Creo que vamos a ganar. Creo. Seguridad, ninguna por tanto. Creo porque estamos mejor. Ni siquiera digo que somos mejores. Sí que en este momento de la historia del mundo, la selección española de fútbol ofrece más y mejores vibras que la francesa. Que para muchos era la favoritísima. Todo eso se va viendo cuando empiezan los partidos y frescos los tenemos. España ha ganado cinco y Francia, dos. Eso en cuanto a números. Si hablamos del juego, el 5-2 igual se quedaba corto.
Lo que sí tengo claro es que todo apunta a una semifinal muy desagradable. Con Turquía no lo hubiese sido. Y con Austria. Francia saldrá, se plantará como de costumbre y el rival, nosotros, a picar piedra. A no ser que marquemos a los cinco minutos. Me vale cualquiera, Unai Simón por ejemplo, un saque largo y mira tú… Un gol que altere el plan francés.
No sería mucho, pero sí lo suficiente para que buscara lo que para ellos es casi un accidente: el gol, el dominio. Y nos divirtiéramos algo. Un acicate para recordarnos que en los dos últimos mundiales fueron campeones y sub. Al Equipe de France, el valor -de valía- se le supone, como al soldado. Porque lo tiene. El fútbol se interpreta como mejor le parece a cada quisque y han apostado por ser lo que son, una roca. E ir contra ella, una vez, otra y así 90 minutos, lo dicho: desagradable.
Estamos pues ante un partido sin sorpresas a no ser eso, que se mueva el marcador pronto y de nuestro lado. Porque si marca Francia, vayan a por las aspirinas. España saldrá a lo suyo. No se lo cuento, lo saben perfectamente. Francia, igual. Sorpresa, ninguna por ambas partes. Luego pasa lo que decía Menotti: en la pizarra todo está claro y ganamos seguro, el problemas es que después la pelota se mueve. La tendremos, porque a ellos les da igual y les va bien. Entre una de sus habilidades es que podrían jugar al fútbol sin ella. Tú aquí, tú allá, y ellos que la tengan lo más lejos posible. Además, su portero es muy bueno.
Habrá que tener paciencia y por supuesto estar muy pendientes de uno que jugará con máscara. Será fácil identificarlo, sólo él lo hará así. La máscara define bien a su portador, el Mbappé de ahora: explica que es un crack con problemas. Entre pitos y flautas, el primero y más grave, que está lejos de su mejor versión. Y como también la pasa a Griezmann, no debe extrañar que esta Francia sea más rara que de costumbre. También tienen a Dembelé, un tipo peligroso para el contrario y para los suyos. Camavinga estará en el banquillo, lo cual es una alegría. En resumen: Francia puede ganar, lo que no se es cómo. Defendiendo bien, por descontado.
España tiene un baja gorda en Carvajal. A este Mbappé se lo comía entero. No dejaba ni las raspas. Será el turno de Navas, el gran Jesusito, que tiene que ser listo. Como es natural subirá lo que pueda porque metros más arriba estará Lamine y eso, el lateral largo, sólo podrá suceder si el extremo se mete para dentro. Ojito entonces: el de la máscara no le seguirá o lo hará poco. Ventaja y riesgo: si Kylian puede correr, y más si parte con ventaja, a De la Fuente le saldrá pelo de golpe. Y los demás nos quedaremos calvos.
Total, que llegó el día y puestos a sacar pecho termino con que mi mayor duda es si la final será frente a Inglaterra u Holanda. Que no esté España será un sorpresón. Uno de tantos en la historia del fútbol. Con los holandeses sería recordar Johannesburgo, toda aquella grandeza. Pero me pido a los ingleses, una final con ellos no la hemos vivido nunca. Inglaterra no ha jugado bien, ni casi regular, pero no es como Francia. Estos lo hacen así porque quieren, ellos no saben de verdad cómo y por qué juegan como lo hacen. Una final con Bellingham y compañía no sería desagradable, sería jugar a la ruleta rusa. Eso, si acaso el domingo.