Guerra comercial

Coca-Cola, la bebida favorita de Trump, vuelve al plástico para evitar sus aranceles

Los recargos anunciados por el presidente estadounidense del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio empujan a la empresa a pensar en alternativas, como cambiar el aluminio por el plástico

Cada estadounidense consume de media al año 100 litros de Coca-Cola. Esto es algo menos de una lata diaria. Su presidente, Donald Trump, es un amante declarado de la bebida azucarada. El periódico The New York Times publicó durante su primer mandato en la Casa Blanca la sorprendente (y poco saludable) dieta del mandatario. Doce latas de Coca-Cola light al día, lo que equivale en cafeína a unos once cafés. Además de ser fan de las hamburguesas sin pepinillos de McDonlad’s. El presidente tendría incluso un botón en su mesa de trabajo en el Despacho Oval para poder solicitar su bebida favorita al mayordomo con un solo movimiento de mano.

Ese refresco que tanto gusta al ciudadano estadounidense podría verse afectado por la guerra arancelaria de su presidente, que ha anunciado un recargo del 25% a todas las importaciones de acero y aluminio, lo que inevitablemente va a generar un aumento de los precios para las empresas que compran estas materias primas del extranjero.

Y Coca Cola necesita ese aluminio para fabricar sus latas, lo que puede conllevar un encarecimiento del producto. Aunque en la empresa ya están pensando en alternativas, como cambiar el aluminio por el plástico, lo que choca con las políticas medioambientales de eliminación de estos materiales que las compañías están implementando para ser más respetuosas con el entorno.

“En lo que respecta a nuestras estrategias, en torno a garantizar la asequibilidad y la demanda de los consumidores, si un envase sufre un aumento en el coste de los insumos, seguimos teniendo otras alternativas de envases, que nos permitirán competir en el espacio de la asequibilidad”, explicó el presidente y consejero delegado de la multinacional, James Quincey, en la conferencia que ofreció con motivo de los resultados de la compañía en 2024. “Por ejemplo, si las latas de aluminio se encarecen, podemos poner más énfasis en las botellas de plástico PET. De modo que adaptaremos la estrategia de envasado en función de los cambios en los costes relativos de los insumos que se utilizan en ellas. Eso forma parte del plan de adaptación total que utilizamos en todo el mundo”, explicó el máximo responsable de la empresa.

Una decisión que alerta a los ecologistas. Según los cálculos de la ONG de conservación marina Oceana, se estima que Coca-Cola usará más de 4 millones de toneladas de plástico en 2030, un 20% más de lo que usaba en 2023, y que 602.000 toneladas de ese plástico acabarán en los ríos y océanos de todo el mundo. Coca-Cola se había marcado como objetivo que justo para ese año, 2030, el 25 % de sus ventas serían envases reutilizables. Sin embargo, a finales de 2024 confesó que había sido demasiado ambiciosa. “Su condición de contaminador de plásticos más famoso del mundo es un lastre para el futuro de la empresa, los océanos y el planeta. Tiene que tomar medidas reales para abordar su problema de plástico ahora en lugar de centrarse en medidas que no reducen significativamente su huella de plástico de un solo uso”, ha advertido el vicepresidente senior de Oceana, Matt Littlejohn.

Cambiarse al plástico no parece una buena solución aunque abarate los costes eventualmente por los aranceles de Trump. Pero es la idea que baraja la compañía, que además no cree que vaya a haber un repunte de los precios en los Estados Unidos a lo largo de este 2025. “Anticipamos que la intensa inflación de precios desempeñará un papel menor en 2025 y se moderará a lo largo del año”, señaló el responsable financiero de la multinacional, John Murphy.

Ahora mismo, un pack de doce latas en la cadena de supermercados Walmart sale por unos 7 dólares. Habrá que esperar unos meses para comprobar si esta cifra sube por culpa de los aranceles. Ya lo dicen al otro lado del Atlántico los mandatarios europeos, desde la presidenta de la Comisión Europea hasta Pedro Sánchez, con los aranceles “todos salimos perdiendo”. Hasta el propio presidente de los Estados Unidos, que podría pagar más por sus doce latas diarias de refrescos. Aunque parece más perjudicial para su salud que para su bolsillo.

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