Alice Walton (75 años), única hija del fundador de Walmart, es la mujer más rica del mundo, con una fortuna que supera los cien mil millones de dólares. Alice pertenece al exclusivo grupo de los cien milmillonarios (aquellos con fortunas de 12 dígitos) -un Club de solo 15 personas en todo el mundo-. Es la única mujer en el mundo capaz de superar la fortuna de la heredera de L’Oréal, Françoise Bettencourt Meyers (71 años), quien se convirtió brevemente en la primera mujer cien milmillonaria en 2024. Walton es 28.700 millones de dólares más rica que el año pasado, gracias a un aumento del 40% en el valor de su participación en el negocio familiar, estimada en el 11% del gigante minorista.
Con un patrimonio neto de 101.000 millones de dólares, el origen de su fortuna es la cadena Walmart, especializada en alimentos y productos para el hogar. Walton se ubica como la decimoquinta persona más rica del mundo, varios puestos por detrás de sus hermanos Rob Walton, de 80 años, y Jim Walton, de 76, cuyas fortunas alcanzan los 110 mil y 109 mil millones de dólares, respectivamente. Conocida por dirigir el Museo de Arte Americano Crystal Bridges en Bentonville, ciudad natal de su familia, ha donado aproximadamente 1.500 millones de dólares para financiar la nueva Facultad de Medicina Alice L. Walton, también en Bentonville.
Pasión por el arte
Tras graduarse de la Universidad Trinity en Texas en 1971, Alice Walton trabajó brevemente como compradora de ropa infantil en Walmart antes de aceptar un empleo como corredora de bolsa para E.F. Hutton. Regresó a Bentonville en los años 80 para dirigir inversiones en el Banco Arvest y fundar su propia agencia de préstamos, Llama, con 19,5 millones de dólares del capital familiar. “Formamos Llama para ayudar a empresas de la zona que estaban excluidas del capital”, explicó. Llama suscribía bonos y gestionaba activos. En 1997, colocó 79,5 millones de dólares en bonos para el aeropuerto de Bentonville. Hoy, medio millón de pasajeros al año pasan por la Terminal Alice Walton.
Cuando Llama cerró en 1998, Walton se mudó a Texas y se centró en la curaduría de arte, para regresar en 2018 a Bentonville, donde ahora reside. La única hija del fundador de Walmart, Sam Walton, recuerda, en su estilo, a Abby Aldrich Rockefeller, fundadora del MoMA (Museo de Arte Moderno de Nueva York). En palabras de Gertrude Stein: “Se puede ser moderno o ser un museo, pero no se pueden ser ambas cosas”. Su comentario captó con precisión la contradicción inherente a uno de los primeros museos del país dedicado exclusivamente al arte moderno. Abby, esposa, madre y ama de casa tradicional en muchos aspectos, comprendió ese desafío. Impulsó un espacio donde el arte moderno y sus defensores pudieran florecer, y defendió el modernismo con decisión.
Museo Crystal Bridges

En 2011, Walton inauguró en Bentonville el museo Crystal Bridges, una de las colecciones más importantes de arte estadounidense. Lo relevante no fue solo el dinero invertido –más de 800 millones de dólares-, sino que ella fuera su principal mecenas. Como decía un entusiasta perfil de The New York Times, “la era del museo de talla mundial construido por un solo filántropo puede parecer pasada, pero Alice L. Walton la está recuperando”. A diferencia de sus antecesoras, Walton estableció su museo en el siglo XXI y lejos de un gran centro urbano. Pero, como señaló también The New Yorker, Walton comparte su misión: “Crystal Bridges tiene algo en común con las grandes instituciones de finales del siglo XIX y principios del XX, que buscaban inculcar en la población una alta cultura”.
Alice y Abby tienen mucho en común: educación privilegiada, fortuna familiar y una clara intención de transformar sus colecciones privadas en instituciones públicas. Si piensas en una obra de arte favorita que hayas visto en Nueva York, es muy probable que te la haya traído una mujer. Desde La noche estrellada de Van Gogh en el MoMA hasta Vista de Toledo de El Greco en el Met, pasando por todo el Museo Whitney, algunos de los grandes museos estadounidenses han sido fundados, financiados o establecidos por mujeres.
Filantropía
Walton presidió el Museo Crystal Bridges durante una década, hasta ceder el puesto en 2021 a Olivia Walton, esposa de su sobrino Tom Walton. A Alice se le atribuye la fundación del museo, que ocupa 48 hectáreas y exhibe obras de Warhol y Georgia O’Keeffe, entre otros. Casi toda la inversión inicial -1.600 millones de dólares- provino de fideicomisos a nombre de su difunto hermano John y su madre Helen.
Alice ha intensificado su filantropía en la última década, invirtiendo más de 5.500 millones de dólares en cinco fundaciones familiares, que han distribuido hasta la fecha unos 1.500 millones. Esto incluye 300 millones canalizados por la Fundación Familiar Walton a iniciativas educativas, medioambientales y de desarrollo regional, y más de 400 millones a través de la Fundación Art Bridges, dedicada a prestar obras de arte estadounidense a más de 230 museos de todo el país.

En agosto pasado, Art Bridges anunció otros 220 millones de dólares para financiar la nueva Escuela de Medicina Alice L. Walton en Bentonville, que “complementará la educación médica tradicional con artes, humanidades y salud integral”. Como dijo la propia Walton: “Quiero crear oportunidades que ayuden a las personas y a las comunidades a alcanzar sus sueños. Es la alegría de mi vida y un privilegio poder hacerlo”.
Una familia que mueve un país
Con un valor estimado de 90.000 millones de dólares, la familia Walton mantiene un perfil bajo. Walton Enterprises Inc. y la Fundación de la Familia Walton operan desde un edificio discreto, en un entorno modesto que poco revela sobre su riqueza. Walmart, con ventas anuales de un cuarto de billón de dólares, convierte la riqueza de los Walton en un universo paralelo. Su fortuna conjunta equivale al PIB de Singapur y supera los ingresos anuales de IBM.
Los dividendos familiares generan unos 880 millones de dólares al año. Solo los Rockefeller, antes de sus grandes donaciones, fueron más ricos. Y ajustando por inflación, los Walton los superan. Tienen reuniones periódicas para coordinar sus decisiones y, con su participación en Walmart, ejercen influencia sobre más de un millón de empleos y sobre el mercado bursátil.
Su filantropía apenas ha comenzado. Como ocurrió con los Rockefeller, lo que los Walton hagan con su riqueza puede dejar una huella duradera. Pese a todo, su historia es reciente. Walmart salió a bolsa hace 34 años y no fue hasta los 90 cuando se convirtió en un gigante. Los hijos de Sam Walton no crecieron con riqueza. Como ocurrió en España con Amancio Ortega, la fortuna llegó en la edad adulta.
El origen
Samuel Moore Walton nació en 1918 en Kingfisher, Oklahoma, acumuló su riqueza en la etapa final de su vida y falleció en 1992. Su visión permitió estructurar la sociedad familiar de forma que sus herederos evitaran impuestos sucesorios. Cada uno de sus cuatro hijos recibió el 20% de Walton Enterprises; él y su esposa Helen, un 10% cada uno. Hoy, Bentonville y el noroeste de Arkansas están en auge. Walton lo resume así: “Necesitábamos desarrollo económico y la única manera era crear infraestructura. Lo logramos”. Vive en una cabaña remota, sobre un río, rodeada de bosque. “Estoy orgullosa de lo que hicimos aquí”, dijo a The New Yorker.
Se graduó en el Trinity College de San Antonio, trabajó brevemente en Walmart y más tarde se dedicó a criar caballos, invertir y liderar Llama. En 1989, una tragedia marcó su vida: atropelló accidentalmente a una mujer. Casada y divorciada dos veces, vive con el recuerdo de ese episodio. En 1998, fue arrestada por conducir ebria y se retiró a un rancho en Texas. Allí crió caballos hasta regresar a Arkansas, lejos del foco público, volcada en el arte y la filantropía, igual que Abby Rockefeller.
Hace 51 años, Winthrop Rockefeller —hijo de John Jr. y Abby— también se refugió en Arkansas. Fue la “oveja negra”, pero acabó como gobernador y gran benefactor. La historia de los Walton parece recorrer un camino similar. De la gran empresa a la gran filantropía. De Sam Walton a Alice Walton, y quizás a una nueva era para el Medio Oeste estadounidense.