Las proyecciones de población del Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman la tendencia de los últimos años. En 2038, la tasa de fecundidad en España se situará en 1,24 hijos por mujer, cifra inferior a la tasa que garantiza el mantenimiento de la población (2,1), y crecerá la población jubilada con el retiro de los baby boomers (los nacidos entre 1958 y 1975). Se proyecta un menor número de trabajadores entre 20 y 64 años; mientras que el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 20,4% del total, alcanzará un máximo del 30,5% en torno a 2055.
Artículo14 analiza en una entrevista con Mercedes Ayuso, catedrática de Estadística Actuarial de la Universitat de Barcelona, el impacto de esta proyección en el sistema actual de pensiones en España. Sin duda, los flujos migratorios serán determinantes en su sostenibilidad, aunque estos son los más inciertos pues influyen muchas variables, como el contexto económico. En este contexto, Ayuso aboga por complementar las pensiones públicas a través de los planes de empleo particulares de cada trabajador y los planes de pensiones privados.
Desde el punto de vista de la sostenibilidad del sistema actual de pensiones ¿qué impacto tiene la proyección del INE?
La propia proyección del INE da mucha importancia al flujo migratorio. Se estima un incremento neto de población por la migración de 3,5 millones de personas hasta 2029, que se eleva hasta siete millones hasta 2038. Será la incorporación de estas personas al mercado de trabajo las que garanticen el actual sistema que se basa en un equilibrio entre la población activa (que realiza las aportaciones) y la población pasiva (que percibe las pensiones).
Necesitamos un mercado laboral que claramente ‘sujete esos flujos migratorios’, que haga atractivo que permanezcan en el país, pues los movimientos de personas entre países están sujetos a muchos factores, como los vínculos familiares que pueden hacer en un momento, especialmente de crisis, decidan retornar a sus países.
La esperanza de vida de las mujeres que hoy tienen 50 años se situaría en 2041 (fecha de su jubilación a los 67 años) en 89,72 años, ¿es realmente necesario prolongar la vida laboral para sostener el sistema?
En los próximos años, el Gobierno va a tener siempre encima de la mesa el sistema de pensiones. Estará en permanente supervisión, ya que habrá que ver hasta cuándo se puede mantener igual que ha venido haciéndose hasta ahora, en un momento en el que se vislumbra un crecimiento sistemático de la población pasiva. No será algo exclusivo de España, sino que será algo común en el resto de la Unión Europea. Sin duda, una de las soluciones más utilizadas para lograr la equivalencia del sistema (activos versus pasivos) es el retraso de la edad de jubilación, aunque no es la única.
Cuando la población en edad de trabajar pasa del 60,9% actual al 53,7% en 2051, fecha que coincide con la plena jubilación de los baby boomers con pensiones más elevadas, ¿está en riesgo el sistema de protección actual?
El actual sistema de pensiones se basa en tres pilares: el sistema eminentemente público, sistema de reparto de prestación definida en el que las cotizaciones de un periodo pagan las prestaciones de dicho periodo (primer pilar); el sistema complementario de empleo, con cotizaciones del empresario y del trabajador que repercuten directamente en la pensión del segundo (segundo pilar) y, por último, el sistema de ahorro privado a largo plazo, con aportaciones realizadas voluntariamente por cada persona.
Hasta ahora, el sistema de pensiones español ha dado mucha relevancia al primer pilar, si bien comienza a desarrollarse el segundo pilar, que en otros países como Suecia o Noruega tienen gran importancia. El ahorro privado a largo plazo para pensiones se ha desincentivado y eso puede ser peligroso porque, por ejemplo, una persona con 40 años a veces ve muy lejana su edad de jubilación. Sin embargo, no hay que olvidar que el sistema debe sustentarse en los tres pilares, y apostando por los tres existe mayor margen de maniobra, si por ejemplo hay una caída en la tasa de sustitución del primero.
Esta proyección de la población, ¿permitirá realmente cerrar la brecha de género de las pensiones?
Esta cuestión requiere de un análisis mucho más profundo porque intervienen factores como el momento de incorporación de la mujer al mercado de trabajo, o su retribución salarial, pero también hay que tener en cuenta su mayor longevidad, y el efecto que otras variables tienen en la heterogeneidad de la misma. Me refiero, por ejemplo, a las diferencias que en la pensión de hombres y mujeres tiene el efecto de la concurrencia de pensiones (posibilidad de cobrar simultáneamente jubilación y viudedad), y la necesaria búsqueda de equidad entre los individuos.
Hemos de empezar a pensar en términos de hogar, más que en términos de pensiones individuales como estábamos acostumbrados, luchando siempre por reducir los gaps de cobertura o de protección. Pero, a grandes rasgos, la mayor incorporación de la mujer en el mercado laboral sí que permite apreciar una reducción de la brecha de género en las pensiones, que sin embargo, sigue existiendo.