Entre 1882 y 1910, solo 36 mujeres finalizaron sus licenciaturas universitarias en España. En los albores del siglo XX, las alumnas que querían matricularse en la universidad necesitaban el permiso especial del Consejo de Ministros para su inscripción como alumnas oficiales. Desde entonces, han ido ganando terreno en un espacio que durante mucho tiempo fue de difícil acceso.
En la actualidad, hay casi seis mujeres universitarias por cada cuatro hombres y siguen creciendo, entre otras razones porque sus homólogos masculinos están saliendo antes del sistema educativo. Es una tendencia que viene fraguándose, pero que implica un importante cambio social. Ellas están ganando poder de negociación en el ámbito laboral y social, que ya está comenzando a reflejarse en las relaciones de pareja.
“Las mujeres jóvenes tienen un mayor nivel educativo que sus pares masculinos, principalmente porque las tasas de abandono escolar de los hombres son mayores y porque ellas ponen mucho más empeño en sus estudios. Asistimos a un fenómeno del que aún no somos conscientes y que tendrá consecuencias en el mercado laboral: puede ser que en el futuro quienes tengan más dificultades para su inserción en el mercado laboral sean los hombres“, explica a Artículo14, María Miyar, directora de estudios sociales de Funcas.
La tasa de abandono escolar de las mujeres era del 22,6% en 2010 y se ha reducido en once puntos porcentuales, hasta situarse en el 11,3% en 2023. En el caso de los hombres de entre 18 y 24 años el 16% abandona su educación, lo que supone casi cinco puntos porcentuales más que ellas, según los últimos datos del INE. Y así cuando se llega al nivel universitario, el gap se ha agrandado de manera que en el curso 2023-24, ellas suponían el 57% del total de los alumnos matriculados en estudios universitarios de grado y casi el 60% (59,8%) de los titulados de máster.
Los datos sobre formación en España "resultan alentadores" en materia de brecha de género, ya que las mujeres superan a los hombres en la franja de edad comprendida entre los 25 y 34 años. Ellas consiguen éxito formativo en un 58%, frente al 46% de los hombres en nuestro país, corrobora a Artículo14 Begoña García Gil, doctora y profesora del área Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC). No es un fenómeno exclusivo de España, la mayor proporción de mujeres con titulaciones superiores es una realidad en los países de la OCDE. Y son Noruega, Grecia y Suecia aquellos donde hay mayor diferencia, más de 15 puntos entre ambos géneros.
Brecha salarial
Un dato que llama la atención es que las mujeres más jóvenes han roto la brecha salarial. Ellas cobran más que sus homólogos masculinos, lo que puede ser un reflejo de lo que se anticipa como consecuencia del mayor nivel formativo. "Entre los menores de 25 años, las mujeres ganan por hora, en promedio, más que los hombres de la misma edad. El motivo es que, en esa franja de edad, ellas presentan un mayor nivel educativo que ellos", explica García Gil.
"A menudo, cuando se habla de igualdad retributiva, de forma inconsciente pensamos que hombres y mujeres reciben distinto salario por el mismo trabajo, y esa es solo una pequeña parte. Las mayores diferencias responden a que ocupan trabajos diferentes", explica María Miyar. Esto es lo que se define como brecha salarial no ajustada, es decir, la estructura salarial que reflejan las encuestas del INE o Eurostat sobre el salario medio independientemente de sus características.
La evolución de la reducción de la brecha salarial en España ha sido muy positiva, superando a la media de la UE, ya que la brecha entre ambos géneros se ha reducido a mayor ritmo. En 2022, la tasa española (8,7%) se situó cuatro puntos por debajo de la media de la Unión Europea (12,7 %), mientras que en 2012 la superaba en más de dos puntos porcentuales, según los datos de Funcas.
Empleabilidad
La mayor formación de las mujeres está facilitando su empleabilidad. Los últimos datos de la EPA confirman una tendencia descendente del paro de las más jóvenes. "Las mujeres menores de 25 años, debido a su nivel formativo, están teniendo más oportunidades de empleo que los hombres de la misma edad", afirma Begoña García Gil, quien valora que la brecha para las trabajadoras a tiempo completo se ha reducido al 2,3%.
Sin embargo, se mantiene la parcialidad en el empleo, que lastra de manera general a las mujeres, con una diferencia del 18,7%. "Esto demuestra que las mujeres jóvenes compatibilizan la formación con el empleo, de ahí que más mujeres tengan contratos a tiempo parcial con el fin de poder simultáneamente trabajar y estudiar", justifica.
Con carácter general, desde finales de 2019 -antes de la pandemia-, el empleo femenino ha crecido a mayor ritmo que el masculino: un 11,8%, frente al avance del 7,8% entre los varones. En lo que va de año, también continúa mejorando la afiliación femenina a tasas superiores que la masculina, un 2,7% frente al 2%, respectivamente. De esta forma, las bases de cotización de las mujeres han aumentado casi un 21% desde 2019, frente al 17,7% de los varones, según los últimos datos de la Seguridad Social.
Poder de negociación
Y este empoderamiento en su formación y empleabilidad, que se traduce en mejores recursos educativos, ocupacionales, laborales y de ingresos, tiene consecuencias sociales. "Según la teoría de los recursos relativos, cuanto mayores sean los recursos de una mujer con respecto a los de su pareja, mayor será su poder de negociación. Y con ello, habrá cambios en las relaciones, pues ellas tendrán mayor capacidad para negociar, por ejemplo, las tareas domésticas, los cuidados y el trabajo en general", explica a Artículo14 Marta Seiz, profesora del Departamento de Sociología de la UNED.
Seiz apunta que, en el plano laboral, será menos frecuente que ellas asuman penalizaciones profesionales, por ejemplo, asociadas a la crianza. "Tradicionalmente en parejas de distinto sexo con dobles ingresos han sido las mujeres quienes se acogían a medidas de conciliación (como la reducción de jornada o las excedencias no remuneradas), que las penalizaban laboral y económicamente porque estaban en una posición económica y laboral más vulnerable que la de sus parejas. Si las mujeres continúan mejorando su posición relativa, los cálculos dentro de la pareja y la capacidad para negociar distribuciones de tareas y responsabilidades más equitativas van a cambiar", advierte Seiz.
La socióloga subraya que esta mejora continua de la posición relativa de las mujeres tiene amplias consecuencias. Ya está afectando a las relaciones de pareja y la formación familiar. Así, se constata en un estudio reciente realizado por la investigadora Maike Van Damme, del Centro de Estudios Demográficos, que refleja que puede ser más difícil para muchas mujeres encontrar una pareja afín en términos educativos, económicos y de valores.
Para Marta Seiz, "también cabe suponer que el fenómeno pueda tener incidencia sobre la estabilidad de las uniones, ya que facilita que las mujeres no se queden junto a una pareja que no cumple sus expectativas. Podríamos llegar a observar que a los hombres en las posiciones con ocupaciones más bajas y un bajo nivel de cualificación les cueste encontrar o mantener una pareja; de hecho, ya se ha constatado en estudios de países nórdicos que estos hombres tienen actualmente menores tasas de fecundidad y mayores dificultades para la formación familiar".
El alcance de las consecuencias sociales de esta nueva realidad, mujeres jóvenes cada vez más empoderadas frente a un mayor número de hombres peor formados, que corren el riesgo de quedarse atrás, obliga, cuanto menos, a reflexionar. La meta es lograr una igualdad real entre hombres y mujeres.