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Las nueva generación vascas que dan vida a los `baserris´: “Si el sector primario desaparece, el medio rural también”

A Oneka Zaballa le tira la sangre. Su tío abuelo fundó la ganadería que ella hoy regenta

Oneka Zaballa ganadera del País Vasco con una de sus cien vacas.

La ganadera Oneka Zaballa posa con una de sus cien vacas. Oneka Zaballa

Ellas han apostado por mantener vivo el sector primario y son la esperanza para la supervivencia de una actividad residual económicamente en una comunidad industrial, pero con un fuerte arraigo social.

La aportación a la economía vasca de las actividades de agricultura, ganadería y pesca no alcanza el 1% en términos de valor añadido bruto (VAB) sobre el total. Álava es la provincia donde tienen mayor relevancia.

Sin embargo, el 73% de los pueblos vascos son considerados rurales, según las estadísticas del Gobierno Vasco. Es esta población no urbana la que da vida a los baserris, como en euskera se denominan los caseríos, las casas de labor típicas de esta zona.

En uno de ellos, en Dima (Bizkaia) vive Oneka Zaballa (Bilbao, 1990) con su pareja. Forma parte del 20% de mujeres titulares de una explotación principal que cuenta con estudios universitarios. Sin embargo, esta licenciada en derecho -que decidió estudiar como “un plan B que espera no tener que utilizar nunca”-, se siente ganadera desde la cuna.

Origen

Como ella dice, cuando se le pregunta cómo llegó a ser ganadera, “lo lleva en la sangre”. Se nota, por la pasión con la que transmite su trabajo. Sus cien vacas, cada una de ellas con su nombre, son su vida.

La sangre ganadera le viene de herencia familiar. Su tío abuelo, Fidel Abans, fue el fundador de la ganadería y, ella cada vez fue implicándose más: “primero vas las tardes, luego el fin de semana y un día descubres que es tu vida”, explica.

Por azares de la crisis del ladrillo, su madre pasó a ser titular de la explotación, que mantiene el nombre de su fundador, y hace más de una década, ella decidió incorporarse formalmente. Fue el momento para invertir en la explotación, comprar nuevas fincas y construir un nuevo pabellón. Contó con una ayuda de la Diputación Foral de Bizkaia por la incorporación al sector, sin la que esta modernización hubiera sido imposible.

La ganadera vasca Oneka Zaballa dentro del pabellón con sus vacas

Zaballa dentro del nuevo pabellón con sus vacas.

 

Con todo, para ella fue factible, porque contaba con un punto de partida para comenzar. Sin embargo, reconoce que en la actualidad para cualquiera que quiera incorporarse al sector es imposible empezar de cero. “Si tienes alguna finca, inténtalo, pero si tienes que partir de cero mi consejo es que no lo hagas porque no vas a poder recuperar la inversión, terminarás arruinado. Se que es muy duro decir esto, pero es así”, admite Oneka Zaballa.

Este es uno de los problemas a los que se enfrenta el sector primario. La subida de los costes de explotación ha estrechado los márgenes y reducido la rentabilidad de las explotaciones. La ley de la cadena alimentaria prohíbe vender a pérdidas, pero la línea es muy fina.

“¿Qué hace un ganadero de leche si no logra un precio justo está obligado a vaciar el tanque diariamente para poder volver a ordeñar? No somos tan irresponsables como para tirar la producción”, cuestiona Zaballa, que compagina la ganadería con un trabajo como técnica en el sindicato agrario ENBA.

Sostenibilidad

“Si el sector primario desaparece, el medio rural también. No se entiende uno sin otro. Por eso es importante apoyarlo”, insiste Oneka. En la actualidad, el 12% de la población de Euskadi vive en zonas rurales, un porcentaje que ha crecido ligeramente, en los últimos años. El papel de la mujer es fundamental para asegurar la sostenibilidad del medio rural.

“Si el sector primario desaparece, el medio rural también. No se entiende uno sin otro. Por eso es importante apoyarlo”

“Históricamente hemos asumido tanto la responsabilidad productiva como reproductiva y del cuidado de la familia. Nuestras explotaciones son más pequeñas por la carga de trabajo tenemos fuera de ellas, pero también porque producimos de una forma respetuosa con el entorno que nos rodea, manteniendo la tradición”, explica la ganadera.

Bajo su punto de vista, ello necesita una respuesta institucional específica para las mujeres. Tiene claro que le gustaría del nuevo gobierno que resulte de las próximas elecciones del 21 de abril: un apoyo decidido a la mujer rural, a través de diferentes líneas de acción.

Enumera como prioridades, “apoyar todo tipo de iniciativas promovidas por las mujeres para visibilizarlas, pero también ayudar a que sean viables y resolver cuestiones prácticas, como más posibilidades de comercialización, a través de los mercados locales”.

Otra barrera compleja de superar son los trámites administrativos. “Necesitamos dar a conocer a las mujeres las ayudas de las que disponen, pero también prestar apoyo con trámites burocráticos que son muy complicados. Hay mujeres que no saben manejar un ordenador y se les exige resolver cualquier trámite administrativo de manera electrónica”, admite Oneka.

También aboga por una conciliación corresponsable cuando se está demandando cada vez más que la mujer participe de manera activa, “se pide su implicación en movimientos asociativos o en la toma de decisiones, cuando su tiempo real es nulo porque tras el trabajo en la explotación tiene que asumir las tareas del hogar o el cuidado de personas dependientes”.

En su opinión -y admite que esta es muy personal-, ese apoyo decidido debe pasar también por solución a las bajas por enfermedad y la jubilación: “¿cómo puede ser que una mujer que ha dedicado toda su vida dedicada a proveer de alimentos de calidad a la sociedad llegue a su jubilación sin recursos para vivir dignamente”.

Pese a los retos que quedan por delante, la exigencia de un trabajo como el ganadero que no entiende de horarios o vacaciones, Oneka lo tiene claro. “Para mí, no hay un trabajo mejor. Cuando me levanto por la mañana, veo todo lo que hemos conseguido en este proyecto familiar, pienso que ha merecido la pena”, reconoce Oneka. Y no es para menos, para alguien que disfruta con pasión de sus vacas y la tranquilidad de un entorno idílico.

 

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