Adiós Quiksilver, Billabong y Roxy, símbolos de la ropa surfera

Liberted Brands, que comercializa las conocidas marcas, ha anunciado que se encuentra en quiebra y que va a tener que cerrar todas sus tiendas en EE UU

Para los nacidos en los años 80, en la adolescencia no eras ‘guay’ si no tenías alguna prenda en el armario de Quiksilver, Billabong o Roxy. Marcas icónicas importadas de los Estados Unidos y símbolos de los deportes más ‘cool’, del skate y del surf. Da igual si era en la cartera, en la camiseta o en la mochila, pero la marca siempre era un plus para cualquier look juvenil. Nadie hacía surf en la capital pero todos éramos fans de Quiksilver.

Si en aquellos tiempos la compañía vivió sus años dorados, en 2025 está pasando por su peor momento. Liberted Brands, que comercializa las conocidas marcas, ha anunciado que se encuentra en quiebra y que va a tener que cerrar todas sus tiendas en Estados Unidos, un centenar. Seguirá vendiendo a través de internet hasta que finalice el proceso de liquidación pero es el principio del fin de la compañía y también marca el final de una era, la de los llamados ‘poser’, que postureaban con llevar prendas de la marca como si fueran los reyes del snow, del skate o del surf.

El CEO de la compañía ha justificado esta decisión ante “la coyuntura macroeconómica, incluyendo un rápido y dramático repunte de las tasas de interés, la persistente inflación, los retrasos en la cadena de suministros y una caída en la demanda por debajo de la media histórica, que desplaza las preferencias de los consumidores y los costes substanciales han crecido impactando en las finanzas del a compañía”.

La empresa presentó su quiebra en un tribunal de Delaware y el argumento se centraba en las dificultades financieras ante el auge de la fast fashion y todas las presiones inflacionarias que está aumentando costes. Por estos motivos, sus ingresos fueron significativamente menores de lo esperado, con pérdidas de 12,5 millones de dólares en 2024 frente, por ejemplo, a los buenos datos de 2022 con ganancias de 2,3 millones de dólares.

Su fundadora, una mujer

La marca Roxy, específica de mujeres, nació además de la mano de una joven modelo. Jill Dodd fue la fundadora de la empresa deportiva, con una historia de vida truculenta que publicó en sus memorias. Fue una de las mujeres del harén del magnate Adnar Khashoggi, un millonario saudí con el que firmó un peculiar contrato: una relación de cinco años a su disposición a cambio de lujos. Y así fue como estudió en una prestigiosa universidad americana de diseño de moda gracias al dinero de Khashoggi y cómo fundó una marca que se convirtió en mundialmente conocida. Y que abrió las puertas a otro tipo de publicidad, en la que las modelos ya no eran mujeres rubias sexys y bronceadas con sus tablas de surf a la orilla del mar. Roxy dio un paso hacia la integración femenina de todo tipo de tallas apostando, en su publicidad de bañadores, por la diversidad corporal. Lo que en un principio pareció un paso hacia adelante para la inclusión se convirtió en una polémica con detractores que consideraban que la marca hacía apología de la obesidad.

El trance de esta marca encierra un problema mayor que están sufriendo numerosas compañías de moda en estos tiempos. La crisis del comercio minorista y los cambios de consumo. Tras la pandemia, la empresa decidió expandir su red de tiendas pasando de 67 a 140 locales pero el auge del comercio local provocó la caída de la rentabilidad de sus puntos físicos. Al menos, las marcas de Quiksilver o Roxy todavía seguirán en el mercado en otros países. Abandona Estados Unidos pero todavía podremos verlas en mercados como Europa, Australia, Japón y Canadá, con franquicias que seguirán funcionando hasta que encuentren un comprador que garantice su continuidad. La empresa ha reconocido que la capacidad de las grandes plataformas de vender ropa mucho más barata y entregarla al cliente de forma inmediata ha arrasado su estilo más lento, propio de otras décadas. Y contra Goliat, el David más surfero no ha podido competir. De marca de moda a reliquia en un periodo de apenas cuarenta años. Pero un símbolo para siempre de una generación de jóvenes que soñaron con ser surferos en Hawaii desde el asfalto de la ciudad.

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