Marie Claire era un nombre fino, francés, perfecto para una marca de medias. Un apelativo extranjero para una empresa española, nacida en la provincia de Castellón, en Villafranca del Cid, y que después de más de cien años de vida (todo un hito) cierra sus puertas definitivamente.
El histórico fabricante de medias ha pasado por todas las fases posibles, desde los inicios más humildes, pasando por un crecimiento espectacular con exportaciones al extranjero, hasta las dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos, con el golpe de la pandemia y una mala gestión en los últimos años. Una montaña rusa en su trayectoria empresarial que finaliza después de un recorrido de 118 años y que nos deja el ejemplo de emprendimiento de una mujer de principios del siglo XX, que fue la fundadora de la compañía. Se llamaba Francisca Iñigo, era la esposa de un comerciante de mulas y yeguas que recorría el país mientras ella se quedaba sola en casa. Pero Francisca aprovechaba el tiempo libre para coser y así comenzó su empresa fabricando medias. Desde su pueblo, Villafranca del Cid, ella las confeccionaba y su marido las vendía en sus viajes por la península. En aquel momento, el nombre elegido para la marca era más ibérico y real, Lencería Eugenia de Montijo, como la emperatriz, y en seguida formó una plantilla de 25 personas, entre ellos los hijos del matrimonio.
Francisca fue la semilla de una empresa que no hizo más que crecer con las siguientes generaciones, no sin tener que pasar por numerosas dificultades como, por ejemplo, la Guerra Civil. Durante esos años difíciles, la producción se tuvo que paralizar, la fábrica cerró y la familia huyó del pueblo.
En los siguientes años, con los nietos de Francisca de nuevo al frente, comienzan a vender pantis hechos de nylon, un material muy resistente pero suave procedente de los Estados Unidos. Un éxito rotundo, como también lo fue el cambio a la lycra, todavía más elástico, que revolucionó el mercado textil.
Esos nuevos tiempos debían ir acompañados también por un nombre que les representase mejor. Ya no se sentían identificados Eugenia de Montijo, la emperatriz española y cambiaron la marca por Marie Claire.
Igual que sus productos, los descendientes se adaptaron perfectamente a los cambios de la sociedad, los nuevos aires de modernidad en los que las mujeres lucían piernas con sus minifaldas y el acceso a la televisión, que aprovecharon con anuncios que todavía hoy muchos recuerdan por sus eslóganes pegadizos, como “Marie Claire, Marie Claire, un panti para cada mujer”. Llegaron a protagonizar la publicidad más deseada por las compañías, la que más espectadores aglutinaba en torno a la televisión, el primer anuncio del año después de las campanadas. También el más caro.
En esa montaña rusa que ha sido la historia de la empresa, su punto más elevado se alcanzó en los años 80, cuando Marie Claire llegó a abrir tiendas propias convirtiéndose en el segundo mayor productor de medias de toda Europa. Los tentáculos empresariales se expandían pero siempre manteniendo sus raíces en el pueblo que les vio nacer, en Castellón. Ejemplo de desarrollo internacional, abrieron su primera sede fuera de nuestras fronteras en Londres, a mediados de los años 90 y más tarde en Irlanda y Países Bajos. Eran los tiempos en los que los números cuadraban, una plantilla de 1.000 trabajadores y una facturación de más de 80 millones de euros anuales.
Pero esos buenos tiempos se esfumaron y ya no regresaron más. Era el comienzo de la caída de Marie Claire, en los años 2000 con el auge de la deslocalización. Las medias fabricadas en Asia resultaban mucho más baratas y la familia fundadora abandonó la empresa. La compañía no tuvo más remedio que apretarse el cinturón, reducción de la producción, de la plantilla, con el único objetivo de sobrevivir hasta que llegó la pandemia. Pero lejos de convertirse en la estocada definitiva, el Covid sirvió para que Marie Claire afrontara una nueva oportunidad empresarial, un giro del negocio, un balón de oxígeno para fabricar mascarillas, batas de protección y en general material sanitario fundamental en ese momento. Fue solo un espejismo, y pese a las ayudas públicas en los últimos tiempos con una inyección de 21,5 millones de euros de la Generalitat Valenciana, solo sirvió para alargar la agonía de la empresa, que ahora sí, ya ha anunciado su cierre definitivo. Pero deja un legado sobre cómo desarrollarse, adaptarse a los cambios, caer y volverse a levantar, que le ha permitido mantenerse en activo durante más de un siglo. Pocas empresas tan longevas como Marie Claire.