El movimiento de la Unión Europea al imponer aranceles al coche chino es como un órdago a la grande en el mus. China puede retirarse o puede encarar el juego con mejores cartas, con una venganza todavía mayor que no solo afecte al brandy europeo como hasta ahora.
Ya hay sectores como el automovilístico en Francia, Alemania e Italia que se están quejando de las consecuencias de las repercusiones que pueden tener esos gravámenes impuestos por la Comisión Europea. Hay fabricantes de coches europeos que tienen sus fábricas en China y que se ven afectados igualmente por los aranceles cuando salen del país. Es un castigo en principio a China pero que rebota a los propios fabricantes europeos cuando el objetivo era tratar de elevar los precios finales de los coches chinos y que no hubiera tanta diferencia respecto a los precios europeos y resultar ser más atractivos y competitivos.
La patronal francesa ha pedido públicamente un pacto industrial europeo en un momento en que aseguran que “la supervivencia está en juego ante la competencia asiática”. El Salón del Automóvil de París ha comenzado su edición bienal este lunes en plena caída de las ventas de los coches y de los eléctricos en particular.
Las ventas de automóviles en el país galo han caído un 11% interanual en septiembre y las de coches eléctricos un 44%. En el caso de Alemania, la caída de las ventas del coche eléctrico es del 68,8% y ya se habla de posibles cierres de fábricas de grandes compañías como Volkswagen.
En Italia, los sindicatos han pedido este sábado que el Gobierno de Meloni intervenga ante la dramática caída de la producción en el país de la multinacional automovilística Stellantis, que este año ha bajado a niveles no vistos desde los años cincuenta.
Los sindicatos italianos han pedido este sábado la intervención del Gobierno de Giorgia Meloni ante la “dramática” caída de la producción en el país de la multinacional automovilística Stellantis, que en 2024 se situará en los niveles de 1957, a pesar del acuerdo alcanzado con el Ejecutivo. En un momento especialmente delicado para la empresa ya que ha despedido a más de 12.000 trabajadores en los últimos años y recortando además la investigación y el desarrollo y producir en otros países más económicos como Marrurecos. Habría en juego otros 25.000 puestos de trabajo.
Pero ahora hay otro sector que depende absolutamente del consumo chino y que está en el punto de mira: el lujo. Marcas como Louis Vuitton o Hermès comienzan a temblar ante la posibilidad de que China aumente aranceles a sus productos, en un mercado donde el consumidor asiático supone más del 20% del total de su caja, unos 75.000 millones de euros.
Los ciudadanos chinos aprovechan sus vacaciones en Europa para hacer grandes compras de alta gama, que les sale más rentable que si las compraran en su país por la diferencia de impuestos y aranceles. Pero esos hábitos de consumo podrían variar si China decide imponer aranceles al lujo europeo y como consecuencia directa sus cuentas de resultados se desmoronarían.
Solo hay que dar un paseo por la Milla de Oro de Madrid para comprobar quiénes entran en las tiendas de moda más caras y las nacionalidades de quienes les atienden. Los asiáticos ganan por goleada.
El perfil del consumidor chino, según datos del Icex, es de un hombre o mujer joven, de alta capacidad adquisitiva fruto del rápido desarrollo experimentado en el país. En 2020, los consumidores menores de 30 años representaron más del 50% del gasto total y el 47% del gasto del lujo. Las ciudades más ricas y por lo tanto donde más lujo se consumo son Pekín, Shanghai, Hong Kong, Shenzhen y Cantón.
Según Bain & Company y Morgan Stanley, el agujero para el sector del lujo podría suponer entre un 5% y un 10% del total de la facturación de las compañías europeas en China. Algunas marcas como Hermés lo que están haciendo es abrir nuevos mercados en regiones clave donde residen o viajan muchos ricos asiáticos como son Singapur y Hong Kong.
Pero no es suficiente. Es un momento extraño para China, que no está creciendo tanto como se esperaba y que está retrayendo el consumo de sus ciudadanos. Marcas como Burberry y Hugo Boss han registrado fuertes caídas en sus ventas porque los consumidores chinos prefieren ahorrar el dinero en tiempos convulsos, lo que ha tenido un efecto directo en la cotización de estas empresas en las bolsas europeas. Las acciones del grupo LVMH, que engloba Louis Vuitton, Dior y Tiffany, han llegado a perder un 20% del valor en los últimos doce meses y la capitalización del grupo se ha situado por debajo de los 350.000 millones de euros.
Una actitud conservadora relacionada con un crecimiento económico por debajo de lo esperado, el Producto Interior Bruto de China creció en el segundo trimestre un 4,7% en lugar de un 5% y el pinchazo de la burbuja inmobiliaria está lastrando también el empleo y consumo.
Ahora solo hay que esperar si el movimiento de cartas de China es un farol o realmente quieren jugar fuerte y hacer temblar otros sectores más allá del automóvil o el brandy.