La inflación ha sido el fantasma económico de estas elecciones estadounidenses. Parecía el principal caballo de batalla para los candidatos pero finalmente no lo ha sido tanto, al menos sobre el papel. La Reserva Federal ha hecho su trabajo y el IPC se ha ido moderando hasta el 2,4%, según los últimos datos del mes de septiembre.
Pero una cosa es la cifra oficial y otra los precios reales, los de la cesta de la compra de cada día, y éstos no han bajado con tanta contundencia y es la referencia que tienen los ciudadanos a la hora de votar. El presidente de la Fed, Jerome Powell, ha hecho los deberes, y ha superado el reto con nota.
Estados Unidos comenzó a sufrir la escalada de precios en 2022, cuando el IPC alcanzó el 9,1%, cifra que no se había vivido en el país desde hacía cuatro décadas. La política monetaria desde entonces ha sido agresiva, subiendo los tipos de interés que estaban en el 0% hasta el 5,5%. Y con esta subida de tipos también llegó la posibilidad de que el país entrara en recesión, otro fantasma que se ha ido disipando con el tiempo y que ha demostrado que la economía estadounidense es más resistente de lo que los propios economistas habían pronosticado.
Trump vs Harris: el duelo económico
Los dos candidatos llegan a estas elecciones con un buen dato macro de inflación, casi alcanzando el objetivo del banco central, y también alejándose de un posible decrecimiento.
Pero una cosa es el dato macro y otro el micro, y los estadounidenses ven cómo los precios dispararon hace dos años y no han bajado con la misma determinación. La receta para combatir esta situación por parte de Donald Trump es apostar por un proteccionismo agresivo centrado en los aranceles mientras que Kamala Harris se muestra algo más moderada pero también ligada a la protección de la economía nacional. Dos políticos completamente diferentes en apariencia pero cuyas propuestas económicas tampoco se alejan tanto en la práctica.
Si hay un aumento de precios que preocupe especialmente a la población es el de la vivienda. No solo está prohibitiva en España, también en Estados Unidos.
Cuando Donald Trump llegó a la Casa Blanca, el precio medio de la vivienda estaba en los 300.000 dólares. Pero desde 2021, han subido como la espuma de tal manera que en solo tres años, el precio medio roza ya el medio millón de dólares. Y los alquileres también están por las nubes. Es un milagro que puedes encontrar un apartamento en Manhattan por menos de 3.500 dólares al mes.
El empleo, en máximos históricos
Pero si nos fijamos en otros componentes de la economía estadounidense, vemos que la herencia económica que va a recibir el próximo o próxima inquilina de la Casa Blanca es mucho mejor de lo esperado después de la crisis del Covid. El empleo está en máximos históricos con una tasa de paro que sería un sueño en Europa con el 4,1%. Hay 161,8 millones de personas trabajando y no parece que esa cifra haya tocado techo.
Wall Street va como un tiro, sobre todo las empresas tecnológicas y el producto interior bruto no solo no ha resultado negativo sino que crece con fuerza hasta el 2,8% según previsiones del FMI. Ambos candidatos prometen impulsar el crecimiento de la economía pero será difícil, según todos los analistas, que puedan superar la barrera del 3% en la próxima legislatura.
Déficit y deuda
Pero si hay unos indicadores que ni demócratas ni republicanos han conseguido doblegar son el déficit y la deuda pública. Con la pandemia, el país tuvo que dar rienda suelta al gasto y ha disparado el déficit hasta el 7% en 2023 y ya se habla de terminar este 2024 con el déficit en el 7,6%. Es el mayor de las economías avanzadas. La deuda, que ha ido aumentando año tras año, ya es superior a los 35 billones, con b, de dólares, hasta el 124% del PIB. Esto son más de 100.000 dólares de deuda por estadounidense y ninguno de los dos candidatos ha explicado cómo piensa reducirlo.
Según una encuesta de Gallup, la economía es el asunto que más importa a los votantes. El 52% considera que es extremadamente importante. Harris cuenta con el buen hacer de La Reserva Federal, que ya está bajando los tipos de interés, y se esperan otras dos bajadas más antes de que termine el año. Es una circunstancia que favorece en principio a Kamala Harris porque coloca la política económica desarrollada por su equipo en un buen lugar.
Por otro lado está Trump, y aunque la Fed es un organismo independiente, el candidato republicano ya se ha encargado de dejar claro que, con él como presidente, intervendría en el nombramiento del próximo presidente de la Reserva Federal y que considera que tiene todo el derecho de trasladar sus opiniones sobre política monetaria al organismo oficial.
Sea quien sea el ganador o ganadora de estas elecciones, parece que la economía está lo suficientemente encarrilada como para que no se vivan sobresaltos. Quizás cierta volatilidad en los mercados durante los primeros días tras los comicios, pero no se esperan grandes cambios a medio plazo. La economía funciona independientemente de quién se siente en el Despacho Oval.