Sin lugar a duda, llevamos unas semanas de infarto, llenas de sombras, sustos y sorpresas. “Gracias” a Donald Trump y Peter Navarro (su cada vez más cuestionado asesor en tema arancelario), los índices bursátiles no abren nunca en tono positivo. Hasta los más grandes expertos en bolsa no se atreven ya a emitir un diagnóstico fidedigno en cuanto a lo que el futuro nos depara.
Desde que el inquilino de la Casa Blanca ha anunciado sus impactantes medidas proteccionistas, no hay quien tenga familia, trabajo o empresa, que pueda dormir con calma. La pesadilla de los aranceles tiene a todo el mundo en vilo y a toda una economía planetaria en jaque.
Aunque EE. UU. haya vuelto a aplazar la aplicación de sus viles amenazas unos tres meses el conflicto ya está pendiente de la reacción de los países afectados.

Pero ¿cómo afectará finalmente todo si llega la sangre al rio? ¿Cómo impactará sobre nosotros, los consumidores finales? ¿Deberíamos correr a comprar nuestros aparatos antes de la subida de precios? ¿Convendría esperar un poco o tal vez deberíamos explorar alternativas fuera de nuestras marcas y teléfonos favoritos?
La tormenta llega a Silicon Valley
A pesar de haber estado en primera fila el día de la toma de posesión del magnate republicano, las mayores fortunas del mundo, propietarios de las “siete magníficas” (refiriéndose a Apple, Amazon, Google, Microsoft, Meta, Nvidia y Tesla) han perdido más de cinco billones de dólares en bolsa desde el anuncio.
La decisión unilateral de entrar en guerra contra todo el planeta, armado de una pizarra, tuvo consecuencias inmediatas en la bolsa, las relaciones internacionales, las inversiones y las criptomonedas. Elevando las tarifas a los productos chinos en un 125%, y amenazando al resto de países en quedarse entre un 30 o 40%, ha hecho temblar a Wall Street y sus cimientos. El índice Nasdaq, que agrupa a las principales firmas tecnológicas, por ejemplo, ha ido alternando días de caída libre con repuntes explosivos.
El objetivo de Trump de reducir la dependencia estadounidense de la producción internacional y asiática resulta ser de alto riesgo. Las cadenas de suministro de estas grandes empresas podrían sufrir un enorme y costoso desbarajuste, recolocaciones geográficas, cambios de proveedores, que acabarían repercutiendo sobre lo más importante, el encarecimiento del coste de producción, y en definitiva, en el precio de los productos para nosotros los clientes.
Europa, presión fiscal y regulatoria
Mientras Estados Unidos congela la entrada en vigor de su nueva política, Europa piensa en cómo redefinir su postura. Debería poner un poco de orden comunitario y especialmente coordinar su tratamiento fiscal frente a los grupos empresariales americanos. Países como Holanda o Irlanda ofrecen ventajas impositivas que desequilibran las negociaciones bilaterales y provocan tensiones en nuestro viejo continente.
Estas normas consensuadas deberán obligar a estas “big tech” a abrir sus ecosistemas, garantizar la privacidad de datos, e interoperabilidad de servicios, entre otros. Sería un buen momento para proteger a los usuarios y favorecer la competencia. Uno de los retos principales será gravar los abultados ingresos publicitarios de Amazon, Google, Meta, generados en territorio europeo.

El resultado de todo esto conllevará un comercio más tenso y forzosamente unas repercusiones sobre los usuarios en términos de costo. Al final, las grandes corporaciones americanas podrían sufrir caídas de ventas, pero acabaríamos “pagando el pato” nosotros. Podría obligarnos a mirar al este y valorar lo que el mercado asiático ofrece (la única alternativa seria), con más diversidad y mejores condiciones de uso de tecnología.
Mamá, cómprame un iPhone ¡pero ahora!
Mientras las repercusiones globales están aún por aclararse, nuestro futuro consumo privado se fragua en un concurrido despacho oval lejano. Todo apunta a que los efectos reales se harán pronto sentir aquí en nuestros bolsillos. Lo notaremos al abonar el carro de la compra, los regalos de navidades o comprar cualquier prenda. En Europa, la situación es aún de aparente calma, pero todo depende de cómo evolucionen las negociaciones en las altas esferas. Si las tensiones aumentan, los precios también lo harán.
Varias fuentes indican que el precio de un iPhone podría incrementarse hasta un 43%, alcanzando los 2.300 euros de media, mientras que los iPads y Mac podrían subir un 40%, aproximadamente. Este encarecimiento se debe a la alta dependencia de Apple en la producción asiática, especialmente en China, Vietnam e India, países afectados por la nueva ley arancelaria. Aunque Trump en esto, también nos reservó una sorpresa. Parece que ahora, teléfonos móviles, ordenadores y semi conductores se salvarían de la quema. Si algo no debe ser fácil actualmente, es ser responsable de compra de cualquier gran grupo de distribución o tienda electrónica.
Año Nuevo y tecnologíaPor si las moscas, y según Reuters, Apple habría fletado seis aviones de carga desde India. El objetivo: transportar unas 600 toneladas de iPhones, un millón y medio de unidades a América. Esta operación logística sin precedentes, incluyendo despachos aduaneros en modo “despacho exprés”, tiene como objetivo contrarrestar el potencial efecto del 26% a las importaciones desde India. Además, las plantas de allí estarían aumentando su producción en un 20%, operando incluso los domingos, para producir más y en modo en urgente.
Muchos otros millones de productos podrían verse afectados en su disponibilidad, a menos que Trump de nuevamente marcha atrás. La nueva consola de Nintendo, por ejemplo, ha paralizado sus preventas en EE. UU. y Canadá por temor a esos posibles aranceles inesperados. Los coches de Tesla ya cayeron últimamente más de un 40% en ventas, por la competencia china y las ocurrencias de su propietario, pero su precio podría dispararse tanto que les dejaría ya como una alternativa fuera del mercado.
Si se salvan finalmente los productos como teléfonos, componentes y ordenadores, habrá que ver qué pasa con los servicios “intangibles”, como los juegos en línea, las apps de consumo de películas y música, los derechos de autores, los softwares, programas de gestión y CRM, vaya lio. Y por supuesto habrá que ver como impactará todo en las globalizadas ventas de Amazon, centralizadas por una empresa americana pero distribuidas por todo el planeta. De misma forma, Meta (Instagram, Facebook, WhatsApp) estará en la encrucijada, y aunque su comercio sea esencialmente publicitario, es probable que sufra algo de daño e impacte, tarde o temprano, en el servicio.
¿Comprar ahora o esperar a la calma?
Difícil respuesta ya que la situación y las amenazas cambian día a día, pero si pensabas renovar un dispositivo ya, busca una buena oferta (que las habrá) y compra. Si los aranceles se consolidan, las empresas trasladarán, sin esperar, ese sobrecoste a nuestras carteras. Y recuerda que nuestro “afligido” estado tampoco nos perdonará la subida consecuente del IVA.

Esperar puede ser también una opción y si la situación empeora, siempre podrías valorar orientar tu compra hacia marcas asiáticas. Xiaomi, Realme, OnePlus, Oppo o Samsung, ofrecen productos de alta calidad con precios muy competitivos, y menos expuestos, de momento, a este bizarro conflicto. Aquí el que perdería más en la contienda sería Apple, y recordemos lo que le pasó a Nokia al perder a sus más fieles adeptos. En cuanto a automóviles, todo deberá ir estudiándose caso por caso.
Algunos productos ya han empezado a subir de precio y, por experiencia, cómo pasó anteriormente con el Covid o la transición al euro, los precios no volverán nunca a su nivel de inicio, aunque luego vuelva a su cauce, el rio.
Mercados convulsos, consumidores nerviosos
Estamos en un momento de extrema tensión e incertidumbre. Nadie se atreve a vaticinar lo que se nos viene. La decisión de compra de tecnología podría ya no depender de costumbres, moda o confianza en una marca. Podría pasar a depender de regulaciones, tratados internacionales y conflictos comerciales puntuales.
Es más que probable que las grandes tecnológicas americanas deberán cambiar de estrategia, cambiar de proveedores, tener sedes en Asia para saltarse las normas, lo que les llevaría a perder su imagen y estampilla de “Made in USA”.
Lo que hasta hace poco era una compra impulsiva, comprarse un móvil o ordenador nuevo, ahora se asemeja a una decisión de vida. Deberemos considerar mejor nuestras más valiosas adquisiciones, las alternativas en el mercado y no siempre dar por hecho renovar el iPhone en septiembre, cuando llega el nuevo.