Sin lugar a dudas, Tania Álvarez es una luchadora no solo en el cuadrilátero, sino también en la vida; una boxeadora que derribó prejuicios a punta de coraje y constancia. En exclusiva, la tres veces campeona de la categoría peso supergallo concedió una entrevista a Artículo14, donde contó todo lo que le tocó superar y lo que significa ser una deportista de alta competencia.
En un rincón del vestuario, minutos antes de saltar al ring, ella no escucha el ruido del público ni se deja abrumar por la presión de lo que la competición significa, prefiere rodearse de las personas que quiere, de esas que le trasmiten calma y la ayudan a disfrutar de lo que está por venir.
Esa paz interior que cultiva en silencio es la misma que luego estalla en determinación cuando suena la campana, así vive el boxeo una luchadora que ha sabido convertir la incertidumbre en motivación y los prejuicios en logros personales.
Comienzos en el deporte
Comenzó a boxear a los 14 años, aunque antes había probado casi todos los deportes posibles. Ninguno lograba engancharla, ninguno le hablaba al corazón.
Hasta que un día, casi sin expectativas, se puso los guantes por primera vez. “Fue el único deporte que realmente me enganchó”, recuerda la deportista. Desde ese instante supo que había encontrado su camino.
Cada entrenamiento la acercaba un poco más a una versión de sí misma que no había conocido antes. Y cuando subió al ring por primera vez en competencia, ya no hubo marcha atrás: ese era el lugar donde quería estar.
Los inicios no fueron fáciles. Nadie creía que pudiera llegar lejos. Nadie, salvo ella. Y esa terquedad por demostrar que sí podía, se convirtió en su combustible.

Hoy, puede mirar atrás con orgullo, sabiendo que todo el esfuerzo ha valido la pena. No solo por los títulos o las oportunidades internacionales, sino porque ha logrado abrirse paso en un mundo donde no se le dio nada por sentado.
La pelea que cambió el rumbo de su carrera tuvo lugar en Nueva York. Enfrente estaba Skye Nicolson, una boxeadora olímpica con gran trayectoria y bien posicionada en el ranking.

Primer pelea en el extranjero
Era la primera vez que combatía fuera del país, la primera vez que la transmitían en DAZN. Sabía que todos los ojos estarían puestos sobre ella, pero lejos de intimidarse, se enfocó en dar lo mejor de sí, en mostrar que estaba a la altura de ese desafío. “Esa fue la más importante de mi carrera hasta ahora”, confiesa la campeona de boxeo.
Y no solo por el resultado, sino por lo que representó: la validación de años de trabajo, la confirmación de que podía pelear —y brillar— en escenarios grandes.
Aunque su estilo se basa en confiar en sus propias fortalezas, no deja de lado el estudio de sus rivales. En las últimas contiendas, especialmente aquellas que la han acercado a títulos importantes, ha trabajado codo a codo con su entrenador hace ocho años, Toni Moreno, para analizar a fondo a sus oponentes. “Creo que también hay que tener un mínimo de estudio de la otra persona para ver cómo enfocar la pelea”, explica.
Aun así, su prioridad sigue siendo prepararse desde lo suyo, fortalecer su boxeo, su estrategia, su mente.
Su preparación, tanto física como mental, es meticulosa, y es que, más allá de la técnica o la táctica, se apoya en un entorno afectivo que le permite mantenerse centrada. Esa mezcla entre disciplina y calidez emocional es parte de su fórmula.
Si el destino la obligara a colgar los guantes mañana, no le preocuparían los títulos o los aplausos. Querría ser recordada como alguien que no se dejó vencer por los prejuicios.
Como aquella joven a la que nadie apoyó al principio, pero que aun así siguió adelante, persistió, y demostró que los límites estaban solo en la mente de los demás. “He conseguido grandes cosas y estoy en un punto que nadie se hubiese imaginado al principio”, afirma Tania Álvarez.
En un deporte donde cada golpe cuenta, su historia es un mensaje que resuena más allá del cuadrilátero. Una historia de coraje, de fe en uno mismo, de pasión por lo que se hace. Porque hay peleas que se ganan antes de subir al ring. Y esta boxeadora, sin duda, ya ganó la más importante: la de ser fiel a sí misma.