Mujer entre 45 y 55 años, con estudios de la ESO y un largo paréntesis en su vida dedicado al cuidado de la familia, de sus hijos o de personas mayores. Es uno de los perfiles más habituales detrás de las cifras del paro de larga duración. De hecho, el desempleo se ensaña especialmente con ellas. Y para muestra un botón: 54 de cada 100 personas que llevan más de cuatro años en el paro tienen nombre de mujer.
Carmen Abad se ha pasado 25 años sin trabajar. Sin trabajar fuera de casa. Porque dentro ha criado a tres hijos, uno de ellos con síndrome de Down, Carlos, al que le ha ayudado a sacar unas oposiciones como auxiliar administrativo. Desde 1997 hasta 2022 dedicada en exclusiva a la familia. “Mi trabajo fueron mis hijos. Mi objetivo era que Carlos terminara sus estudios y pudiera alcanzar su libertad, la de mis hijos y la mía. Cuando lo consiguió me di cuenta de que él iba a ser independiente y que yo también debía hacer mi vida. ¿Qué hago yo aquí en casa? Y me apunté al paro”.
Pero no ha sido fácil encontrar un trabajo.
Mi trabajo fueron mis hijos. Mi objetivo era que Carlos terminara sus estudios y pudiera alcanzar su libertad, la de mis hijos y la mía.
Rafael Fernández Cañas, director de relaciones institucionales de la consultora Comunicas y colaborador con 65YMÁS, ha participado en la campaña junto con la Cámara de Comercio de España ‘El Valor Senior’ para fomentar el empleo y el emprendimiento del talento senior. Ofrecen formación a personas entre 45 y 60 años para mejorar en competencias digitales e intermediación laboral.
“El cuidado de los hijos y el cuidado de los mayores es lo que provoca que las mujeres en ocasiones salgan del mercado de trabajo y tengan más difícil volver. Y es muy difícil reciclarse. Cuando las mujeres tienen 30 años, las empresas se cuestionan si contratarlas porque pueden ser madres pero es que a partir de los 45 años ocurre lo mismo pero con el cuidado de los mayores”, explica.
Esas trabajadoras necesitan realizar cursos para adaptarse a los nuevos tiempos. “Si una persona ha dejado el mercado laboral durante 15 años, durante los años de crianza de los hijos, el reciclaje que necesita es absoluto. Tienes que empezar desde cero, no a graduarte otra vez pero sí herramientas para incorporarte, principalmente, en comunicación. Hay varios caminos para reinventarse como el emprendimiento, pero se necesita ayuda”, concluye Rafael.
Entre 45 y 55
Patricia Ruiz, secretaria confederal de UGT, maneja unos datos que marean. “En todas las edades, hay más mujeres desempleadas de larga duración (más de un año sin empleo) que los hombres a excepción de las personas menores de 25 años. Especialmente es negativo entre 45 y 55 donde la diferencia es de un 48% más en el paro de larga duración. Según el nivel formativo, el mayor número de mujeres en el paro de larga duración tienen nivel formativo equivalente a la ESO pero con educación superior, tienen un 114% más de desempleo que los hombres”.
En el caso de Carmen, es administrativa de formación. Hacía cursos de reciclaje pero no la llamaban de ninguna empresa. Fue un calvario psicológico. “Al principio me sentía super perdida, no sabía por dónde empezar, te sientes hasta ridícula diciendo que quieres volver a trabajar. Yo me sentía súper pequeña y empezaba a empatizar con mi hijo, el más pequeño de la clase, pero me decía: si él ha llegado donde está yo también puedo. El esfuerzo y el sacrificio tiene que dar sus frutos, aunque sentía una frustración enorme”.
Hizo cursos de todo tipo. Inglés, competencias digitales, comercio exterior. Es una realidad, que a partir de los 45 años es más difícil encontrar un empleo y el reciclaje es fundamental.
“Lo que ocurre en general, tanto a hombres como mujeres, es que hay una expulsión sistemática del mercado laboral para los mayores de 45 años, por cuestiones salariales, brecha digital y otros motivos generacionales como encaje en la plantilla donde los mayores son una excepción. Se da la circunstancia además, por primera vez en la historia de este país, que cinco generaciones conviven a la vez en la misma empresa, recién graduados con personas que han podido ya cumplir los 70 años. Esta circunstancia tan rara debería ser enriquecedora pero no se da porque conviven de espaldas, hay una dificultad de comunicación entre ellas”, explica Rafael.
Pero la clave es no tirar la toalla. Y así aguantó Carmen las negativas. Si su hijo con síndrome de Down pudo con todos los obstáculos personales y sociales, ella también. “Mi papel de cuidadora en casa también cambió, ahora mi marido también sabe guisar, pone la lavadora y hace la compra pero el periodo de reconducir tantos años conmigo al frente de la casa ha sido un periodo intenso”.
Veinticinco años después lo ha logrado. Ha vuelto a trabajar como administrativa en una promotora. “Y ya soy indefinida”, dice orgullosa al otro lado del teléfono