 habitaciones de hotel en 8 horas turnándose con otra compañera y por 1.200 euros al mes en un hotel de cinco estrellas. “Pero tengo compañeras que les piden hacer 20 habitaciones en dos horas por 183 euros al mes. Si no las terminas, si no te da tiempo, baja, fichas y vuelves a subir. El resto del tiempo son horas compensadas, lo que quiere decir, horas de trabajo gratis. Y si no lo haces, al día siguiente no vuelves”. Y muchas de ellas son mujeres solas con hijos obligadas a trabajar en estas condiciones. Un trabajo basura que pide a gritos un cambio inmediato.